Crónica: Foals (Razzmatazz, Barcelona, 27-10-2013)
De la batalla entre el pop y el rock. O cómo los héroes llegan al Olimpo.
La extraña lógica de la industria musical preconiza que probablemente Foals, para su cuarto disco, darán un nuevo giro incomprendido a su fórmula, aumentando aún más su popularidad, pero perdiéndose parte de su encanto y autenticidad. Formaba también parte de ese patrón que rompieran el molde de su gran momento con un sobresaliente tercer disco y con una gira a la altura de las expectativas. Confío esperanzado en mi extensa capacidad de equivocación, pero opino realmente que esta es la gira en la que hay que ver a Foals: están en plena forma, tienen un material impresionante y además están haciendo méritos para ganarse una plaza entre los más ilustres y los más vendidos. A punto de entrar en ese caprichoso Olimpo, su comportamiento hercúleo no pasó desapercibido anoche en la abarrotada sala Razzmatazz de Barcelona: un concierto absolutamente rotundo.
El éxito progresivo y la evolución de esta banda de Oxford atestiguan un claro cambio de ciclo en la historia reciente de la música moderna: recuperado el baile como herramienta y objetivo a la vez, parece como si el rock ahora no fuese más que un valor añadido, un plus de contundencia o un simple input musical que se suma a unas bases agitadas de pop pasadas por un casi obligado retoque electrónico, más o menos visible. Tal vez Holy Fire (Transgresive/Sub Pop, 2013) sea ese último gran momento en la fórmula de Foals en el que el rock todavía le gana la partida al pop: si la trayectoria prosigue su curso, y si siguen abriendo su estilo al mundo (léase, a otros públicos), podemos esperar de ellos en el futuro una mayor simplificación compositiva, una inversión todavía más grande en su categórico directo, y aún más dosis efectistas de punteos gloriosos de Philippakis como los de ayer. En esta guerra interna, sea cuál sea el campo de batalla, acaba ganando casi siempre el pop.
En cualquier caso, mientras no sucumban del todo a la tentación de lo sencillo y a las masas, seguirán mostrándose más como los aguerridos héroes que tratan de ser dioses que parecieron anoche, que no como acomodadas deidades, soberbias y cínicas, que venden menos música de las que son capaces de crear. Generosos en todos los aspectos, Foals interpretaron anoche cada canción con más sentido, carisma y acierto aún que en la versión registrada en los discos, derrochando muchísimo carácter y una personalidad musical exultante y magnética. Además, demostraron tener una gran compenetración sobre el escenario, que da como invariable resultado una retroalimentación muy positiva, y muy capaz de levantar en volandas a la banda, al público y a la sala entera. En ese sentido, fue una apuesta de órdago energéticamente hablando, ya que desde el principio empezaron a un nivel altísimo.
Abrieron, como cabía esperar, con Prelude, tal y como arranca Holy Fire, entrando uno a uno los instrumentos a la vez que lo hacían los integrantes del grupo. Le siguieron Total Life Forever y Olympic Airways, dejando clara la banda su intención de ir más allá de una simple presentación de material. Conscientes o no de las repercusiones, los Foals están construyendo su propia historia día a día, y será buena si logran, en su embalado ascenso hacia el Olimpo, que no llegue nunca el momento en el que les dé vértigo o pudor mirar hacia abajo. El primer bloque, cerrado con My Number y Blue Blood, funcionó como un inicio altamente estimulante que, a la postre, se extendió durante la hora y media larga que duró el recital. Pero el segundo, enlazando Providence, Late Night, Milk & Black Spiders y Spanish Sahara, fue droga pura. Clavando cada canción con una garra descomunal, los Foals sentaron cátedra con 30 minutos antológicos.
Jack Bevan, desde la batería, se mostró como pieza fundamental en la actitud contundente y victoriosa de la banda; pero además, contribuyó quizá más de lo esperado en la construcción de una arquitectura arquitrabada que acabó resultando monumental de principio a fin. Philippakis se movió por ella con la misma soltura y osadía que por el escenario, que no le bastó para sus andanzas. Se encaramó a los pilares de la sala, se lanzó al público un par de veces, y dio siempre la impresión de querer entregarse todavía más. Ya en los bises, soltada la bomba de Inhaler, remataron la noche con un final apoteósico para Two Steps, Twice, en el que el griego y compañía se vaciaron hasta la última gota. Demostraron, en definitiva, que aunque sigan coleccionando credenciales para convertirse en divinidades del pop, su verdadera vocación es la de ser héroes.
Concierto organizado por Live Nation.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Escucha el setlist del concierto de Spotify, o míralo aquí.
Un dels millors concerts dels últims temps. Energia pura a màxima potència ! Sublims !