La película de la semana: ATHENA
Se estrena en Netflix la tercera película del director francés Romain Gavras.
Nacido en París, Romain Gavras lleva el cine en la sangre. Es el hijo menor de la periodista y productora de cine francesa Michèle Ray-Gavras y del director de cine greco-francés Costa-Gavras (Konstantinos Gavras). Por si fuera poco, su hermana, Julie Gavras, y su hermano, Alexandre Gavras, también son cineastas. Aun así, como suele ser habitual, Gavras comenzó desde abajo con la realización de cortos y, posteriormente, videoclips que llamaron la atención rápidamente: Stress de Justice, The Age of the Understatement -el single debut de The Last Shadow Puppets– o Born Free y Bad Girls para M.I.A., este último nominado a varios premios en los MTV Video Music Awards. En 2010 Gavras dirigió su opera prima, Notre jour viendra, y en 2018 le siguió su comedia de acción Le Monde est à toi.
Gavras filmó Athena en los proyectos de vivienda de Évry-Courcouronnes, un suburbio del sur de París- un barrio donde la mitad del lugar estaba habitado, y la otra mitad iba a ser demolida para su rehabilitación, según ha apuntado el propio director- con una cámara Imax «del tamaño de una nevera». El director coescribió el guión con el cineasta Ladj Ly, quien ganó un César por su thriller banlieue de 2019 Les Misérables. Ly y Gavras son además cofundadores del colectivo artístico Kourtrajmé, argot para ‘cortometraje’. Según el director, la coreografía de los disturbios que se ven en la película requirió más de dos meses de ensayo y los extras que aparecen eran principalmente jóvenes del barrio enseñados por especialistas. En Athena– tal y como solía hacer su padre al crear lugares ficticios de conflictos- Gavras quiso dar la imagen de atemporalidad, como en el escenario principal donde se construyeron, como él mismo relata, torretas para que pareciera más un castillo, «como si estuvieras en Ran de Kurosawa».
Athena es un relato estridente y mordaz del malestar social en los suburbios de París; una historia que enmarca la guerra urbana como una tragedia griega arquetípica. El director se educó cinematográficamente gracias a su padre, un experto en abordar la discordia política en películas incorrectas hoy referentes como la ganadora del Oscar Z de 1969, Estado de Sitio de 1972 o Desaparecido en 1982. Fue precisamente el recientemente fallecido maestro de la nouvelle vague Jean-Luc Godard el que incendió la mecha del que se convirtió, en años posteriores, en todo un subgénero: las películas de banlieue, concretamente con Dos o tres cosas que yo sé de ella en 1967, repitiendo años más tarde en Numéro deux (1975). Mathieu Kassovitz marcó la pauta del subgénero con La Haine (1995) en la década de 1990 e influyó no solo en el discurso social, sino también en la cultura pop.
La crítica ha sido en general muy favorable con esta nueva entrega de Gavras, aunque con algunas reservas. Según Vulture «las películas que comienzan de manera tan espectacular a menudo no cumplen con la promesa de sus secuencias iniciales. Athena no solo mantiene la energía de esos primeros minutos, sino que se basa en ella para convertirse en algo más complicado y conmovedor sin disminuir la velocidad». Para Rolling Stone «es una película que utiliza cada pedacito de las abundantes habilidades de Gavras y las reúne para hacer una declaración coherente, aprovechando el cerebro, el corazón y el bazo para obligarte a reconocer lo que está poniendo frente a ti». Según The Hollywood Reporter «si bien el estilo enfático de la película puede volverse agotador, y su atención a la técnica corre el riesgo de eclipsar el drama interpersonal, aquí hay una grandeza operística que no se detiene, lo que le da a la violencia en constante escalada un poder considerable». Para Variety «El resultado es nada menos que una película de guerra urbana, ya que los personajes carismáticos deciden hacer algo con respecto a la indignación que la gente ha estado expresando hacia las fuerzas del orden en el mundo real». Sin embargo para The New Yorker «Athena es una visión del apocalipsis político, y nombra al enemigo mientras lanza sus manos cinematográficas al aire, junto con la cámara.Convierte su propia historia en una figura más en el paisaje mediático que denuncia». Y para The Guardian «Es espectacular e inmersivo, con una apertura sensacional.Pero se atasca en su propio alboroto de una sola nota, un tempo y un trabajo de cámara de parkour abierto, por impresionante que sea».