Moon Duo (Sidecar, Barcelona, 19-09-2013)
En la víspera del comienzo de la Mercé, fiesta grande de la ciudad de Barcelona, y a la espera de los últimos conciertos al aire libre del año, hubo quien dio anoche por arrancados los festejos sumándose a la algarabía de desenfreno, música y diversión radical que siempre proponen los de Jägermeister, en esta ocasión por motivo del concierto que los Moon Duo daban en la céntrica sala Sidecar. Tras presentar en 2011 su álbum de debut, Mazes (Sacred Bones, 2011), en el Primavera Sound, los de San Francisco volvieron ayer a la condal con material nuevo bajo el brazo, Circles (Sacred Bones, 2012) y con un tercer integrante añadido a su formación, el batería John Jeffrey, que hizo temblar los cimientos mismos de la siempre engalanada Plaça Reial. Aunque probablemente el cóctel de Jäger, servido en alargados chupitos “invitación de la casa”, mezclado con la contundente psicodelia rock del ahora trío, también tuvo algo que ver.
Ripley Johnson pertenece a ese corte de guitarrista que uno querría tener como tío, seguramente más que como padre: en un probable lento abandono de la delgadez, esconde sus rígidas facciones de cuarentón tras una cortina de mechones y una larga barba ambas grises; de aspecto poco dialogante, parece encontrar la paz solo zambulléndose en los laberintos cíclicos de su propia composición, dejándose llevar por los acordes y distorsiones que tan bien cabalga, sin apenas usar las riendas. Sin esbozar una sola sonrisa o una media mirada de complicidad hacia su banda, Johnson hace de la psicodelia un intenso y denso juego de manos y de pies, regulando infinidad de matices y sonoridades a través de una reducida caja de pedales. Sanae Yamada, por su parte, se limita felizmente a la labor de bajo continuo desde el teclado, sirviéndole a Johnson el lienzo casi en blanco para su trote.
Poco importa si los Moon Duo tocaron una docena de temas o si fue solo uno, repetido y explorado hasta el extremo: su fórmula, y más si cabe en su segundo trabajo, descansa en la reiteración, en lo cíclico y en lo circular, pese a que si miramos con lupa las grandes estructuras esféricas que son sus canciones, apreciamos sin problema el tipo de engranaje rectilíneo que representa, por ejemplo, la portada de su primer Lp. El detalle es que la abrasadora presencia de una batería (esta vez) no programada, de envergadura descomunal para el tipo de sala, aportó precisamente esa sensación de zoom que transforma la morfología externa de Moon Duo de circunferencia a cuadrado. O dicho con otras palabras, me quedo con el dibujo resultante de prestarle atención a Johnson con su guitarra, que al que se desprende del insistente ritmo de su batería.
No quiero, con esta reflexión, quitarle mérito alguno a la nueva percusión de Moon Duo: en realidad, el efecto de agitación y cuasi obsesión que se generó en las primeras filas no habría sido igual si los allí presentes hubieran seguido solo la estela de la guitarra de Ripley Johnson. En cualquier caso, del proceso de creación artística de un hombre que se aísla en las Rocosas leyendo a Emerson y buscando círculos vitales en la naturaleza al tipo de exhibición que de ella se hizo anoche, o más bien, al tipo de concierto o de reacción en el público que generó este nuevo formato de tres, parece haber mucha distancia. Si lo que pretendía era hacernos partícipes de aquella solitaria y filosófica búsqueda, creo que nos ha introducido demasiado profundamente en su psique, pero a base de martillazos. Eso, o es que practica una navegación de cabotaje, aferrando siempre su exploración a un compás bastante riguroso y severo.
Dejando a un lado las características estructurales de la sala Sidecar, un local donde las primeras filas pillan de paso para ir al baño, o las condiciones lumínicas y sonoras de la misma, el concierto acabó transformándose en un despiporre de empujones y desinhibición física del que Johnson permaneció en todo momento completamente evadido. De hecho, muchos de aquellos que esperaban ver ayer ese vuelo perfecto y circular que Johnson se ha trabajado en las Rocosas durante el invierno, probablemente salieron algo decepcionados. Aunque igualmente poderoso y respetable, pareció más bien un majestuoso halcón peregrino nacido en cautiverio que la hermosa ave rapaz natural y salvaje que pretende ser o aparentar. Su planeo de guitarra, aun siendo lo más destacado, pareció una demostración de cetrería, resultando igualmente de cabotaje.
Concierto organizado por To Be Confirmed y Giradiscos.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Escucha el setlist del concierto en Spotify, o míralo aquí.
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