[Reseña] Tebas Land (Teatro Cervantes, Málaga, 16/01/19)
Según la directora Natalia Menéndez, el texto de Sergio Blanco es la tragedia más inquietante que ha leído en este inicio de siglo
Son enormes los nombres propios que sobrevuelan Tebas Land, obra del uruguayo Sergio Blanco dirigida aquí por Natalia Menéndez, realizadora que entre 2010 y 2018 estuvo al frente del Festival de Teatro Clásico de Almagro. Reflexiones de Freud y Maupassant, Los hermanos Karamazov de Dostoyevski o el Edipo Rey de Sófocles impregnan el montaje con el objetivo de «plantear un verdadero desafío escénico». Pablo Gómez-Pando interpreta a S, un dramaturgo que tiene el firme propósito de trasladar la historia del parricida Martín Santos a los escenarios. Para ello mantendrá una serie de entrevistas con el asesino en la cancha de baloncesto de la prisión, elemento que desde el primer momento se revela esencial: la pista, igualmente jaula, delimitará lo real (fuera) de la ficción (dentro) que se va cociendo ante nosotros. Un impecable Víctor Sevilla se desdobla para encarnar tanto a Martín como al actor que se encargará de representarlo sobre las tablas, desplazándose de un registro a otro —sin apenas transición— al salir o entrar al recinto de metal o al colocarse un rosario de pétalos de jazmín y rosas.
En este ejercicio de metateatralidad, cercano por momentos a las narraciones más trascendentes de Emmanuel Carrère, las cuestiones a tratar se multiplican. Más allá de la tremebunda descripción del acto en sí —Martín asesta una veintena de puñaladas a su padre con un tenedor—, el texto sugiere preguntas que engendran otras; su mecanismo es similar al de la lectura, que, lejos de ofrecer respuestas y soluciones, esboza nuevos interrogantes. De ahí, claro, que continuemos pasando páginas sin descanso. El cariño y hasta la ternura que nos llega a producir el parricida demuestra una vez más, al igual que ya ocurriera con turbios personajes contemporáneos como Tony Soprano, Don Draper o Walter White, el enérgico vínculo y la impetuosa atracción que este tipo de ficción, de protagonista, genera en el espectador. El sentimiento de culpa que podamos albergar al alinearnos con el enemigo será conveniente achacárselo a nuestro Tebas Land particular, territorio grisáceo, confuso e indeterminado en donde la naturaleza humana también se muestra fértil.