Matisyahu – Youth
No ha tenido que ser nada fácil para Matisyahu lograr que la gente tome más en serio al músico que al personaje. La idea de un judío hasídico practicante que compone con elementos de reggae, hip-hop, beatboxing y rock suena a fenomenal invento de marketing. A esta situación también colabora cierto revuelo por sus letras, en las que se incluyen algunas referencias al Antiguo Testamento, aunque hay que hilar muy fino (y además equivocadamente) para identificar a este hombre con posiciones que no sean tolerantes con el prójimo. Buena prueba de ello la tenemos en Wp, en la que rapea su compañero de la infancia Stanley Ipcuss. En ella se oye el sample de una voz que describe un mundo así: «no more war, there won’t be anymore hunger, no jealousy, not even competition» («sin guerras, nadie tendrá hambre, ni celos, ni siquiera existirá la competitividad»). También hay que fijarse en su colaboración con el músico musulmán Youssou en Shalom – Saalam, que vienen a significar «paz» en hebreo y árabe, respectivamente. De hecho, antes que hablar continuamente de religión y política, sus letras tienen un carácter más universal y espiritual.
Dejando a un lado posibles polémicas, Matisyahu no ha dado el salto a la palestra de la noche a la mañana. Tras llamar la atención con un debut tan sorprendente y heterogéneo como Shake off the dust… Arise (Jdub, 2005), Sony le ficha y pone a su disposición al productor Bill Laswell para desarrollar este Youth (Sony BMG, 2006). El resultado viene a ser cuanto menos discutible. Laswell ha metido mucha mano, usando toda la maquinaria de estudio para insertar soniquetes aquí y allá, desnaturalizando la esencia de la banda en un disco que peca de sobreproducido.
Eso se observa desde los primeros compases de Fire of Heaven – Altar of Earth. Pensemos en Matisyahu como una formación clásica de voz-guitarra-bajo-batería, y escuchemos la cantidad de pequeños añadidos que no aportan nada a un conjunto que, por otro lado, es realmente bueno. Ahí tenemos por ejemplo la ya mencionada apertura, o la vibrante Youth, el leitmotiv del disco («Youth is the engine of the world»; «la juventud es el motor del mundo»). También podemos hablar del final ragga y la línea de bajo de Dispatch the troops, que incluye un breve homenaje al Message in a bottle de Sting (con quien Matisyahu ha llegado a actuar sobre el escenario), o de la sorprendentemente acústica What I’m fighting for.
En cambio, esas muestras de r’n’b más comercial, como Time of your life o Jerusalem, parecen más relleno que otra cosa. No ayudan tampoco a subir el nivel Late night in Zion y su tempo medio, o Unique is my dove, que curiosamente es la canción más puramente reggae de todas las del álbum. Ni siquiera ideas más rebuscadas e interesantes como Indestructible, que forma la base rítmica sobre la voz de Matisyahu, o el breve instrumental Shalom – Saalam, que superpone un arpa al beatbox correspondiente, logran ser tan inspiradas como cabría esperar.
Menos mal que ese mismo arpa en Ancient lullaby encaja mucho mejor. Su gran final plagado de percusiones logra que nuestro interés vuelva a elevarse hasta cotas mucho más deseables. Además, nos deja el camino preparado para uno de los singles del año, una canción que, a pesar de su brutal calidad, pasa por ser el máximo exponente de lo que Youth representa en la carrera de Matisyahu. Y es que King without a crown ya aparecía en Shake off the dust… Arise, en forma de impresionante tema reggae de más de cinco minutos de duración. Coincidiendo con su fichaje por Sony, este disco se deja de editar y se remoza dicha canción completamente. Se recortan dos minutos, se elimina parte de la letra, se acelera su cadencia (hasta hacerla casi imposible de cantar debidamente en directo), y se le meten un par de cambios de ritmo rompedores. Todo para presentarlo al gran público como su primer gran tema -lo que es totalmente falso- y lograr un auténtico pelotazo.
Pero los elementos de producción que aquí funcionan estupendamente, dejan un disco que a ratos resulta un poco cargante, por mucho que haya partes geniales. ¿Habrá quedado Matisyahu realmente contento con su trabajo? Por lo pronto en sus actuaciones en directo (como la del Metrorock 06 ) hay que agradecer que permanezca mucho más fiel a sí mismo. En ese sentido, mejor recomendar su imprescindible álbum en vivo Live at Stubb’s (Sony BMG, 2005) para disfrutar como es debido de las indudables capacidades de este artista único.