The Beach Boys (Hoyos del Espino, Ávila, 21-07-12)
The Beach Boys han decidido celebrar por todo lo alto su medio siglo de vida. Junto al lanzamiento de That’s why God made the radio (Capitol, 2012), la formación original -exceptuando a Carl y Dennis Wilson por razones obvias- ha recorrido gran parte del territorio norteamericano en la primera mitad del año. Hace unos días pisaban Hoyos del Espino, en Ávila, para ofrecer su primer concierto en Europa dentro del festival Músicos en la Naturaleza, marco privilegiado de la Sierra de Gredos por donde han pasado, entre otros, Dylan, Mark Knopfler o Echo & The Bunnymen y que ahora presenciaba la aparición de una banda legendaria.
El grupo se rodea en el escenario de casi diez músicos, muchos de ellos pertenecientes a The Wondermints, banda que ha acompañado a Brian Wilson en los últimos años a la hora de recrear en directo discos como Pet sounds o Smile, tal vez los dos momentos más apreciados de su discografía. Como no podía ser de otra manera, también se ha unido a este aniversario Jeffrey Foskett en la tarea de reemplazar a Brian, de forma sobresaliente, en esos falsettos tan característicos e imprescindibles, además de colgarse la guitarra y ser la voz principal en varios temas del amplio repertorio.
En algo más de dos horas repasaron gran parte de sus éxitos, con un comienzo de ritmo endiablado que nos trasladó a su etapa más juvenil y desenfadada, aquella en la que forjaron un sonido inconfundible en donde la playa, las chicas y el surf quedan perfectamente retratados desde los primeros acordes –Little Honda, Hawaii, Catch a wave o Surfin’ safari siguen siendo inmejorables ejemplos de ello-. Mike Love se revela como el maestro de ceremonias, dirigiéndose al público cuando la ocasión lo requiere y escudado por el protagonismo intermitente de sus hermanos. A Brian, sin embargo, lo encontramos agazapado tras su piano, cantando ocasionalmente en momentos de infinita emoción -en Surfer girl, In my room y God only knows fue complicado no terminar con los ojos empañados- y recibiendo la mayoría de las ovaciones, especialmente cuando, de forma repentina, levantaba sus brazos o sonreía en lo que parecía ser un leve despertar de no se sabe qué tipo de sueño.
No pararon de sonar clásicos imperecederos –Heroes and villains, Good vibrations, Wouldn’t it be nice, California girls-, entre algunas versiones –Why do fools fall in love, Rock’n’roll music, Then I kissed her, California dreamin’– y una mínima representación de su último trabajo. Al final se despidieron con un Fun, fun, fun que volvía a zarandear por enésima vez la Finca Mesegosillo. Bailaban todos: abuelos de sesenta y pico años que se miraban con sorpresa ante los estupendos coros mientras sus manos permanecían entrelazadas, niños que coreaban la canción junto a sus padres o jóvenes que simplemente querían presenciar en vivo a una banda que rivalizó con los Beatles a la hora de crear algunos de los mejores discos del pop. Cientos de personas, en definitiva, que de una u otra manera estaban disfrutando del final de una noche que perdurará siempre en nuestro recuerdo.
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