conciertosespeciales

Laetitia Sadier (Sala BeCool, Barcelona, 14-03-2013)

Hacia el final del arco.

No es que exista una relación directísima entre el sonido de Stereolab y el de Beach House, pero en cierta medida, parte del trazado de la autopista por la que circulan ahora los segundos fue marcado, evidentemente además de por muchos otros, por Laetitia Sadier y su banda. Es innegable que los británicos, en su día, y a su manera, contribuyeron laboriosamente en la construcción de algunos de pisos del gran edificio del pop alternativo, en el que hoy los de Baltimore ocupan uno de sus áticos más visibles y luminosos. Por eso, aunque no deja de ser lógico que al coincidir ambos ayer en Barcelona la mal denominada vieja gloria quedara absolutamente eclipsada por su propia herencia, resulta curioso apreciar el contraste de popularidad que hay ahora mismo entre unos y otros: como si la Sadier y compañía ya hubieran pasado a un segundo plano, exprimidas del todo.

Siendo bien pensados, podríamos explicar la media entrada registrada en la sala BeCool precisamente por esa coincidencia, ya que gran parte del púbico potencial de la francesa tenía cita desde hacía tiempo con Beach House. Con el concierto de ayer daba el pistoletazo de salida a una gira de presentación por nuestro país de su segundo trabajo en solitario, Silencio (Drag City, 2012), que la llevará en 8 días a Bilbao, Granada, Murcia, Huesca, Burgos y Zaragoza (se ha caído finalmente la fecha de Madrid). Veremos entonces hasta qué punto nos vale la excusa. Pero lo que es evidente es que Laetitia Sadier juega en otra liga: tal vez sea el ocaso de una generación entera, o el simple descenso voluntario de su arco de transformación artística (o de su personaje artístico), pero parece haber interpretado y cumplido ya con su papel, dedicándose ahora a pasearse en plácido retiro.

En cualquier caso se presentó de manera natural y sencilla, planteó un espectáculo sosegado y suave y dejó entrever cómo le sirve la música de forma de alivio, expresión y unión con aquello en lo que cree (ya sean ideas, personas o su simple recuerdo). Con el habitual acento político de la letra de sus canciones, y el tierno homenaje a Trish Keenan (De Broadcast, fallecida a principios de 2011), convirtió el concierto en una especie de mirada nostálgica a un lugar perdido en alguna parte de los años ’90 que ya nunca volverá. El reciente suicidio de su hermana pequeña, unido a la pérdida de Mery Hansen en 2002, amiga y compañera de voces en Stereolab, pueden haber marcado el ánimo de Laetitia quizá hasta el punto de haber elegido un lugar, a medio camino entre la memoria y esa imaginación surrealista que siempre esgrimió, donde poder refugiarse de algún modo de los focos de atención más cegadores y corrosivos.

Siempre sonriente, aunque sensiblemente herida, la francesa capitaneó a su pequeña banda, compuesta por el bajista Xavi Muñoz (de Castellón) y el batería Emmanuel Mario, por una agradable excursión melódica que duró aproximadamente una hora. Del mismo modo que hoy en día ya hay quien pregunta qué es una casette, supongo que no tardará en llegar el día en que la música de Laetitia Sadier solo sea ya pieza de museo, o fuente de inspiración para otra generación futura de revisionistas, pero al menos espero que mientras ella siga recordando los años de máximo ascenso de su arco de transformación mediante actuaciones como la de ayer, valdrá la pena que siga tocando y sacando discos. Nunca será otra Norma Desmond.

Fotos de Pablo Luna Chao.

Un comentario

  1. Pingback: Bitacoras.com

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Botón volver arriba