Leonard Cohen – Bird on a wire
En 1971, el mánager de Leonard Cohen encargó al director Tony Palmer un documental sobre la próxima gira europea del canadiense, prevista para los meses de marzo y abril del año siguiente. Palmer aceptó con la condición de poder acceder y grabar sin ningún tipo de impedimento, algo que le concedieron sin muchas dificultades. Cuando la película se estrenó en Londres en julio del 74, Cohen no quedó satisfecho. Pensaba, entre otras cosas, que era polémico y que no resultaba convincente a la hora de mostrar la parte espiritual de sus composiciones. Por otro lado, la decisión de no dar más conciertos una vez terminada la gira estaba tomada. A Cohen, que se consideraba poeta más que músico, no le agradaba su creciente estatus como estrella del rock, algo que se deja entrever con cierta frecuencia en este Bird on a wire.
Junto a su mánager, Leonard intentó editar el documental, realizando una nueva versión más acorde con la visión que él mismo tenía de su figura y su obra, pero seis meses después aparcó el proyecto sin haberlo terminado. La cinta quedó olvidada e incluso se llegó a dar por perdida, pero en 2009 se encontraron más de doscientos noventa rollos de película y Palmer, coincidiendo con la vuelta a los escenarios de Cohen debido a la estafa sufrida por parte de su ex mánager Kelley Lynch, decidió editarla respetando la versión original. Un año después la historia concluía con final feliz: director y protagonista asistían juntos al estreno del film en Cracovia.
La gira registrada en Bird on a wire comenzó el 18 de marzo en Dublín y terminó el 21 de abril en Jerusalén. Durante ese mes la cámara de Palmer apenas se alejará de Cohen y su banda. Lo vemos y escuchamos bromeando, hablando con los compañeros y la prensa -impagable el momento en el que un refinado periodista tiene problemas con la grabadora-, recitando poemas, duchándose e incluso rechazando encuentros nocturnos con bellas muchachas. La otra parte del documental se centra en sus conciertos, rituales sonoros donde un público embelesado asiste a imbatibles interpretaciones de temas como Avalanche, The partisan, Suzanne o una So long, Marianne, ya en Israel, que termina arrancando lágrimas en el propio artista. Cuenta Palmer que en la premiere de Toronto una fan se le acercó y le espetó que había arruinado su amor por Leonard ya que ahora, tras ver la película, las grabaciones aparecidas en los discos no le parecían tan buenas, algo tal vez exagerado pero de ninguna forma descabellado. Como tampoco lo es, para ir cerrando ya el texto, situarlo a la altura de clásicos como Don’t look back (D.A. Pennebaker, 1965) o El último vals (Martin Scorsese, 1978), ambos, también, admirables testigos de momentos y citas ya irrepetibles.