[Reseña] Yak – Pursuit of Momentary Happiness
Vive como piensas
El regreso de los ingleses Yak, tres años después de su aplaudido debut, tiene mucha historia detrás que os vamos a resumir. En pocas palabras, el álbum empezó a gestarse en Melbourne con ayuda de Kevin Parker (Tame Impala) y Jay Taylor (Pond), no salió bien y Oliver Henry Burslem se volvió a Inglaterra con los bolsillos vacíos, sin pasta ni disco. Y fue precisamente en ese contexto de extremada carencia, sin casa propia, viviendo entre su coche y el estudio, cuando le vino la inspiración. En el proceso encontró la ayuda de Jason Pierce (Spiritualized), grabó con él en los míticos RAK Studios de Londres y el disco acabó de mezclarse en Nueva York, tras lo cual finalmente fue editado por Third Man Records (el sello de Jack White) y la multinacional Virgin EMI. Un álbum, por tanto, que ya había dado la vuelta al mundo antes de nacer.
El caso es que, más allá del origen y la anécdota, Pursuit of Momentary Happiness traduce a la perfección el estilo de vida que llevó Burslem durante su concepción: alejado totalmente de la codicia –“Were you looking for some fame like a moth to the flame?” (Blinded by the Lies)–, poniendo a prueba sus propios límites (lean Fried) y solo preocupado por encontrar el siguiente instante de felicidad momentánea. Se nota en su música: una combinación de músculo rockero y piezas espaciales, orquestales y despreocupadas; y se nota en sus letras, que se acercan al discurso reivindicativo anticapitalista con versos como “but what if you’re born with nothing? / That makes you the underdog / Man, you’re in a different class” (Bellyache), “You’re some kind of animal / Or just a white male carnivore / (…) you must have a heart that must be made of stone / (…) The pillar of your society has no clarity” (White Male Carnivore) o “Lord, through all the struggle, it’s gonna taste much sweeter / Than if you had it all on a plate or on a silver salver” (Pay Off vs. the Struggle).
Por otra parte, como disco de rock es una maravilla: tiene garra, arrojo, personalidad, y al mismo tiempo una variedad de acentos formidable. La inaugural Bellyache, por ejemplo, esa magnética mezcla de garage, stoner, flow y psicodelia setenterea, puede recordar tanto a Tame Impala como a Gorillaz. Fried, sin embargo, huele más a las humeantes brasas de un destartalado southern rock o de un garage-americana. ¡Pero hay más! Blinded by the Lies es un corte incendiario y muy potente con alma punk (“Kick ‘em in the face / Kick ‘em in the face”); Pay Off vs. the Struggle podría ser obra de Hookworms, Tame Impala y Kula Shakers envalentonados con la misma droga kraut, recogiendo y envenenando algo del espíritu Madchester; White Male Carnivore suena a Parquet Courts o Protomartyr, violenta y post-punk, pedregosa y cruda; y Laying It on the Line, ese urgente, desafiante y oscuro clamor de justicia, podría ser la mezcla perfecta entre The Horrors y Jefferson Airplane, o la historia de amor y sexo resultante de cuando King Gizzard conocieron a Pond.
La calma, por el contrario, la aportan temas como Pursuit of Momentary Happiness, una balada anestesiada que acaba fibrosa y cercana a Foxygen, la melódica y orquestal Words Fail Me, una muy plácida y satisfecha Encore o This House Has No Living Room, el espacial corte final, donde colabora más visiblemente (con voces) Jason Pierce. Éstas reflejan, de algún modo, una respuesta clara y auto aplicada frente a la codicia que padecemos como sociedad de consumo, envidiosa y nunca suficientemente saciada: contentarse con el bienestar inmediato, con la felicidad momentánea.
El disco arranca con el mantra You’re tired of greedy bodies repetido ocho veces, y acaba con un tema que nos invoca a cuidar de nosotros mismos y a ser, al manos a nuestros ojos, transparentes. “It’s the body you draw / Or the shell that you wearin’ / ’Til the day that you die / It’s your house”, aconseja Burslem en compañía de Pierce. Traducido a un lenguaje clasicista podría ser una actualización del mens sana in corpore sana; o, dicho de otra manera: vive como piensas.