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La Costa Brava – Velocidad de crucero

Resulta realmente alentador el hecho de que desde cierta parte del pop actual se reivindique sin complejos la frescura y el romanticismo del pop de los sesenta en nuestro país. Si hace unos cuantos años (en plena eclosión del Xixón sound) nos dicen que las bandas del recién empezado siglo XXI tendrían como referencia a Los Pekenikes o a Los Brincos, nos habríamos quedado de piedra. Una época -en la que un grupo como Los Flechazos era un mundo aparte- donde dominaba la distorsión y las voces en inglés, y donde seguramente había más preocupación a la hora de hacer canciones por encontrar una identidad sobre un concepto generacional que sobre cuál debía ser realmente su contenido.

Precisamente algunos de los miembros de las bandas más significativas de ese movimiento indie que surgió a partir de los años noventa (Fran Fernández y su emblemática Australian Blonde y Sergio Algora con su distintiva El Niño Gusano) son los que conforman ahora este grupo en el que también participan Eloy Cases, Enrique Moreno y Ricardo Vicente, de Tachenko, como último integrante. En ese sentido, el efecto inmediato que produce la escucha de este nuevo disco de La Costa Brava es el contrario al que nos referíamos antes: lo importante no es la abstracción o la idea del grupo (su encuadre dentro de algún movimiento) sino el fondo. Parece que la banda nos dice: aquí están nuestras canciones, que hemos hecho cada uno con total libertad, para que cada uno escuche la que más le guste.

Así, uniendo concesiones al techno pop (Japonesa), se suceden los temas entre -en su mayor parte- las claras influencias de los sesenta antes señaladas (Dispositivo, Justicia poética, La prueba del polígrafo) y un indie pop más cercano a los orígenes (ahí queda la que es en mi opinión la mejor de todas, Hospital, con tintes de Lemonheads), junto con otras composiciones coreadas en festivales como si fueran clásicos de la banda (Natasha Kampush (hazme una perdida)). En resumen, Velocidad de crucero (Mushroom Pillow, 2007) es una guinda más a añadir al dulce panorama del pop español que vivimos en nuestros días. Un álbum que, si bien con algún tema fuera de lugar, gustará a aquellos a los que aburra la linealidad de ritmos, voces y estilos en un mismo trabajo y apuesten por disfrutar de una buena diversidad de canciones.

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