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Lucas 15 – Lucas 15

«Él entonces le dijo: Hijo, tú siempre estás conmigo, y todas mis cosas son tuyas; pero había que hacer fiesta y alegrarse, porque ese hermano tuyo estaba muerto y ha vuelto a la vida, estaba perdido y ha sido hallado». Así concluye la tercera de las parábolas que contiene el evangelio de Lucas 15. Comenta Xel Pereda en una entrevista para Supernovapop: «tenía los evangelios en casa y me puse a buscar la parábola del hijo pródigo, que representaba un poco lo que estábamos haciendo en ese momento de volver a nuestra música desde el rock. Lo que pasa es que era Lucas 15-28, etc…, demasiado largo, por lo que nos quedamos con Lucas 15. Además era un nombre con el que la gente de nuestra generación hace una especie de símil con series galácticas tipo Ulises 31, y hay algo en eso que te atrae inmediatamente». Precisamente de Pereda nació la idea de este proyecto, que no era otra que la de acercar y actualizar parte del cancionero tradicional asturiano adaptándolo al rock. A Nacho Vegas la idea también le interesaba, así que juntos comenzaron su andadura para llevar a buen puerto lo planeado. Se rodearon para ello del batería Manu Molina (Edwin Moses, Koniec), el teclista Chus Naves (también de Koniec) y el bajista Luis Rodríguez (Alto Volto). Durante la grabación también participarían Montse Álvarez y Fredi García (coros), Dudú Puente (contrabajo) y Javi Fernández (batería), además de diferentes agrupaciones corales. Las canciones que componen Lucas 15 (Lloria Discos, 2008) fueron seleccionadas entre un total de más de sesenta piezas que incluían romances, villancicos, añadas o cantares de ciego.

A priori es harto complicado apreciar en su justa medida la magnitud de semejante obra, si bien es cierto que hay temas que sorprenden desde el primer momento. Uno de ellos es Moces a bailar gracias, en gran parte, a los coros del Orfeón Gijonés y el Ochote Arbeyal, que nos hacen recordar las composiciones de Ennio Morricone para los westerns de Sergio Leone. La trotona batería de Manu Molina junto a la interpretación de un Nacho Vegas que continúa en estado de gracia completan un arranque sencillamente magistral. El Diciembre, mes glaciar, un corte seco, con potentes riffs eléctricos y la participación del coro de niños de Lieres Xentiquina que dirige Nacho Fonseca, sirve de enlace para introducir Adiós la mio vaca pinta, tal vez el momento más atmosférico del álbum, con unas capas sónicas cercanas a grupos como Galaxy 500, Spiritualized o Los Planetas.

Romance de la Pola, historia de un amor no correspondido, ya fue grabada por Nacho Vegas hace once años en un E.P. de Diariu, un proyecto que también contaba con la participación del escritor Ramón Lluís Bande. Aquí se presenta como uno de los momentos más «vegasianos» del disco, llevando a su terreno una letra que bien podría haber ideado el asturiano para alguno de sus trabajos («Adios villa de la Pola / recuerdo llevo de ti / que quise a una polesina / y ella no me quiso a mí). En el tramo central de Lucas 15 encontramos una de las dos canciones que interpreta Xel Pereda a lo largo del álbum; Los fayeos de Mayo, algo country y con letra del fallecido Igor Medio, nos envuelve sin remedio con su luminoso estribillo («Andarina vienes tarde / Andaria vienes tarde / endolcada nel to cantu / Yá relluma la rosada / pelos fayeos de mayo»). Seguidamente volveremos a disfrutar de cierta épica con la magistral intervención del Coro de Voces de Cimadevilla en No hay tal andar.

En Teresina, uno de los momentos imprescindibles del repertorio, se adapta el Romance de la muerte del Príncipe Don Juan. Conocido como Juan de Aragón y Castilla o Juan de Trastámara y Trastámara, el segundo de los hijos de los Reyes Católicos se casó en abril de 1497 con Margarita de Austria. El príncipe don Juan murió seis meses después y Margarita, totalmente destrozada por la muerte de su marido, dio a luz a una niña que no sobrevivió. («Teresina oyendo esto / siente la pena en su alma / siente la pena en su vientre / y cae enferma en la cama / en fuego te quemes niña / en fuego seas quemada / Él muere a la media noche / Teresina a la mañana / le abrieron el vientre / y un niño lindo le sacan / los echaron los tres juntos / en un ataúd de plata»).

La parte oscura y desgarradora del álbum continúa con El sacaúntos de Allariz, que no es otra historia que la protagonizada por el comúnmente conocido como Hombre del Saco o Sacamantecas. Manuel Blanco Romasanta, natural de Ourense, se dedicaba a la venta ambulante entre Galicia y Portugal. En 1846 cometió sus dos primeros asesinatos, que se incrementarían en 1852, fecha de su detención en Toledo, hasta la cifra de nueve crímenes. Ya en la prisión de Allariz, Romasanta confesó los atroces actos que había cometido: «Por culpa de una maldición de uno de mis parientes, tal vez mis padres, me convertía en lobo, desnudándome primero y revolcándome después por el suelo hasta tomar dicha forma. Pero la maldición terminará el día de San Pedro, cuando se hayan cumplido trece años desde mi primera metamorfosis». Finalmente, y gracias a un hipnólogo francés, el hombre-lobo evitó la sentencia de muerte del juez de Allariz. Poco después moriría en prisión mientras cumplía la perpetua. Tomando como base este terrorífico relato, Nacho Vegas y compañía construyen algo igualmente tenebroso, crudo e intenso, sin reparar en precisas descripciones de las acciones del sacaúntos. Podría pasar por banda sonora de lujo de El bosque del lobo (1970) de Pedro Olea, magnífica película basada también en los crímenes de Romasanta y protagonizada por un inmenso José Luis López Vázquez.

Tras dos mazazos como son Teresina y El sacaúntos de Allariz, con Nel campu nacen flores vuelve la luz. Apoyados nuevamente por el coro de Lieres Xentiquina, la trama asturiana consigue emocionar nuevamente de puro placer gracias a una fantástica melodía, instrumentación e interpretación («Yo no quiero que me quieras / Yo no quiero que me quieras ni que me tengas cariño / Sólo quiero que te acuerdes / Sólo quiero que te acuerdes de que hay alguien que te quiso»). Después llegará Tomillo y romero, que nos invita a sumergirnos en un apacible sueño mientras se desvanecen las últimas notas del disco rodeadas de un gozoso halo de ternura.

Sin duda alguna nos encontramos ante un trabajo más que notable. Al igual que Los Planetas el pasado año con La leyenda del espacio (BMG Ariola, 2007), Lucas 15 han rescatado una pequeña parte de su cancionero tradicional para llevarlo, también con éxito, a terrenos eléctricos. Y, al igual que ocurría con los granadinos, este álbum es el producto de un recorrido a través de un extenso camino bien labrado, consiguiendo gracias a ello un resultado final coherente tanto con sus raíces musicales como tradicionales. Todo ello presentado de forma interesante, respetuosa y disfrutable para el público. A quitarse el sombrero.

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