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[Reseña] Moses Sumney – Aromanticism

El nuevo humanismo vuelve a ser individualista

Cuando se dice que la música es una forma de vida, la frase se puede entender también en el sentido más literal. No es solo una manera de vivir: es un organismo vivo, un ser abstracto que muta, evoluciona con el tiempo y elige la mejor estrategia de supervivencia para su especie. Puede haber épocas de estancamiento en las que los cuñados dicen eso de “ya está todo inventado”, pero entonces siempre hay alguien que va más allá, que triunfa haciendo algo distinto, y al que todos, antes o después (o los más listos primero), siguen. Hasta que la cosa se vuelve a estancar, y luego hay otro genio que da otro paso provocando que otros le sigan. Y así sucesivamente. Cambiando, sobreviviendo. Siendo individualista.

En ese sentido, y echando la vista atrás, el asombroso álbum de debut del californiano Moses Sumney parece el último eslabón de una cadena de evolución de la música contemporánea que reconoce entre sus mesías a James Blake, Bon Iver, ANONHI o Sampha. Nacido hace 27 años en San Bernardino pero criado en Ghana, Sumney no era un desconocido entre la élite musical cuando publicó el pasado septiembre Aromanticism con el sello Jagjaguwar: Chris Taylor (de Grizzly Bear) le había animado a que grabara sus canciones, Karen O primero y Sufjan Stevens y James Blake después se lo llevaron de gira, y Solange le incluyó entre sus colaboradores para su celebrado A Seat At The Table. Pero lo que Sumney ha sido capaz de crear en solitario y siendo protagonista y narrador de su obra, ha ido mucho más allá de las expectativas.

Para empezar porque recoge el esfuerzo innovador de los artistas citados, en una labor que ha logrado conjugar de nuevo muchos de los géneros tradicionales desde la imposición de la electrónica en la base de la producción. ¡Y encima ha dado un paso más! Acorde con los tiempos de la postverdad y de la identidad queer, Moses Sumney hace una doble apología (lírica y musical) de la no afección/vinculación/identificación si es ciega e interesada; y una de las formas que tiene de expresarlo es no adscribiéndose férreamente a ningún estilo en particular. Parece una locura pero, pese a haber leves trazas de R&B (Plastic), pop orquestal, jazz o downtempo, Aromanticism es también un álbum agenérico, si es que existe el concepto y el término. Es un trabajo individual, solitario y, de algún modo, aislado en una especie de limbo a salvo del dolor y la tensión. “Fue como trabajar en la oscuridad”, aseguró a El País.

Decimos que también es un álbum agenérico porque, fundamentalmente, Aromanticism es un disco aromántico en su apartado escrito. No tanto anti-amor, y ni mucho menos asexual, sino con un discurso contrario al amor romántico, entendido como aquel que ha sido creado por el capitalismo para vender más en San Valentín, como esa construcción del entorno socio-económico que te empuja a compartir tu vida con cualquiera antes que a disfrutarla en soledad. Con una lírica escueta pero muy poética y exquisita, Sumney profundiza a partir de ahí sobre la condición humana, haciendo gala de una voz negra privilegiada, que se contonea con la gracilidad de una llama fina y que manda sobre instrumentaciones mágicas y sugerentes en cada partitura.

Está la visión doliente y sombría de Doomed, pieza desnuda y solitaria, minimalista y atmosférica, en la que directamente se pregunta “Am I vital / If my heart is idle? / Am I doomed?”. ¿Existe otra forma de estar en el mundo si no es junto a alguien? Y también está la punzante y crítica de Lonely World–uno de los temazos del disco, con Thundercat al bajo–, que, en una progresión orgánica que acaba en escándalo, en una orgía de ritmos y armonías vocales, asocia la soledad a la condición humana junto a la mismísima mortalidad: “After all the laughter, emptiness prevails / Born into this world with no consent or choice / Lonely, lonely (…)”.

Pero la norma general es un discurso que nos llega desde el más absoluto equilibrio emocional. “You need a solid, but I’m made of liquid / (…) And I’ll call you when I feel finally free / (…) But all I know is I can’t go away with you with half a heart”, dice en la concisa Don’t Bother Calling. “I’m not tryna go to bed with you / I just wanna make out in my car”, susurra tranquilamente en Make Out in My Car, un corte a caballo entre el r&b sintético, un pop orquestal en off y el downtempo, con flautas y clarinete. Y se respira verdadero placer y autosuficiencia en las finales Indulge Me y Self-Help Tape. Aunque la mejor argumentación aromántica la encontramos en Quarrel, cuya instrumentación sinuosa y gutural, con preciosos detalles de harpa, da paso a un excitante tramo final –en el que también aparece la sombra de Radiohead– de acid-jazz. “We cannot be lovers / ‘Cause I am the other”, reflexiona aquí, pues no hay amor mientras podamos ser oponentes, antagónicos o “un otro” frente a nuestra pareja, y no una unidad.

En definitiva: haga borrón y cuenta nueva. Moses Sumney ha llegado para quedarse. Para abanderar la ruptura de todos los cánones que conocíamos e ir más allá. Pronto otros muchos le seguirán. El nuevo humanismo vuelve a ser individualista.

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