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The Arcade Fire – Funeral

Cuando uno ve (y siente) la muerte de cerca no puede evitar que la impresión impregne todo lo que hace (y dice). The Arcade Fire huyen de la melancolía en su álbum debut Funeral (Merge Records, 2004), un entusiasta ejemplo de un duelo bien llevado. De origen estadounidense pero residentes en Montreal, el matrimonio Butler-Chassagne y compañía han «vomitado» un trabajo catártico en el que cantan a la vida, y también a la muerte. La vida y la muerte de personas cercanas que fallecieron durante el año y medio que precedió a la grabación del disco, y que contrasta con la unión Butler-Chassagne seis meses antes. Funeral es post-punk sin dramatismos, un influjo de energía vital, una celebración. Pero reflexiva, sin la frivolidad de Franz Ferdinand ni la amargura introspectiva de Joy Division.

Alejando la vista de su núcleo canadiense y echando una ojeada al panorama mundial nos damos cuenta de que en estos años de revival ver, oír e interpretar (que no imitar) otras épocas es algo habitual en las portadas de los medios de comunicación musicales, y ello nos invita a sentir más ganas de «abrazar» esos discos más personales y originales que aquellos que engloban sonidos y sentimientos más habituales. ¿Entonces qué aportan The Arcade Fire? Se ha nombrado el post-punk como punto de partida -los ritmos más habituales que podremos encontrar a lo largo del disco tienen mucho que ver con ello-, pero si hay algo con huella propia es la intensa vitalidad que desprende el álbum, algo no habitual teniendo a la muerte como el episodio vital más influyente. El ejemplo más certero puede ser la insuperable Neighborhood #1 (tunnels). La combinación del ritmo con la íntima y superlativa emotividad evoca un optimismo melódico duramente trabajado, nada usual pero sí apropiado para este principio de siglo XXI marcado por acontecimientos como los acaecidos en Nueva York, Iraq, Afganistán, Madrid o Indonesia, por citar algunos ejemplos.

En el plano puramente musical, destacan la voz de Win Butler y la variedad instrumental como los puntos de anclaje que quizá dan mayor sentido al concepto del grupo. El Bowie más desgarrado con el tono melódico de David Byrne puede ser una macedonia lo suficientemente cercana a los de Montreal. También ese multiinstrumentismo empleado en el disco es destacable: aquí no son suficientes guitarra, bajo, batería; en el trazado se suman xilófonos, acordeones, órganos o sintetizadores. Los arreglos instrumentales han sido mimados de manera especial y con atención en Funeral, que por momentos, puede recordar al cuidado y la épica de los Flaming Lips.

Pero no sólo de ritmo y agitación se alimenta el entusiasmo que transmite el disco. Aquí caben canciones más tranquilas como Une année sans lumière o Neighborhood #4 (7 kettles), donde se muestran esos detalles instrumentales (violines, sonido acústico) que le dan un aspecto delicado. Este coqueteo constante con los sonidos más emotivos, ésos que surgen de lo más profundo de uno mismo, puede hacer confundir a The Arcade Fire con una banda emo, lo cual no sería correcto, ya que no deberían tomarse las intenciones o armonías de una canción por la forma en la que están representadas. Es aquí donde se engrandece la obra de The Arcade Fire; se puede aludir a multitud de referencias, desde la explosión musical del 78-82 (power-pop, post-punk, after-punk, etc…) hasta otras facetas más antiguas (Bowie) o más contemporáneas (emo), pero nunca se podrá definir a través de ellas de manera definitiva lo que significa Funeral que resulta, en definitiva, uno de los álbumes más sobrecogedores de los últimos años.

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