[Reseña] Explosions in the Sky – The Wilderness
Un final feliz que nunca termina.
Una de las grandes virtudes de la –buena– poesía radica en que, más allá del entendimiento literal del lenguaje, somos capaces de captar en ella grandes verdades subjetivas con las que empatizamos sentimentalmente de manera casi automática, sin la necesidad de un razonamiento lógico de por medio. Explosions in the Sky, en su particular visión preciosista del post-rock instrumental, son en sí mismos un agente poético con gran capacidad de producir empatía; y hagan lo que hagan, siempre que mantengan la magia inexplicable de sus formas, sonarán preciosos y emocionantes. The Wilderness, su último trabajo, presenta algunos aspectos novedosos e incluso refrescantes con respecto a su fórmula habitual, pero manteniéndose fiel a la esencia del sonido de la banda. En líneas generales podría decirse que las atmósferas han ganado importancia por encima del efecto épico, de esa especie de narrativa dramática y expresionista, subyacente en toda su trayectoria, aunque sin abandonarla del todo. Ganándonos más por el decorado que por la historia. Como si –y perdonen el exagerado paralelismo– hubieran pasado de interpretar su papel de siempre del teatro al cine.
Las recientes incursiones de Explosions in the Sky en el mundo de las bandas sonoras pueden explicar, en parte, este fortalecimiento ambiental; clave, a su vez, para entender el aumento de sobriedad, aplomo y serenidad en su música, y también para disfrutar más y mejor la belleza propuesta en su nuevo disco. A diferencia de otros grupos del género, la formación tejana ha desechado siempre cualquier tipo de expresión sórdida, ácida o malsonante, caracterizándose por una cinemática siempre política y sentimentalmente correcta. Y The Wilderness, en ese sentido, parece representar su obra más completa. Todo lo que se respira en él es plácido y está libre de oscuridad: un horizonte amplio, limpio y seguro donde merece la pena criar a nuestros hijos. No hay tensiones de ningún tipo, más allá de la sana verticalidad de Disintegration Anxiety, el tema bandera del disco, y del ritmo contundente de Tangle Formations e Infinite Orbit, las dos más aceleradas. Así que ya no son solo explosiones aisladas de brillo en el cielo negro, son extensos halos de luz reflejados en la armonía.
De alguna manera parece como si Explosions in the Sky se hubieran alejado del borde del abismo, como si se hubieran quitado un gran peso de encima dejándose empapar por el optimismo. Y es una pátina que no les queda nada mal. Desde siempre intuíamos que la historia que nos contaban los tejanos estaba predestinada a acabar bien –todo entre comillas–, y eso es precisamente lo que es este disco: un maravilloso y eteno final feliz que nunca termina. Ya en los primeros compases, en la tenue y mágica Wilderness, se percibe ese filtro de serenidad, esa calma anestésica y nebulosa que invadirá hasta el último rincón del álbum. Una atmósfera que marcará la línea medular de mismo con temas como The Ecstatics, con su inabarcable espacialidad, Losing the Light, la fotografía viva de una naturaleza muerta, con el brillo cegador de Color in Space, o con la translúcida y paradisíaca Landing Cliffs, en un final de película de las que hacen llorar. Un cóctel de felicidad, nostalgia, y una extraña sensación de esperanza.
El mayor contraste de claroscuro del álbum lo encontramos en Logic of a Dream, donde la saturación inicial da paso a un vuelo casi acústico y sin apenas motor desde el que se divisa majestuoso todo el universo estético de la banda. Pero en general The Wilderness mantiene el equilibrio volcando su cuerpo hacia la luz, permitiéndonos contemplar en todo su esplendor el decorado y la ambientación que envuelve la narrativa de las cuerdas. Por todo ello, es posible afirmar que estamos ante una de las mejores versiones de Explosions in the Sky de toda su carrera: porque lejos de estancarse en un paradigma propio al que, a pesar de todo, siguen obedeciendo, y muy lejos también de arrojar los primeros signos de envejecimiento, los tejanos han encontrado una manera de refrescar y reavivar su fórmula. Y no es nada del otro mundo: solo han tenido que abrir el cielo, dejar que la luz penetrara en sus partituras de forma directa, y edificar las mismas estructuras de siempre desde la paz y la armonía.