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[Reseña] Foals – What went down

Para bien y/o para mal, siguen siendo Foals

what went down1Decepcionante entrega de Foals, pese a las expectativas. O, mejor dicho, precisamente por culpa de las altísimas expectativas. What went down, su cuarto trabajo discográfico, ha llegado a las tiendas hace menos de un mes, tras regalarnos los oídos durante todo el verano con una retahíla espectacular de singles, y ahora entendemos que en ella se mostraba, con diferencia, lo mejor del disco. Azuzados por un trabajo imponente y compacto como era Holy Fire, por sus incendiarios y soberbios directos, y por esas primeras pizcas de continuación, bastante en la línea de carrerilla de su anterior álbum, todos esperábamos por su parte una explosión sin paliativos de rock total. Una fórmula que sigue despegándose de su etiqueta math sin fundirse del todo en lo espacial, que coquetea tanto con la épica como con las pistas de baile, y que descansa, entre otras muchas cosas, en el carisma y el entrañable radicalismo amaestrado de su frontman Yannis Philippakis.

En cualquier caso, hablamos de una decepción que no rebaja del notable la calificación merecida por los de Oxford. No se entrevé ningún atisbo de duda, bloqueo o inercia – al menos no más de la debida, teniendo en cuenta de dónde vienen – en sus intenciones, aunque sí, tal vez, algunas concesiones al facilismo auditivo para llegar aún más lejos. Por eso es difícil que no terminen convenciéndonos a cada tema; pero temazos ocultos, joyas encubiertas que salen a la luz cuando rallas los hits, pocas. En general, y sin duda alguna, no logra superar el nivel de Holy Fire, aunque probablemente lo mantenga. Se esperaba un paso más, pero parece que tendremos que contentarnos con más zumo exprimido de la misma naranja. ¿Qué dónde falla? Pues básicamente en que es discontinuo. No da la sensación de bloque que daba Holy Fire, que fíjense la sombra que arroja. Las canciones de What went down parecen compuestas una por una, fruto de momentos sin entrelazar traducidos con higiene sobre la asepsia de un estudio. Entrados en materia en cada canción se disfruta, sí, pero nada nos recuerda a otra anterior, ni nos anticipa una venidera.

Es de esos discos que pronto dejas de escuchar en orden, rescatando momentos aislados a la carta. Un disco de descartes que, aun teniendo sus virtudes, podrían pasar al olvido por un contexto algo carente de riesgo. Hablamos de temas como Birch Tree – muy suelta, ¿un preámbulo para My Number? –, Albatross – previsible, como la línea melódica general del disco –, Give It All – a años luz del espejo de Sahara –, Night Swimmers – de beat cerrado y pellizco de cuerdas, a lo The Rapture: esta pónganla después de My Number – o London Thunder – buscando ese momento mágico para sus actuaciones en festivales –, que no valdrían para encabezar la propuesta general del disco por falta de auténtico carácter. Pese a que son buenos temas. Aplauso parte merecen Snake Oil y Lonely Hunter. La primera por sorprendente, con ese aire a Pixies tan refrescante; y la segunda porque parece la única – además de Mountain In My Gates – compuesta en caliente, sin tener en cuenta los millones de ojos que tienen puestos encima. Es natural, redonda y elástica; aunque tampoco valdría como hit rompehielos.

Así que el álbum se sustenta fundamentalmente en sus tres temazo principales: los tres primeros singles publicados durante este verano. 1) What went down. Un arrebato de rock sin concesiones ni florituras que nos anticipa una de las tónicas del disco: la escasez de cambios de ritmo, que sí de intensidades. Sin la aceleración de Inhaler, cumple más o menos su función levantando el telón por todo lo alto. Y a la luz del resultado final, quizá demasiado. 2) Mountain In My Gates. Bonita y accesible; sin tiranteces ni ataduras de ningún tipo. Si la primera presenta un plano largo y vertical, esta lo amplía aun más de manera horizontal y profunda. El listón sigue muy arriba. Y 3) A Knife in the Ocean. Fantástico cierre tras los altibajos. Espacial y abierta bajo un cielo nocturno, aporta la sensación de despedida que habría requerido un disco como Holy Fire, concebible y reconocible solo de principio de fin, con ciclo vital propio. Es una lástima que hayamos acumulado tantas expectativas, pero no por ello hay que desdeñar una obra con la que Foals siguen demostrando estar en muy buena forma.

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