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Nacho Vegas (Madrid, 07-10-05)

Salió Nacho Vegas en solitario, con chaqueta negra y sin efectos de voz. Empezó cantando Cerca del cielo, y no fue hasta la última estrofa cuando dieron la cara Las Esferas Invisibles, un tanto frías al principio. La pequeña sección de metales que de vez en cuando hacía aparición por escena era la principal novedad. El pretexto fue la presentación en sociedad del Ep Esto no es una salida (Limbostarr, 2005), del que realmente no se tuvo noticia porque ni se había publicado aún ni el asturiano cantó nada extraído del mismo. En los bises se escuchó un solo estreno (canción muy a lo Nick Cave en From here to eternity, con una puesta en escena realmente memorable), pero, al fin y al cabo, ¿acaso hace falta excusa alguna para ver a Nacho Vegas en directo?

Entre sus canciones y los ácaros de la moqueta del teatro Calderón, más de uno se fue de allí con urticarias de cuerpo y alma. «Una noche salí, vi a un anciano morir, me quedé y le robé su dentadura postiza; y ahora sí, ya te puedo mirar y lucir a la vez una enorme sonrisa». Canción a canción fue escribiendo su estatuto de autonomía, con buena letra y ganándose a un público que aplaudió a más no poder temas como Blanca o Al norte del norte, desempolvados para la ocasión.

Si El Canto del Loco reivindica las zapatillas (¿¡!?), Nacho Vegas coge el rock’n’roll y se pone las botas. Tomemos, por ejemplo, Canción de Palacio #7 o Perdimos el control, repartiendo minas antipersonas por las butacas. El que antaño se proclamaba “nuestro cantautor de extrema izquierda favorito”, sigue su perenne maduración en los palos del rock con las constantes deontológicas de artistas de su corte: actitud nihilista, apología de la intoxicación, exaltación del suicidio para solucionar problemillas… Pero nada de esto debe condicionar nuestro juicio: la calidad de Nacho Vegas se sale de los percentiles.

Mientras el numeroso público (indie indie) echaba cuentas y apostaba por qué canción del disco pondrían como “canción del año” en la Rockdelux, llegó El Salitre, La canción de la duermevela o Etcétera. Intercalaba estos temas de discos anteriores, con los del último Desaparezca aquí (Limbostarr, 2005), que casi se cepilló entero. “Y la fiesta se acaba, ahora que yo empezaba a sentir que aquel juego era cruel…”, eso es lo que se experimentó en la sala cuando tras hora y tres cuartos sonó El jardín de la duermevela y el concierto acabó; pero antes, ya había despachado la triste y preciosa estampa dibujada en Ocho y medio y había sorprendido con los arreglos de metales en El hombre que casi conoció a Michi Panero, (arreglos que le dieron una dimensión épica e incluso festiva).

Es obligatorio destacar el homenaje a Leonard Cohen adaptando The stranger song al castellano. Todavía recordamos que esta canción ya estaba en su repertorio en aquel concierto de hace unos cuatro años en el Village Green de Málaga. Que tomen nota los que tanto se quejan de lo mal que va la industria musical: en cuatro años un disco doble, dos largos y cinco cortos, junto con variadas colaboraciones literarias y cinematográficas. Fruto de todo esto, el ex Manta Ray puede presumir de tener más de una docena de muy grandes canciones (entre ellas, la más celebrada del concierto sin duda fue Nuevos planes, idénticas estrategias).

En fin, al ver a Nacho Vegas se nos pasan por la mente, al menos, un par de asuntos: que no nos importaría invitarle algún día a un buen plato de los montes y que esperemos cumpla con su magno plan y nos sobreviva unos cuantos discos más.

Texto: Alfonso García

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