The Rubinoos – Twist, pop, sin
Nunca es tarde si la dicha es buena, dice el refrán. En este caso, el tiempo que ha pasado desde la publicación del último disco de The Rubinoos ha hecho que hablemos de ellos en una fecha de lo más apropiada para el pop luminoso de los norteamericanos. Y es que el verano es un buen momento para disfrutar de las perfectas armonías vocales de las que siempre han hecho gala Tommy Dunbar y John Rubin.
Twist, pop, sin (RockIndiana, 2005) es su tercer álbum en ocho años en el que el grupo, ahora trío con el bajista Al Chan, interpreta sus propias canciones, después de su disco de versiones de hace unos años Crimes against music (Houston Party Records, 2002). En él encontramos la esencia que les llevó a ser abanderados del bubblegum y la nueva ola norteamericana de los setenta: brillantes guitarras y melodías, voces y armonías precisas, y pasión e ilusión de juventud. El problema es que ya no son tan jóvenes y sus nuevas canciones resultan menos vitaminadas que las de antaño.
En el disco no hay singles como aquellos Rock and roll is dead de su debut The Rubinoos (Beserkley, 1977) o I wanna be your boyfriend de su Back to the drawing board (Beserkley, 1979), pero en líneas generales Twist, pop, sin tiene una factura impecable: desde la californiana She won’t let met, tema con el que comienza el álbum, hasta una divertida Altamont, con la que The Rubinoos lo cierran demostrando sus dotes vocales al prescindir de todo instrumento. Entremedias, emotivas canciones como Someday o Pain killer se alternan con el ritmo de otras como In the worst day, You started y Nobody said life was fair, o baladas más tradicionales como Another side of you o Gone gone gone. Todo un recital de buenas canciones que pueden gustar o no, pero garantizan la pervivencia del pop.