Foals – Holy Fire
Según reconocen los mismos Foals en una entrevista concedida a Jenesaispop con motivo de su actuación en la pasada edición del DCode Festival, Holy Fire (Transgresive/Sub Pop, 2013), su tercer Cd, estaba listo para salir al mercado prácticamente cuatro meses antes de lo que lo hizo. Aducen problemas con el master, con la portada, y reconocen que en cierto modo el retraso se debió a una estrategia de marketing del sello. Parece una tontería, pero sacar un disco en octubre es distinto que sacarlo en febrero: de esta forma el gran trabajo de los de Oxford ha tenido el recorrido necesario para solidificarse y convencer sobradamente, convirtiéndose, al menos en España, en uno de los fenómenos más esperados del programa de conciertos del final del verano y principio de otoño. Comparable al estallido de Phoenix, los Foals han mantenido la expectativa durante más tiempo, y su disco parece haber madurado del todo.
Holy Fire habrá sorprendido a los fieles de Foals que esperaban más de lo mismo, pero en realidad se trata solo de la evolución lógica de unos músicos que se sienten capaces de imprimir su sello propio en cualquier cosa que hagan, sea lo que sea. Se sienten libres, seguros de sí mismos y abiertos a cualquier tipo de cambio que pueda producirse en todo aquello que repercute en su música, porque ésta siempre seguirá siendo suya. Con respecto a sus dos discos anteriores, que son buenos, se podría concluir que donde antes parecían decir “¡eh, miradnos! Somos un grupo de math rock!”, ahora solo les basta con un simple “somos Foals”. Se aprecia una ligera relajación y mayor amplitud rítmica, una sofisticación de texturas, juegos melódicos y vocales mucho más práctica, y una utilización de efectos más acertada para dar a su música ese aspecto más universal que seguramente pretendían.
En general se trata de un Cd rico en detalles melódicos y compositivos, en cambios de ritmo y de intensidades, emocionante, con pasajes hermosísimos de una instrumentación emancipada por completo de las anteriores limitaciones procedentes de la voluntad de Philippakis, Bevan y compañía de acotar y definir claramente su estilo. Huyen de los grilletes de la etiquetación y el encasillamiento dejándose llevar, confiados, como decía antes, de que su propia personalidad marcará el estilo, por encima de los elementos que utilicen o de la morfología que resulte de cada tema. Es un disco ágil, camaleónico y robusto. Como la foto fija de la corteza de un viejo árbol que aún se siente joven: si prestas atención es diferente cada vez que lo miras, en función de la luz que sobre él se proyecte, de si es de día o de noche o de cómo lo estemos mirando. Y aun así, siempre se esculpirán formas nuevas sobre sus duras arrugas.
Por otra parte, Holy Fire tiene algo de carismático. Porque aparte del asombroso acierto demostrado a la hora de interpretar sobre qué elemento dirigir el foco de atención en cada instante, el sonido de la banda se ha despejado de ornamentaciones innecesarias y se presenta casi como a pecho descubierto, haciendo gala de un elegante coraje que lo ennoblece y le otorga un plus de respetuosidad. Y es así desde el principio, desde el amenazador amanecer de Prelude hasta el lento ocaso de Stepson y Moon, otorgándole ciertas dotes de vida propia al Cd. Pero es a partir de Inhaler, que además se adelantó casi cuatro meses al resto del disco, cuando entendemos de qué va a ir el mismo: en menos de dos minutos una guitarrita gruesa pero precisa, secundada en seguida por una batería de otro ritmo (0:10), se transforma en un paso de inspiración funky (0:32), y luego en un pesado vendaval de rock (1:10), con un clímax absolutamente glorioso (1:50), para luego volver a repetir la hazaña (2:10). En mi opinión, una de las mejores canciones del año.
La guitarra de Philippakis, claro, nos engancha: podemos seguir sus extraños y característicos punteos por todo el disco, pues reclaman atención sin hacer aspavientos en innumerables ocasiones. Embelleciendo la esperanzadora Bad Habit brillando en la variación (3:07); creciendo tapada durante Late Night, y destacándose en un extraordinario punteo gacho cuando los demás se relajan (4:08), ya hacia el final; o precipitándose en ese acristalado inicio de Milk & Black Spiders, que catapulta un estribillo cresciente y etéreo centrado en la voz con eco del frontman (1:14). O dirigiendo la algarabía final de Providence (1:55 en adelante). Cierto que en otras, como My Number, su labor es la de potenciar y decorar una pose (en este caso pop) y pasa a ser una herramienta más en la construcción del tema, edificando como resultado final en disco muy completo y emocionalmente muy rico.
Foals actuarán en la sala Razzmatazz de Barcelona el próximo domingo 27 de octubre a las 20h. Entradas a la venta a través del portal de LiveNation y en Ticketmaster al precio de 28€.
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