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Héroes del Silencio (Sevilla, 20-10-07)

Dicen que las novias suelen llegar tarde al altar, pero siempre son las protagonistas. Héroes Del Silencio llegaron a Sevilla con once años de retraso, pero 75.000 personas vibraron en un evento único que apenas se hizo de rogar ocho minutos, nada frente a tanto tiempo esperando este preciso momento.

Es difícil imaginar qué pasó por la cabeza de estas cuatro personas cuando, estando en la cresta de la ola, en la cima del mundo, lo dejaron escapar, yéndose del escenario de Los Ángeles para no volver. No se entiende cómo una banda con una legión de seguidores semejante pudiera dejarlo. Pero también las discográficas -que siempre están hambrientas- deberían hacérselo mirar, ver cuánta mierda meten alrededor de un grupo para llegar a acabar con el sueño. Cuando se ve y se oye a tanta gente aclamando a Héroes, saltando, sudando, coreando sus letras; cuando se observa al propio grupo disfrutando del gran día, uno se pregunta cómo pueden dejar las tablas, como podrán el próximo sábado salir sabiendo que no volverán a tocar junto sus viejas canciones. Sí, sus viejas canciones, pues no presentaban disco nuevo, no era necesario para poder congregar a sus fieles.

El espectáculo era total. Sevilla colapsada por la fiebre de los maños. El estadio a rebosar. Un escenario bastante modesto para una formación de talla mundial, como se tiene que medir a Héroes Del Silencio. Aun así la escenografía impresionaba. En los laterales dos pantallas que con ayuda de otras dos en mitad del estadio permitían ver parte del espectáculo. Así mismo otras dos «láminas» alargadas donde se iban superponiendo imágenes y cuatro pantallas en la parte de arriba, que iban subiendo y bajando y jugaban con imágenes de ordenador, vídeos y cámaras para cada miembro de la banda. Una pasarela para que Bunbury corretease como en los viejos tiempos y otro pequeño escenario. Y miles de personas, casi todas con camisetas negras con alguno de los logotipos de sus discos. Por todas partes, por el césped y por las gradas, mirases a donde mirases se veía gente tratando de inmortalizar el momento, de capturar un instante para toda una vida con sus cámaras y móviles.

El rito comenzó con The song to the siren de This Mortal Coil. Los acordes sonaron, las luces bajando y todo el mundo ya sabía lo que le esperaba. El repertorio parecía prefijado, pero era una noche para soñar en una isla magica, soñar que habíamos vuelto a 1996. Bunbury como siempre embutido en pantalones negros de cuero y con las uñas pintadas de negro. Juan con una camiseta de Las Líneas Del Kaos, recordando que estos chavales llegaron a ser Héroes gracias a su miríada de fans. Continuaron con El estanque, Deshacer el mundo, Mar adentro, La carta, Bendecida, La sirena varada y Opio, tema que no interpretaban en directo en la gira de Avalancha, puesto que era muy exigente, tal y como Bunbury dijo en su día.

Éste hizo otro de sus tradicionales speech. Presentó a la banda haciendo de maestro de ceremonias, sabiendo que no era necesario, claro está, pero buscando una ovación. El gran Andreu; el último cherokeee del rock español, Joaquín Cardiel; su hermano «sangre de su sangre» -que hizo de quinto héroe sustituyendo a Alan Boguslavsky-, Gonzalo «el alquimista» Valdivia; y el maestro Valdivia, el responsable del sonido HdS. Bunbury quiso que el público homenajease a Juan, que estuvo en todo momento en su sitio, mirando a su guitarra y sin perder ni un compás. Hasta pareció que por un instante sonrió y fue humano. Por momentos parecía que había algo íntimo entre Quique y Juan, como si todo las heridas anteriores estuviesen cicatrizando.

Tras intercalar una curiosa versión de La mala hora de su amigo Juan Perro, se dirigieron al pequeño escenario central, donde recordaron sus inicios, donde empezaron de cero. Aquí suenan La herida, Despertar -otra de las sorpresas de la noche- Apuesta por el Rock & Roll -canción de Más Birras que ellos se encargaran de popularizar- y Con nombre de guerra. Con No más lágrimas cerraron este pequeño show para regresar al escenario principal. Lo mejor de la noche estaba por llegar: Nuestros nombres, El mar no cesa y una extraordinaria versión de Entre dos tierras, donde Juan Valdivia fue el auténtico protagonista, con varios solos y la producción centrada en sus manos. Uno a uno fueron cayendo los temas, emergiendo las emociones al saber que el final estaba cerca, y así Maldito duende, Iberia sumergida y Avalancha cerraron la parte central del concierto.

Para los bises había un reservada una gran sorpresa: Phil Manzanera tocando junto a Juan y Joaquín para interpretar Oración y Tumbas de sal, dejando muy alto el listón con su clase. Ya sin Phil sonó La chispa adecuada con la compañía de mecheros y luces de móviles. Otra vez se fueron por un breve lapso para regresar con Tesoro y Malas intenciones. Quizás lo más emotivo fue el final, donde Bunbury entonó un conmovido En brazos de la fiebre mano a mano con Juan. La reconciliación estaba en el aire.

Concluyó así un espectáculo predestinado al éxito y que fue un éxito. Las pantallas fundieron en negro y aparecieron los títulos de crédito para dar el final a la película que nos habían representado. Es curioso cómo después del concierto, de todas las canciones que tocaron, sintamos que se quedaron temas en el tintero. En realidad Héroes del Silencio publicaron cuatro discos, sólo cuatro, pero tenían la habilidad de hacer de todos sus temas piezas sencillamente magníficas. Fuera, con los coches marchándose en el ritual del atasco, algunos continuaban la fiesta, ayudados por el espíritu del vino, coreando los temas míticos de la para siempre mítica banda.

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