Crónica: Unknown Mortal Orchestra (La[2] de Apolo, Barcelona, 26-11-2013)
Unknown Mortal Orchestra, como su propio nombre indica, pertenece a ese grupo de bandas sem-idesconocidas para la mayoría, pero que atesoran una calidad y un potencial de éxito tan descomunales que resulta incomprensible que sea así. Ayer presentaron en La[2] de Apolo de Barcelona su segundo trabajo, II (Jagjaguwar, 2013), que pese a no haber recibido críticas tan positivas como su homónimo álbum de debut, Unknown Mortal Orchestra (Fat Possum, 2011), sí que ha confirmado lo sustancial de sus virtudes. Éstas, al margen del virtuosismo y la personalidad dominantes de su líder, consisten básicamente en la construcción de un lenguaje musical muy particular, que algunos han tratado de colocar entre la psicodelia y el lo-fi, o en la rasa definición de lo que es, en líneas generales, el rock alternativo. Pero ante todo, es de esas bandas a las que les hacemos un flaco favor tratando de encerrarlas en una burda etiqueta malsonante.
El origen de su historia se remonta a mediados de la década pasada, cuando Ruban Nielson, neozelandés con doble nacionalidad norteamericana, da el salto definitivo de Auckland a Portland con la banda que lideraba junto a su hermano Kody, los The Mint Chicks. Tras varios años de relativo éxito en ambos países, incluyendo la ristra de galardones logrados en los New Zeland Music Awards del 2007, la banda finalmente se disgrega en 2010, momento en el cual Ruban publica la canción Ffunny Ffriends directamente en su bandcamp personal, llamando poderosísimamente la atención, aunque sin añadir información adicional alguna. Solo al cabo de medio año terminó atribuyendo su autoría a unos tales Unknown Mortal Orchestra, que pocos meses después sorprenderían a todo el mundo – es un decir – con un soberbio álbum de debut. Estamos en 2011. Y ya entonces Primavera Sound los trajo a su festival de otoño, el difunto Primavera Club.
Ayer volvieron a Barcelona gracias a la misma promotora y arrasaron, marcándose un conciertazo de pies a cabeza. En primer lugar porque demostraron, además de lo que ya sabíamos por sus discos, que tienen mucho más fondo del que plasman sobre el vinilo: profundos, y con un bagaje de recursos amplísimo que dominan con cierto alardeo, dieron muestras de una seguridad a prueba de bombas que se traduce en un sonido limpio, directo y sin ambage alguno. Lo tienen clarísimo, no especulan una sola nota y no dejan lugar a las dudas. Y en segundo lugar, porque tienen un estilazo del tipo que quieres que se te contagie: un rollazo sincrético moderno en el que se reconocen claramente detalles sintetizados provenientes del funk y del soul, que no parecen en absoluto impostados en el sello particularísimo del sonido de la banda.
Sobre el escenario, apareció Nielson flanqueado por Riley Geare, a la batería, y por Jake Portrait, al bajo; aunque más bien fue una escolta en la distancia. Con medio escenario para él solito, el de Auckland encandiló al público con su extraña forma de tocar la guitarra, cogiéndola casi como si fuera un fusil y pellizcándole las cuerdas con una soltura increíble. Además, bailó y se movió constantemente al son de su propia música, convirtiéndose en una auténtica extensión física de la misma, y demostrando que en realidad lo que le pasa es que el sonido se le desborda a chorros por los poros. Por otra parte, comprobamos que la finura y la precisión de su voz, además de las de los efectos constantes que imprime a la guitarra, no son cosa de estudio, sino que vienen de serie en el paquete de virtudes de los Unknown Mortal Orchestra. En cualquier caso, la participación de Geare y la de Portrait resultaron también cruciales.
Bien teloneados por los holandeses Mozes and The Firstborn, los de Portland comenzaron su actuación con cierto retraso, abriendo, como lo hacen en su último Lp, con From The Sun. También tocaron No Need for a Leader y Monki, entre otras, del II; y del primero, temazos como How Can You Luv Me, la mítica Ffuny Ffiends, o Boy Witch, con la que cerraron tras aproximadamente hora y media de concierto. En todo momento, y sin resultar en absoluto prepotente o maleducado, Nielson pareció ir más que sobrado; hasta el punto que parecía darle igual el hecho de tener o no a gente frente a él. No es que nos ignorara, al revés: se mostró simpático y hasta presentó a sus acompañantes. Pero en el fondo, dio un poco la sensación de que, pese al éxito que indefectiblemente conllevan sus particulares composiciones, quiere seguir siendo uno de los desconocidos.
Fotos de Pablo Luna Chao.
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