La película de la semana: Puro vicio
Esta semana se estrena en nuestro país la esperada nueva cinta de Paul Thomas Anderson, basada en la reciente novela de Thomas Pynchon.
El director suma Vicio propio a una filmografía de excelentes referencias. De Anderson se ha dicho que debe guardar una fórmula secreta con la que logra obtener lo mejor de los actores con los que participa: Burt Reynolds (Oscar al mejor secundario en Boogie Nights, 1997), pero también Tom Cruise (Magnolia, 1999) o el mismo Adam Sandler (Punch-Drunk Love, 2002), ambos nominados a los Globos de Oro por sus respectivos papeles.
O también es el caso de Joaquin Phoenix, que tras The Master repite con Anderson, película con la que volvió a ser nominado en la reciente edición de los Globos de Oro. La pregunta sería si la cinta va a gustar a los fans del cine negro, o más concretamente el cine negro de los años setenta, el neo-noir. Esas cintas que merecen de vez en cuando un repaso de videoteca, como las adaptaciones- en su mayor parte remake- de las novelas de Raymond Chandler, Dashiell Hammett, George V. Higgins (Los amigos de Eddie Coyle, 1973), o Edward Anderson (Ladrones como nosotros, 1974) .
Para Variety «el séptimo largometraje de Anderson es una farsa de fumetas divertida que tiene menos en común con The Big Lebowski que con la tensión fatalista de las cintas de cine negro del California de los 70´s (Chinatown, El largo adiós, La noche se mueve) en el que la cuestión de» quién lo hizo? conduce inevitablemente a un punto de fuga existencial».
Washington Post asegura que «Puro vicio se desarrolla de manera orgánica, con tanta gracia y con notas de adorno humanistas que, incluso en su forma más absurda, los espectadores se encontrarán asintiendo, compartiendo el zumbido que el cineasta ha creado con tanta habilidad». Para Chicago Tribune «Para algunos de nosotros, el lamento sobre Los Angeles de Anderson es un canto de sirena, y no hay cronista más ardiente y poético de la mitología de California». También podemos hacer caso de Empire:«Tómelo como hacemos nosotros; la ignorancia es felicidad. Cuanto menos se intenta averiguar del sendero, del misterio fascinante de Anderson, mejor. Sólo relájese y deje que esta hermosa, inquietante, hilarante, caótica, irritante y posiblemente profunda tragicomedia pase sobre usted. No hay nada más por ahí que se le parezca».