[Reseña] La autora de Las meninas (Teatro Cervantes, Málaga, 17/09/2017)
En un momento de la obra, Sor Ángela (Carmen Machi) le confía a Adrián (Francisco Reyes) una de sus creencias más polémicas: la originalidad está sobrevalorada. Es una sentencia atrevida y ya formulada con anterioridad pero que, al igual que el instinto, conviene sacar a pasear de forma intermitente. Enrique Vila-Matas, sin ir más lejos, insistía sobre ello en su última novela, Mac y su contratiempo, así como en las distintas entrevistas que concedió durante la promoción del libro. En ellas llegó a manifestar que la originalidad no existe: todo es variación y repetición. Parece ser que el cometido del arte contemporáneo es incidir sobre ideas ajenas para modificarlas y adecuarlas a una actualidad siempre escurridiza. Esta cuestión, abierta de par en par a charlas y debates inagotables, es parte fundamental del contenido por el que navega La autora de Las meninas, montaje dirigido por Ernesto Caballero que sirvió para abrir el pasado fin de semana el nuevo curso teatral en el Cervantes.
Nos situamos en el año 2037: la Unión Europea se ha ido al garete y en España, gobernada por el partido Pueblo en Pie en coalición con los socialistas, vuelve a circular la peseta por las calles. Hay apuros económicos, el estado del bienestar se ha esfumado y los jubilados andan enfurecidos. Respiremos: parece ser que Twitter e Instagram siguen gozando de buena salud. Con semejante panorama, Sor Ángela, célebre copista, recibe el encargo de reproducir Las meninas de Velázquez ya que el original se va a vender, junto a otros clásicos de nuestro patrimonio artístico, con la intención de intentar paliar los efectos de una crisis feroz. Este futuro, apetecible para muchos y peligroso para otros, es el punto de partida de una fábula definida por su autor como sátira distópica. El relato de la situación del país, marcado por el fuerte acento didáctico que le imprime Mireia Aixalà —y sin más objetivo, a ratos, que el de sumar algunas risas low-cost—, contrasta con la auténtica propuesta de la pieza, que no es otra que la de arrojar una cautivadora mirada al proceso de creación del artista, a las dicotomías que le acechan en el camino, a la indispensable vanidad del creador. Es ahí, toqueteando aquí y allá, donde La autora de Las meninas alcanza su verdadero esplendor.
El fantástico y agradecido delirio que propone Caballero es posible gracias a una magistral Carmen Machi, que ofrece aquí un recital interpretativo de altura, tanto en los primeros compases, más convencionales, como en una segunda parte felizmente psicodélica y desvariada. De hecho, no es descabellado colgarle a algunos retazos del último tercio de la función la etiqueta de experimental, palabra peliaguda y sólo válida, según dejó escrito John Cage en las páginas de Silencio, cuando la acción se entienda, no como la descripción de algo que luego será juzgado en términos de éxito o fracaso, sino simplemente como un acto cuyo resultado es desconocido.