LePunk – No disparen al pianista
La primera vez que escuché La virgen de la soledad -gracias a su sencillo pero efectivo videoclip–, quedé sorprendido. Ya había oído hablar de Le Punk pero, por unas cosas o por otras, nunca había escuchado su música. Lo cierto es que lo que me había llamado la atención sobre el papel estaba ahí presente en ese fantástico single, en el que Nueva Orleans saludaba a Argentina. Pero lo mejor es que cuando por fin escuché el resto del disco, el apretón de manos también incluía a los Balcanes y al Mediterráneo. Un “mestizaje” (¿se puede emplear esta palabra en un fanzine indie?) que llama la atención hasta el punto de diluirse entre las influencias de Goran Bregovic, la No Smoking Orchestra de Emir Kusturika, Andrés Calamaro o Tom Waits. Si lo queremos hacer más abstracto, podríamos decir que las influencias más notables de este álbum están a caballo entre el tango, la milonga, el cabaret, el folclore centroeuropeo, el rock y el pop.
Los que estén pensando en Manu Chao, por esta diversidad de estilos, ya pueden olvidarse. Lo que en el ex Mano Negra está más cerca de la pachanga y la juerga, aquí se traduce en clase y elegancia (eso sí, no exenta de cierta jovialidad canalla). No disparen al pianista (Virgin/EMI, 2006) es el segundo larga duración de este grupo de antiguos componentes de Buenas Noches Rose, Yoghourt Daze y Pereza. Un disco en el que las colaboraciones están a la orden del día: Antonio Bartrina, de Malevaje, o Roberto Pacheco y Daniel Maldonado de Alamedadosoulna, ponen su arte al servicio de estas doce pequeñas historias que dan forma a un imaginario multicultural y musical no apto para mentes cerradas.