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[Reseña] The Cure – Songs of a Lost World

En muy pocas ocasiones hemos podido disfrutar de las canciones de un álbum en vivo antes de que se haya dispuesto su versión en estudio. Este proceso, que en el caso de este disco fue involuntario, podría convertise, quién sabe, en un nuevo modelo de creación, en el que el músico puede sentir la reacción de la gente antes de que el disco se haya grabado. Así en las canciones de Songs Of A Lost World, el 14º trabajo de la banda británica The Cure y el primero en 16 años, prácticamente todas las canciones del álbum fueron tocadas en vivo antes de su lanzamiento, de tal forma que el grupo logró una nueva dimensión emocional gracias a la reacción del público y a la forma en que la banda aprendió a vivirlas y tocarlas.

En ese sentido, en todos los discos de The Cure hay un nexo común ambiental, un que pocas bandas son capaces de lograr, un «estado de ánimo» como lo define el propio Rober Smith: “Quería que este álbum tuviera una atmósfera. Algunos discos de Cure son temáticos. ‘Desintegtration’, ‘Pornography’ o ‘Bloodflowers’ tienen una atmósfera, un núcleo emocional”. El disco tuvo una gestación bastante convulsa ya que estaba previsto para celebar el 40 aniversario de la creación del grupo.

El líder de la banda británica cumplió 65 años el pasado mes de abril, una edad que no tendría que ser significativa en la actualidad discográfica cuando Dylan con 84 sigue en gira permanente. Sin embargo Songs Of a Lost World aborda temas profundos, como la pérdida y la muerte, con canciones como la hermosa I Can Never Say Goodbye, dedicada al hermano desaparecido de Smith, que conectan con esas atmósferas oscuras y atormentadas que caracterizó los momentos más intensos de la discografía de la banda. Es un álbum compuesto para los fans incondicionales de sus raíces góticas, hasta tal punto que las canciones de la discografía de The Cure que más encajan en este disco no son precisamente las más populares, de hecho, son las que más han estado tocando en vivo en sus últimas giras, joyas perdidas que normalmente no formarían parte de un greatest hits. Si el propio Robert Smith ha declarado, por ejemplo, que Untitled (de Disintegration) sea una de sus canciones favoritas de The Cure, es un signo demostrativo de que en este disco vas a encontrar canciones densas y crudas, más instrumentales que cantadas, envueltas en muros de sonidos de guitarras y bajo (Warsong, Endsong) hasta extremos caóticos y ruidosos, que pintan un panorama sombrío y devastador, pero también escalofriante y épico (Endsong), en la línea de canciones de su discografía como Cold (Pornography),  If Only Tonight We Could Sleep (Kiss me, Kiss me, Kiss me) o To Wish Impossible Things (Wish).  Con todo,  Smith simplificó el álbum, reduciendo la lista de canciones original de 13 a 8, para asegurar un flujo emocional más efectivo, equilibrando la carga emocional de las canciones con la inclusión de temas menos opresivos y fúnebres, manteniendo al mismo tiempo la oscuridad y reflexión que caracteriza al álbum. Por ello hay espacio para melodías más reconocibles de su discografía como Drone:NoDrone o All I Ever Am, esta última con una producción más pesada pero con un espléndido trabajo de guitarra de Reeves Gabrel. Ni la voz de Robert Smith ni su nihilismo rebelde han envejecido. Songs of a Lost World es un honesto y formidable regreso a la primera línea para una banda que podría estar perfectamente ya de retirada tras sus días de gloria. Y efectivamente, están de retirada. Pero este sólo es el comienzo.

 

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