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Russian Red – I love your glasses

Esta chica te tiene que gustar. Tiene veintidós años, una voz impresionante, toca la guitarra y canta en un inglés muy aceptable. Además, parece simpática, es mona y tiene estilo usando gafas de sol. Su música te transporta a mundos intimistas y desiertos, te retuerce el alma y te obliga a reflexionar sobre las tardes lluviosas. Con bastante menos, alguna ha llegado a ser primera dama en la Francia de Sarkozy.

Por si fuera poco, el patio está caliente. Bajo una aparentemente silenciosa promoción, Lourdes Hernández ha ido ocupando espacio mediático y ha inundado de «youtubes» los blogs más enfermizos. Todo ello ha creado una expectación inusitada con su primer trabajo en plástico, I love your glasses (Eureka-Pias Spain, 2008), un álbum, para muchos, memorable. Y para otros, imprescindible. Lo dicho, te tiene que gustar.

Su voz quebradiza y conmovedora nos recuerda, a primera vista, a multitud de «chicas con guitarra acústica» de la historia musical. Dependiendo de la hora del día te puede sonar a Joan Baez, Dolly Parton, Cat Power, Chan Marshall o –lo siento, amigos- Leonor Marlango. Sin embargo, cada canción tiene su color y cada acorde, su brisa. Es decir, Lourdes consigue su espacio propio jugando en varias canchas y demostrando una arrolladora personalidad que, sin duda, estimula la producción de Fernando Vacas.

Como no podía ser de otra forma, el disco se abre con la ya popular Cigarettes, punta de lanza y tarjeta de presentación de Russian Red en todos los escenarios. Después, dispara una estremecedora No past land que, con una sencillez pasmosa –acústica, eléctrica dibujando melodías y leve percusión- eleva la voz de Lourdes a lo mejor de sí misma. En el primer single, They don’t believe cambia de registro y con la voz doblada y el piano juguetón consigue casi un estribillo pop. Y sigue la variedad: Gone, play on nos excita, Take me home nos viste de vaquero del Medio Oeste y, por supuesto, una inolvidable versión de Girls just want to have fun, de Cindi Lauper, nos demuestra que ser triste es algo más que una actitud.

Sin ser redondo –a veces peca de cierto ensimismamiento o afectación-, I love your glasses confirma un valor seguro y augura un éxito a lo grande. Puede que algunos enamoradizos con cuatro lecturas existencialistas y una mala escucha de Bob Dylan se sumen a la marea de Russian Red animados por la fragilidad de esta «bella dama» que, por si fuera poco, inició su aventura musical en el Buho Real, antro de hippies, olor a tabacazo y gentes de mal vivir. Pero eso no debe importarnos. El debut de Russian Red es, sin duda, una buena noticia para esta refrescante primavera musical que estamos viviendo. Lo dicho, te va a gustar.

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