Low (Casino de l’Alinaça del Poblenou, Barcelona, 13-05-2013)
Si pudiera crear un universo paralelo a mi antojo donde las milenarias instituciones eclesiásticas no hubieran chafado mi malogrado acervo religioso, y me dejaran elegir la música que sonaría en las nuevas ceremonias de culto, sin duda escogería a Low. Tocarían en directo desde el altar, como lo hicieron anoche en el Casino de l’Aliança del Poblenou, y no haría falta ni sacerdote, ni sermón, ni libro sagrado ni oraciones en mantra vacías de contenido. Bastaría solo con su presencia, austera y categórica, con su asombrosa capacidad para captar la atención y la admiración del público, y con ese talento único para crear invulnerables atmósferas de beata pacificación, para generar entre los fieles la fe y la devoción necesarias para mantener en pie un sistema entero de creencias. Pero es que además tocan, y es con su música con lo que logran transmitir precisamente ese sentimiento que tanto busca generar la religión en sus adeptos: “tranquilo; no temas: estoy aquí para cuidar de ti”.
Funcionan como una suerte de familia sagrada y pagana a la vez, pero sin hijo ni mesías: un trío, compuesto por un matrimonio de mormones, Alan Sparhawk a la guitarra y Mimi Parker a la batería, más un bajista y teclista, Steve Garrington, que les acompaña desde 2008. Una trinidad un tanto peculiar, pero que a la postre consigue simbolizar y proyectar las virtudes de la unión familiar y de la protección páter y maternal. Se postulan, como José y María, como los padres para el hombre, para la humanidad, y para cualquier paria que no tenga cobijo y consuelo para su alma. Pero a diferencia de aquellos, cuyas credenciales de honestidad y honradez consistían en la práctica de la carpintería y en la virginidad, Low solo tienen su música, pero les basta y les sobra. Padres a los que todo hijo acudiría con problemas, lágrimas o enojos: cómplices comprensivos, cariñosos y confortables.
El concierto de anoche en el Casino abría la intensa gira nacional que la banda de Minnesota acometerá durante toda esta semana para presentar su décimo trabajo, The Invisible Way (SubPop, 2013). Organizado por Houston Party, Bornmusic y el 14º Banc Sabadell Festival Mil-lenni, el recital no duró más de hora y media, según las cuentas de mi reloj, pero la sensación fue algo distinta. Porque Low, además de esa prestación de resguardo emocional, de maternales y consoladores brazos abiertos al sollozo, tienen la facultad, no de parar el tiempo, pero sí de manipularlo y dilatarlo a su antojo, como hacen los productores de vidrio soplado. Tal vez sea porque la ausencia de bombo en la batería de Mimi Parker deja abierto el compás, y eso confiere al ritmo una cierta esencia primitiva y primaria, que nos transfiere a lugares o épocas donde el tiempo aún no se contabilizaba. La misma esencia que hace que veamos a Parker como la plena imagen de una madre. El seno de Low es lo más parecido a la siempre añorada burbuja uterina.
Abrieron el concierto como empieza su último Cd, con Plastic Cup, y desde entonces reinó en el ambiente la certeza de que todo iba a salir bien. Dio la sensación de que el público podía acudir a ellos para desahogar cualquier tipo de sentimiento enquistado; y como buenos padres comprensivos y sabios que son, se revelaron como el mejor instrumento de canalización sentimental. Desde el callado optimismo de temas como On My Own, Waiting, Just Make It Stop o So Blue, al quiebro nostálgico de Clarence White, pasando por la rabia expresada por Sparhawk con cada punteo. La música de Low apacigua el alma ante la soledad, el desamor o la injusticia, y lo más bonito de todo es que oyéndoles en directo parece que son ellos los que te escuchan a ti, te ofrecen con calma soluciones claras y limpias en forma de canción, y si no las hay, te dan la razón y puntea Alan hasta que se te pase el cabreo.
Desde su púlpito en el Casino del Poblenou, la banda referencia del slowcore recitó su discurso como lo hacen los mejores oradores: aumentando hacia la mitad del mismo la tensión musical, tras la sosegada presentación inicial de su último trabajo, interpretando con garra Monkey, y enlazando de la misma manera Especially Me, Witches y Nothing But Heart, los tres temas elegidos del C’mon (SubPop, 2011), su anterior trabajo: el menos austero después del The Grat Destroyer (SubPop, 2005). Cerraron la etapa central del concierto precisamente con Pissing, haciéndola brotar paulatinamente desde las entrañas de un rozar de cuerda cargado de tenebroso pesimismo. Sparhawk apagó el fuego de la auto-corrosión con su guitarra constante, Parker con su presencia arcaica, y Garrington con su aportación arcana. Y así, en el desenlace, tuvieron espacio para rememorar viejos tiempos, interpretando Words o In Metal con la calma ya restablecida.
Lo que el público sintió ayer por Low fue pura devoción. Atronadoras ovaciones entre canción y canción, silencio sepulcral segundos después para que le dieran forma musical a la imponente quietud del teatro del Casino y una atención atónita constante: lo más parecido a la rendición comunitaria de un culto reconfortante y esperanzador que, además, no te pide nada a cambio. Alan Sparhawk y Mimi Parken han concebido a dos chavales que puede que echen de menos a sus padres cuando se van de gira o a Chicago durante semanas a grabar un disco a casa de Tweedy, pero desde luego, a tenor de lo visto anoche en su concierto, todos los allí presentes seremos también a partir de ahora hijos de Low.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Escucha el setlist del concierto en Spotify. O míralo aquí.
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