[Reseña] boygenius – The Record
boygenius nació como la idea de una asociación de viejas amigas, Phoebe Bridgers, Lucy Dacus y Julien Baker, si bien este enfoque, a priori ingenuo, desde el punto de vista discográfico se entiende más, como el surgimiento de un “supergrupo”, una abstracción probablemente más pretenciosa que la inicialmente pretendida por ellas mismas. Probablemente la primera intención era la formación de un combo al estilo de Crosby, Still & Nash, dadas las influencias comunes de las tres en el folk-pop de Laurel Canyon, y, sobre todo, porque copiaron la pose del trío en la portada de aquel primer ep homónimo de 2018. En cualquier caso el resultado es muy parecido, la suma de tres estilos bastantes diferentes y muy definidos en un solo álbum, básicamente unidos por las armonías de voces, aunque todo muy bien cohesionado. Cinco años después de lanzar aquel ep homónimo, el trío ha recuperado la misma magia en su primer álbum completo.
En el álbum notamos, a veces de forma intencionalmente difuminada, las tres diferentes formas de entender la composición. Las melodías más rockeras – indie rock noventero básicamente, tal vez por eso mis favoritas- corren a cargo de Julien Baker, como en ‘$20’- una de las mejores canciones y con las armonías vocales más conseguidas- Satanist o Anti-curse, mientras que el folk más puro es aportación de Lucy Dacus, como en la oda dirigída a su mejor amigo True Blue, We´re in love o en Leonard Cohen donde Dacus se compara con el genio canadiense: «No soy un anciano que tiene una crisis existencial en un monasterio budista escribiendo poesía cachonda». En algunas de las canciones juegan a los equívocos y entretejen sus voces bastante similares intercambiando versos, como la country Cool About It o Not Strong Enough, esta última la más comercial del álbum. La composición “por capas” – con numerosos cambios de ritmo- y que mejor adaptan las armonías son las de Phoebe Bridgers, como en Revolution 0 el cierre con Letter to and end, una especie de memorable segunda parte de su Me and my dog. Emily I’m Sorry, también de Bridges, representa fielmente las contradicciones que líricamente se asoman a lo largo de todo el disco:. “Tengo 27 años y no sé quién soy”, canta Bridgers, “pero sé lo que quiero”. Todo apunta a que lo que parecía una colaboración ocasional se convierta– se plasma en la admiración sincera mutua que fluye en cada una de sus aportaciones- en una asociación permanente, a no ser que los egos- como suele ocurrir en los supergrupos- aparezcan de repente y todo quede en un bonito recuerdo.