[Reseña] Peter Silberman – Impermanence
Shhhh…
Hay momentos en la vida en los que uno lo que necesita es paz, orden y silencio: sensaciones armónicas y diáfanas que lo sanen y lo aclaren todo. En el caso de Peter Silberman, líder de The Antlers, el detonante de esa necesidad fue una dolencia de oído que casi acaba con su percepción auditiva, motivo por el que se entiende a la perfección el tono silencioso y pausado de su último trabajo, el primero oficialmente en solitario fuera de las fronteras de su banda. Impermanence es una oda a la calma, a la reparación, a las segundas oportunidades y a la temporalidad de los cuerpos. Un disco para escuchar en la soledad de una mañana de domingo.
Aunque el proyecto de The Antlers surgió de la habitación individual de Silberman hace ahora 11 años, y pese a que ya en su último álbum mostró una cara eminentemente más dilatada y translúcida que en los anteriores, es en este primer trabajo en solitario del músico de Nueva York donde más radicalmente se ha registrado la transformación de su expresión musical. Familiars, fechado en 2014, presentaba formas majestuosas y tranquilas que silenciaban gran parte de la rítmica indie de The Antlers, pero su calidad, calidez y aparente coherencia con las nuevas inquietudes de su principal responsable otorgaron al material un halo de incombustible verdad que nadie se atrevió a criticar.
El gran salto estilístico de Silberman, en cualquier caso, se ha producido este 2017 con la publicación de Impermanence: la impecable traducción del momento vital de un músico que ha estado a punto de perder el que probablemente es su sentido más preciado.
El valor restaurador y terapéutico del álbum queda claro desde los primeros versos de Karuna, extenso tema de 8 minutos que abre y anticipó, en su día, el disco. “I’m disassembling, piece by piece / (…) They checked my flesh / They checked my heart / They can’t detect my faulty parts / But they say you’ll heal me / Can you heal me?”. Su extremada dilatación, el goteo lento de notas de guitarra y el lamento lacerante y latente que sugiere marcan desde el primer minuto el particular tono de Impermanence, un disco de apenas media hora que repara y relaja más que dos o tres de spa.
Pero los temas más recurrentes del apartado lírico de Silberman en esta nueva entrega nos dirigen hacia la temporalidad del ser, en un itinerario que nos aleja del ruido, nos acerca al silencio y nos pone en contacto con todo aquello que más importa mientras estemos en este mundo. “Our bodies are temporary / Let it be known / From the start we start to lose them”, sentencia en Maya; “Time is all we have / I hope I have enough / Enough to show you love / Before my time is up / (…) Take a pause / Instead of deafening nonsense / Share silence”, reclama en Ahimsa.
Ese aprecio por el silencio, remarcado en cada nota, en cada pausa, en cada minuto de cocción a fuego lento, adquiere un interesante matiz en New York, donde describe la ciudad como fuente de bullicio y de ruido constante: “Hammer clangs, sirens in the park / (…) Blaring brakes, trapped trucks / Honking horns, hissing buses stuck / Shrieking trains barreling berserk”. Y también está muy presente en ‘Gone Beyond’: “I’m listening for your silence / But God, there’s so much noise / (…) I echo in your absence / Voiceless as a swan / I want you to hear what I hear / The sound that I found to replace you while you were gone”.
En definitiva, Impermanence es un disco temático tanto en la forma como en el contenido. Un disco que es a la vez el resultado de una terapia y la terapia en sí misma. De aquí en adelante debería servirnos como recordatorio, sin pasar por el mal trago que pasó Silberman para llegar a esta conclusión, del valor del silencio, del orden, de la paz y de la armonía. Una herramienta para sintonizar con el sonido interno de cada uno.