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[Reseña] LNZNDRF – LNZNDRF

lnzndrfMás allá de la sombra más larga.

Esta especie de código de seguridad para transferencias bancarias es en realidad la unión de consonantes del nombre de tres músicos: Ben Lanz, colaborador habitual de Beirut y Sufjan Stevens, y los hermanos Bryan y Scott Devendorf (The National). Fácil, ¿no? LNZNDRF. Su nacimiento como banda, como súpergrupo en realidad, fue una de las primeras grandes noticias de este año, presentándose de golpe con tres canciones y una muy avanzada identidad musical, cercana a The National, pero no tanto como para equipararse al fiasco de EL VY, el proyecto paralelo de Matt Berninger. Aunque pueda parecer un cruel y gratuito sacrilegio, es posible que una de las claves del más que probable éxito de LNZNDRF sea precisamente la no presencia del barítono en sus filas. De hecho, esta nueva banda casi podría definirse como instrumental, ya que cuatro –las mejores– de las ocho canciones del disco que acaban de publicar carecen de apartado vocal. Sin ánimo de hacer menos a Berninger, LNZNDRF son como el desmelene de la instrumentación de The National sin la elegante y necesaria dictadura de su vocalista. Una liberación que descubre un horizonte denso y amplio que apetece explorar.

En ese sentido, LNZNDRF, el disco, no es una obra que se caracterice precisamente por ser del todo homogénea. Más bien parece materializar la visualización de un horizonte en 360º, resultando más un muestrario de habilidades que un manifiesto claro y cerrado de una nueva dirección. Y lo mejor del asunto es que el epicentro de ese horizonte panorámico no es el sonido de The National: está cerca, sí, pero el álbum ni orbita ni parte en absoluto de él. El punto más próximo sin duda es ‘Beneath the Black Sea’, con esa especie de oratoria pausada y grave al estilo Berninger y ese inconfundible sabor a épica aristocrática en todas las cuerdas; pero más allá de ahí, la música de LNZNDRF se parece a la de The National básicamente en el tipo de adjetivos que los periodistas usamos para describirla, con un extra de intensidad y de protagonismo instrumental, y un acervo rockero bastante más desarrollado. Un tejido orgánico, engarzado con la fuerza de una guitarra, bajo, batería y teclado, que por momentos se parece al vuelo natural y disciplinado de una bandada de aves de lago.

El disco se abre con ‘Future You’, una espectacular y desafiante pieza instrumental de siete minutos que pone de relieve todo el nervio y el carácter de LNZNDRF como banda. Guitarras con un importante peso específico, con efectos y distorsiones calculadas, mucho volumen, y una combinación de bajo-batería capital. El mismo modelo se repite en varias de las mejores canciones del disco: en esa mitad instrumental, y en el trasfondo de algunas de las demás. En el de ‘Beneath the Black Sea’, por ejemplo, un temazo con todas las letras aunque nos resulte tan familiar; o en el de la monumental ‘Mt Storm’, en este caso al servicio de una atmósfera catalogable como potente rock espacial: con firmes guitarras que se incrustan en la tierra como pilares infinitos. ‘Kind Things’ cierra la primera mitad del álbum con una deriva más rítmica que melódica, pero manteniendo en alto el protagonismo de una guitarra chillona, caprichosa y algo chulesca, que demuestra poder adoptar casi cualquier forma.

Luego la segunda mitad del disco resulta sensiblemente menos estimulante que la primera, pero merece la pena por dos temas que absorben y acaparan casi toda la energía restante en la propuesta. Por una parte ‘Hypno-Skate’, un ejemplo del tipo de rock progresivo que practican Mogwai o M83, con una luz cegadora al final del túnel; y por otra ‘Samarra’. Esta última, que además cierra el disco, encarna seguramente el lado más asilvestrado de los tres músicos: una especie de manual de supervivencia contra la guerra de guerrillas, que crece directamente del barro a base de electricidad. El típico tema que, en directo, termina con las guitarras acopladas a los altavoces en un ruido infernal que podría alargarse hasta el infinito. Así, más allá de la definición de un camino nuevo por el que apostar como músicos, los Devendorf y Lanz se han dedicado más bien a definirse a sí mismos como músicos instrumentales; o al menos, en una vertiente desde la que pueden reivindicar su calidad y categoría como tales. Que vaya si la tienen.

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