Pájaro Sunrise – Pájaro Sunrise
«El primer disco de Pájaro Sunrise consiste en 10 canciones muy bonitas. Sólo eso». Así reza un cartel que desde hace un par de semanas veo de reojo todos los días, pegado en un muro enfrente de mi casa. La única imagen que tiene es el dibujo de un coche, que sólo días más tarde he identificado con la portada del disco homónimo de este dúo leonés. El problema de esta «estrategia» de marketing es que llama la atención pero no tanto (por lo menos en mi caso, ya que he necesitado tener el CD en mis manos y haberlo escuchado un par de veces para asociar ese cartel con el grupo). Quizás no sirva, por tanto, para llamar la atención, pero una vez que escuchas este Pájaro Sunrise (Lovemonk, 2006) uno no puede dejar de pensar que realmente se trata de «diez canciones muy bonitas». Sólo eso.
Pepe y Yuri son los responsables de crear este efecto. El primero, batería, responsable de bajos, guitarras, teclados y programaciones. El segundo, de la voz y de los instrumentos que falten. También es responsable indirecta la casa madrileña en la que han grabado el disco, sorprendentemente rodeada por el caos y el estruendo de las obras que asedian la capital. Y digo sorprendentemente porque el disco desprende serenidad, sosiego, calma, tranquilidad y, en general, todo tipo de estados de ánimo relajados y propicios para el deleite con estas diez canciones.
Parecen tópicos sensibleros o metáforas y símiles baratos, pero hay ciertas imágenes que funcionan bien cuando uno trata de reflejar el «bonitismo» -que dirían en Lovemonk- si están bien resueltas. Me refiero a los pájaros cantando al amanecer (Sunday morning birds), a la conducción nocturna (California lover), al frío invierno (Rosesgrow), a la materialización del amor en el ambiente (Wild days) o incluso a la reflexión sobre la propia composición, patente en la mencionada Rosesgrow o en A dog named Tan.
En lo musical, lo que más sorprende es que Pájaro Sunrise tocan muchos palos (rock, folk, pop, funk, baladas soul, incluso R&B…), todos ellos en diferentes medidas y tomando a veces sólo algunos elementos. Pero en todos los temas se desprende una coherencia digna de elogio cuando muchos de los discos que se escuchan hoy en día o suenan todos iguales o parecen recopilatorios por la falta de conexión entre sus canciones. Quizá la mayor unidad la proporcionan las voces de Yuri, todo un ejemplo de personalidad y sensibilidad, y la sencillez de los arreglos (personalmente agradezco mucho que las programaciones electrónicas no desentonen y sean empleadas como un instrumento más de forma natural). Es en esta economía en la producción y la mezcla donde está la esencia y el buen gusto del disco. Habrá que ver si en directo son capaces de hacerlo igual. Yo, por lo menos, me muero de ganas por comprobarlo.