U2 (Barcelona, Camp Nou, 02-07-2009)
Uno recuerda con mucho cariño el concierto que U2 dio en el Estadi Olímpic de Montuïc hace ya casi trece años. Recuerdo, como si fuera ayer, que era la gira del disco Pop y que en aquel entonces el escenario ya era de por sí majestuoso, con una gigantesca pantalla panorámica nunca antes vista en un concierto de rock. También me viene a la memoria ese pequeño escenario situado en medio del estadio para poder tocar temas emblemáticos, algunos en formato acústico, y estar más cerca del público. Con ese recuerdo fui el pasado 2 de julio al Camp Nou. La banda irlandesa iniciaba en Barcelona su nueva gira mundial, y para ello llevaban más de dos semanas en la Ciudad Condal ensayando y preparando la puesta a punto de la grandilocuente puesta en escena que siempre les caracteriza. Para U2, el tamaño sí importa.
Y es que sólo el escenario daría para escribir un libro entero. La idea es simple: crear un escenario de 360 grados, bautizado con el nombre de «la garra», en el que la banda pudiera ofrecer su show más cercano y ser visto por el mayor público posible (con la finalidad de vender más entradas). El principal problema que se encontraron al diseñar el escenario fue el sonido, ya que debían colocar una multitud de altavoces alrededor del mismo, también en 360 grados. Ese problema ha sido el pero más grande que se le puede hacer a los dos conciertos iniciales de Barcelona. Pero si de una cosa nos deberíamos quejar los que vimos a la banda en el segundo concierto es que tanta pasarela, tanta grandilocuencia, sólo sirvió para ver a un Bono que apenas se movió por las pasarelas. Si bien The Edge y Adam Clayton sí se movieron durante todo el espectáculo, Bono estuvo muy poco andador, quizás por cansancio, quizás por desidia, quién sabe.
El show empezó a las diez de la noche, con un puñado de canciones del nuevo disco No line on the horizon, dejando para la mitad del concierto los himnos de la banda. Hablando un poco del nuevo disco, tengo que comentar algo de lo que me di cuenta durante el concierto y en lo que no había reparado cuando lo escuché en casa. Si bien U2, en varias ocasiones, han declarado su admiración hacia Arcade Fire o Coldplay, en el concierto del Camp Nou noté esa admiración convertida casi en un plagio. Pero no me interpreten mal, hablo de plagio en un sentido metafórico. Si escuchamos Wake up o Neighborhood #1 de Arcade Fire, o Viva la vida de Coldplay, hay un ingrediente característico en esas canciones: la atmósfera épica que crean sus coros. Y U2 han abusado literalmente de esa fórmula tan habitual durante años en la música popular. En multitud de canciones del último álbum hay coros en la misma línea. No es que sea malo, pero huele a intento de aprovechar el tirón iniciado por Arcade Fire y culminado hace poco por el Viva la vida de Coldplay.
Vídeo oficial sobre el inicio de gira en Barcelona
Si hablamos del repertorio, tenemos un poco de todo. Y la verdad es que resultó muy discutible, porque empezar el concierto con Breathe y cerrarlo con Moment of surrender fue un error en toda regla. Los conciertos se empiezan con temazos para desatar la locura inmediata y se cierran con temazos para dejar un buen sabor de boca. De las nuevas, creo que se salva Magnificent y Unknown caller, y esta última por su karaoke tan bien montado en las pantallas. Y si hablamos de esas canciones que antes acostumbraban a tocar en los pequeños escenarios en mitad de los estadios de los que he hablado antes, esta vez la magia se perdía; y es que tocar juntos Desire y Party girl no tuvo el mismo efecto que si lo hubieran hecho años atrás. Una sorpresa del segundo concierto fue la interpretación de Electrical storm, de la que Bono dijo que no la habían interpretado nunca en directo.
Pero no todo son peros y malas sensaciones: escuchar Where the streets have no name es una experiencia única, sobre todo después de escuchar el discurso del premio Nobel de la paz Desmond Tutu, líder religioso surafricano, con el que se nos puso la piel de gallina. Y también hay que alabar, aunque sea por debilidad del que escribe, Ultraviolet (light my way) -con la que nos sorprendieron en los bises- y The unforgettable fire, por ser recuperadas en esta gira. Los guiños y homenajes a Michael Jackson estuvieron presentes por medio de Bono en el final de Desire, con fraseos de Billie Jean, y los falsetes de Don’t stop til you get enough. Y también hubo un momento de homenaje a la premio Nobel birmana Aung San Suu Kyi en la interpretación de Walk on.
El show, las luces, las pantallas… todo fue espectacular. «La garra» es tan majestuosa, montada en medio del estadio, que hace a éste pequeño y minúsculo. Pero las cosas claras: si vas sólo a ver a U2, el espectáculo está garantizado; si vas a ver y oír a U2, la relación entre calidad y precio no se justifica. Y es que cuando se habla más del espectáculo que del concierto, cuando uno se queda embobado antes que hablar de las canciones, algo falla. No queremos grandes escenarios; no necesitamos tanta pasarela para que la banda se quede quieta todo el concierto. Queremos que vuelvan esos U2 del 97. Por eso, para un servidor, la palabra que mejor define el concierto es decepción. Y dejo para el final de la crónica el momento más irritante de la noche. Bono se dirige al público diciendo: «Queremos ser vuestros amigos. ¿Podemos ser vuestros amigos? Pero amigos de verdad, no como Bruce Springsteen o Coldplay… mejores amigos». Un momento ridículo, de patio de colegio, repelente y con el que más de uno se reirá mucho tiempo al leerlo o recordarlo. Bono, la amistad no se fuerza, hay que ganársela.
Texto de Sergi Serrano
Foto de Manu Fernandez / AP
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