[Reseña] SOHN – Rennen
Buscando la vertiente adecuada
Cuando el pasado verano SOHN declaró en una entrevista con Indiespot que su nuevo álbum sería más valiente, no nos imaginábamos que su renovado brío nos conduciría en tantas nuevas direcciones. Más que el acto de consolidación de una fórmula ya triunfal en Tremors, su álbum de debut, Rennen, su segundo trabajo, parece un ejercicio de estiramiento de su estilo llevado hasta el extremo de casi romperlo. El proyecto unipersonal de Christopher Taylor, un productor británico que se dio a conocer tras mudarse a Viena, arrancó con buen pie allá por 2013, cuando el prestigioso sello 4AD le fichó para que publicara con ellos su álbum de debut tras el lanzamiento de algunas buenas canciones. Aquel notable primer disco refrendó sin duda las apuestas del sello, pero en esta nueva entrega lamentablemente no ha estado a la altura.
Desde un plano electrónico cercano al de James Blake o How To Dress Well, la fórmula de SOHN descansa en la sugerente y estilizada voz de su creador –con acento R&B contemporáneo–, unida a unas bases por lo general sutiles en las que prima la capacidad evocadora y ambiental frente a la rítmica pura y dura. En Rennen, sin embargo, este mismo discurso resulta demasiado disperso y no le ayuda a ser cada vez más reconocible. Tal vez se deba a la propia voluntad del artista de ir más allá de los terrenos sobre los que ya había trabajado, pero cuando una expansión estilística se hace en 360º el resultado no suele significar un avance o una consolidación en sentido neto.
Se hace complicado distinguir cuál es la raíz verbal del nuevo paradigma de SOHN, por lo que Rennen termina por digerirse como disco incómodo. Es normal que el oyente se sienta descolocado en varios de sus pasajes, encontrándose cosas quizá excesivamente diversas a la vuelta da cada esquina. Las línea más claramente apreciable, la que nos conduce por el camino de vuelta hacia James Blake, está representada por la espaciosa y sutil Signal, por Primary –que arranca donde James Blake y acaba junto a SBTRKT –, por la emocional Rannen y por la creciente y elegante Proof: temas donde la conjugación entre voces y electrónica resulta notable aunque ligeramente favorable a las primeras.
Sin embargo, SOHN parece ir un paso más allá en cuanto a interpretación vocal con respecto a su principal inspiración. Conoce y controla perfectamente el potencial de sus agudos y en varias ocasiones coloca su voz bajo un enfoque claramente protagonista. Reduce al mínimo la instrumentación de su planteamiento musical ciñendo su voz desnuda en Still Waters y en Harbour, la pieza final –con un último arranque rítmico que se habría disfrutado más colocado con anterioridad–, y la eleva a tamaños monumentales en los primeros dos cortes del álbum: a cotas de soul industrial –tipo Algiers– en Hard Loquor y de pop y R&B contemporáneo –tipo The Weeknd– en Conrad, probablemente la mejor canción de Rennen.
La tercera y última gran línea argumental de la expansión estilística de SOHN en su segundo álbum señala directamente a Animal Collective (o a Panda Bear) y a su caleidoscópico juego de colores y formas. Dead Wrong y Falling, seguramente los cortes más incomprensibles de todo el metraje, se yerguen más que ninguna otra canción del disco sobre beats que resultan repetitivos y un tanto bizarros. Un concepto algo discutible de lo que significa la sofisticación.
En total, haciendo cuentas, resultan quizá demasiadas nuevas referencias para un estilo que no parece haberse quitado de encima los andamios, plásticos y cubos de pintura necesarios para su todavía inacabada construcción. No es que sus canciones, cogidas una por una, hayan perdido del todo la capacidad ambiental y paisajística que nos robó el corazón a razón de su álbum de debut, pero donde esperábamos un claro paso adelante se ha producido uno que más bien parece ir de derredor, como si SOHN todavía estuviera buscando la vertiente definitiva por donde canalizar su inspirada música. Y, no lo duden, llegará el día en que la encuentre.