Tras el anuncio de una nueva separación indefinida de Black Crowes, los hermanos Robinson continuaron viaje por sendas diferentes. Mientras que Rich publicaba el para muchos descafeinado Through a crooked sun (2011), Chris completaría 118 conciertos por territorio norteamericano. Para ello reclutó a algunos amigos y compañeros, entre ellos Neal Casal y el teclista de los Crowes, Adam MacDougall, y los rebautizó como The Chris Robinson Brotherhood, una hermandad que completarían George Sluppick (batería) y Mark Dutton (bajo). Tras la extensa gira, la banda entró directamente al estudio para registrar unas composiciones que se habían ido gestando en la carretera, saltando de escenario en escenario.
Big moon ritual (Silver Arrow Records, 2012) viene a confirmar los derroteros que los Crowes tomaron hace algunos años, esos en donde el rastro de grupos como los Faces o los Stones se difumina en favor del rock sureño, California y los Grateful Dead. Nos encontramos ante siete extensas piezas –Tulsa yesterday alcanza los doce minutos- que componen un disco de espíritu puramente retro y en donde los temas, por momentos, parecen fogonazos extraídos de una interminable jam session grabada a principios de los setenta. Difícil, por tanto, destacar algún momento frente a la homogeneidad de un conjunto más que notable. Por otro lado, en unos días se edita The magic door, un álbum que nace de las mismas sesiones que este Big moon ritual. Ambos se grabaron a principios de año en los estudios Sunset Sound de Los Ángeles y bajo la supervisión del productor Thom Monahan. Seguimos frotándonos las manos.
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