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Hood – Outside closer

Escuchando las viejas canciones de estos melancólicos sin remedio, uno se da cuenta de que su evolución musical va más allá de un simple cambio de instrumentación o incluso de planteamientos. Es algo que nace desde dentro y se va transformando según las experiencias vividas y el aburrimiento de anclarse en un modo de hacer las cosas y explotarlo hasta sus últimas consecuencias. Está claro pues que, tras unos comienzos más espontáneos, adquieren un estilo cada vez más propio, producto de una mutación más encontrada que premeditada.

Sus discos de mediados de los noventa, acomodados en un indie rock más «sucio» como Cabled linear traction o Silent ’88, dan paso con el nuevo siglo a una mezcla entre la añoranza de sus primeros temas y una electrónica más actual. Es el caso del magnífico Cold house, un conjunto de canciones que combinan a la perfección grandes líneas de bajo, ritmos electrónicos de todo tipo e instrumentos con más profundidad como el violín y el piano, dándole todo ello una carga emocional poco común en grupos de estas características. Si se buscan ejemplos tenemos el impresionante comienzo con They removed all the trace that anything had ever happened here, la accesibilidad de You show no emotions at all o la experimentación más inteligente de This is what we do to sell out, esas dos canciones en una, esa magia envuelta en el humo de unas mentes inquietas e insaciables.

Pero volvamos al disco que nos ocupa, el sensacional Outside closer, que tras una intro de poco más de medio minuto, muestra lo que son y lo que han crecido los nuevos Hood. The negatives… es, en principio, una composición más con sus ingredientes característicos por todos conocidos, aunque después de escuchas más concienzudas descubrimos el cambio. Han conseguido fusionar su tristeza inicial con la electrónica y su genialidad personal, es decir, han conseguido crear definitivamente una marca única que se hace más palpable a medida que avanzamos en su actual universo sonoro. Vuelve el violín, vuelven las guitarras amarradas a cada canción y esa manera esquiva de cantar. De ese modo, Any hopeful thoughts arrive, con su maravilloso final cual tormenta primaveral, precede a una cuasi marcha fúnebre en End of one train working.

Todo empieza a encajar, todo empieza a tener sentido, y si no escuchemos la enorme The lost you. Tras un gran comienzo, vuelve con la fuerza emotiva y un crescendo hacia el final, que hará las delicias de los que buscan accesibilidad, inteligencia y savoir fair en un solo tema. Ahí es nada. Y si aún no se ha rasgado un poco nuestro pequeño corazoncito, a buen seguro lo hará después de la intensidad de Still rain fell o L. Fading hills, uno de sus mejores temas, un claro ejemplo de buena música, de melancolía y samples que abrasan el alma en búsqueda de una respuesta que jamás será hallada.

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