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Half Moon Run – Dark Eyes

half-moon-run-dark-eyes-artwork-1400De principio a fin.

A los 20 segundos de Full Circle, la canción que abre el primer disco de Half Moon Run, Dark Eyes [Indica Records, 2012 (Canadá)/Glassnote, 2013 (internacional)], y que además sirvió de adelanto del mismo, ya sabes si te gusta o no. Y si te gusta, te encanta. Es la presentación del que puede ser uno de los fenómenos musicales del año, procedente una vez más del glorioso Canadá. Devon Portielje (voz principal, guitarra y percusiones), Conner Molander (guitarra, teclados y voz), Dylan Phillips (batería, teclados y voz) e Isaac Simonds (teclados, mandolina, guitarra, percusiones y vocales) forman un cuarteto de poderosa instrumentación que, por momentos, parece tener cosas de Alt-J, Arcade Fire, Band of Horses, Fleet Foxes, e incluso, puntualmente, de Radiohead (Give Up) o Calexico (No More Losing The War): una suerte de indie rock que sirve para engordar el paradigma de la institucionalización que desde el Canadá, sobre todo, pero también desde muchos otros sitios, se está haciendo de un folk que podríamos adjetivar ya como global.

No es de extrañar que hoy en día, con la enorme cantidad de información cultural que tenemos a disposición y con la ingente variedad de tradiciones, géneros, ismos, corrientes y sistemas culturales que han adquirido resonancia global en los últimos años gracias a los nuevos canales de comunicación, el folklore personal de cualquiera pueda construirse casi a la carta, dependiendo su desarrollo en ese sentido más de las buenas o malas influencias que de la localización geográfica de sus raíces identitarias. En este caso, está claro que los Half Moon Run tienen un buen acervo musical, ya que de hecho seleccionan y recogen muchos elementos de diversas procedencias, utilizándolos explícitamente de manera efectista (en el buen sentido) para confeccionar un atractivísimo crisol de géneros.

Bastante barroco en su definición, y con cierto cubismo en la utilización de los juegos vocales-coros, Half Moon Run despliegan en su primer trabajo una rica musicalidad, florida y fresca, resaltada en todo momento por una iluminación claro-oscura, mágica y excitante; y es así de principio a fin. Con esa delicadeza que propicia, a veces, las relaciones sexuales del tipo románticas-pero-no-empalagosas, los de Montreal encadenan sus 12 temas como si nos regalaran la banda sonora de momentos inolvidables que en nuestras manos está que ocurran. En ese sentido, comparten con Alt-J esa aparente confianza en la buena voluntad y en la incalculable capacidad de superación de la raza humana. Son, musicalmente, un canto a la esperanza: el reflejo optimista y esperanzador que necesitamos ver en el espejo de nuestro presente, ahora que el mundo va tan mal.

Dark Eyes, de todas formas, va un poco de más a menos. Pese a ser un producto de factura redonda, sus mejores canciones se concentran en la primera mitad, presentándose más difuminado su concepto musical en la segunda. De alguna manera, el impacto del picotazo termina convirtiéndose en una suave anestesia, y en una preciosa inercia, que, aunque no desmerecen en absoluto el nivel mostrado en su segmento más agitado, sí que le baja las revoluciones. Es, en verdad, un disco que va del principio al fin. Full Circle, Call Me In The Afternoon y She Want To Know, optimistas, algo cubistas y de rítmica enriquecida, son un inicio de exaltación vivaz lleno de energía y de cierta épica propia de quien apunta alto ante los retos. Incluso No More Losing The War, pese a parecer un canto al anti-heroísmo, parece también prevenirnos de los peligros de la noche del camino que estamos a punto de emprender.

Pero a partir de Give Up se instaura una especie de calma resignada, de épica contenida que transforma el Cd y lo conduce hacia un ocaso de aceptación de la realidad, muy musical y bien armado. Unofferable y Fire Escape muestran ya un sonido crepuscular, aunque tranquilizador, y ya ni siquiera Nerve o Drug You, últimos latigazos de aquello que abunda en la primera parte, tienen el ímpetu del principio. No es que se deshinche por falta de contenido, pero en parte la sorpresa ya ha dejado de tener efecto, y la musicalidad va teniendo poco a poco más función ambientalista que protagonista; aunque ésta siempre compartiera el papel con voces y coros.

Dark Eyes, aparte de recordarnos a muchas cosas buenas, y al margen de si es o no una utilización oportunista, sincera o meramente efectista de elementos ya conocidos, es un disco extraordinario. Dulce, bondadoso y cargado de esperanza, muestra una iluminación del mundo basada en la confraternización, que otorga a todo un cariz pulcro y de riqueza argumental, traducido en una música variada, sorprendente y con una fuerte capacidad de seducción. Un primer paso que les puede conducir tanto al cajón de los sueños indies transformados en pop, o al lugar al que van los que simplemente se envuelven en la bandera de la música para poder cumplirlos.

Half Moon Run actuarán en España el próximo mes de noviembre: el 9 en Barcelona (Razz3) y el 10 en Madrid (Sala Copérnico).

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