Reconozcámoslo: las comparaciones son inevitables, sobre todo cuando nos encontramos con el debut de un músico. Hasta que el artista consigue encontrar su propio sonido, su marca identificativa, es inevitable que sus mayores influencias, sus discos de cabecera, fluyan en sus primeras creaciones. Esto no impide que, con independencia de todo ello, debamos de valorar, en su conjunto, desde la distancia, el resultado.
Y ese es el caso de Will Richards. Si a primera vista parece como uno más de la larga y a veces interminable lista de solistas que, contradictoriamente, pueblan el panorama musical discográfico en crisis, hay que percatarse que detrás de esta figura late un buen compositor. Y tampoco hay que menospreciar el hecho de que ha sido el propio músico el que ha grabado bastante de los instrumentos que intervienen, en su propia ciudad natal de Wakefield, acompañado de algunos amigos.
No nos dejemos llevar por el hecho de que el tema que abre el álbum (Be a better man) suene descaradamente a Jeff Buckley (con un final que prácticamente copia u homenajea, según se vea, las notas de Grace). Puede que en ocasiones la sombra melodramática de Rufus Wainwright sea demasiado alargada (She´s in love with me), pero en ocasiones acierta cuando se abre a otros estilos (una de las mejores de álbum, I didn´t want to kill them). No es un disco extraordinario para ser un debut, pero si un buen comienzo para futuras referencias.
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