FIC 46 – 5. Día 4 y 5
Día 4
Sección Oficial: Tulpan
Siempre que te hablen de la estepa kazaja, la mongola o similares, ya sabes lo que te espera. A saber, una historia con buen fondo, más cercana a veces a la etnografía que al cine, y con animales. Y Tulpan no es una excepción.
Salvada por su tono de comedia, aunque a veces este desaparezca sustituido por el pseudo-documental, la película de Dvortsevoy no pasa de ser una curiosidad menor. Nada en ella resulta nuevo, nada sorprende demasiado y aunque uno sale con buen sabor de boca, la cosa no va más allá.
Lo único que resalta sobre el conjunto, y es justo admitirlo, es la grabación de la verdadera fuerza de la naturaleza en el mismo terreno. En esos momentos en los que la historia desaparece y todo se convierte en la contemplación de un espacio que resulta casi alienígena, ahí es donde Tulpan encuentra su verdadero aliento.
Me declaro un total ignorante en torno a la obra de Atom Egoyan. El director nacido en Egipto pero de formación canadiense es una de mis asignaturas pendientes, así que me ahorraré todo intento de hablar de Adoration como parte de un todo.
parte de un juego entre un estudiante y su profesora de francés para construir una ficción que permite a ambos superar su pasado y afectar a la realidad. Por en medio se habla, y mucho, de terrorismo, religión y extremismos varios. Toda una combinación que promete ser pretenciosa pero sale bien librada por no ser dogmática y que no triunfa definitivamente por una última parte que exige demasiada suspensión de la incredulidad, demasiada confianza en la casualidad.
Estamos pues ante una película que no por interesante deja de resultar fallida. Las imágenes tratan de comunicarnos mucho, pero el planteamiento resulta demasiado perfecto, demasiado conveniente. Y eso cuando uno trata de reflexionar sobre la realidad es un fallo.
Por último, no puedo dejar de comentar cómo la proyección de la película de Egoyan nos ha dejado una muestra de uno de los problemas endémicos del FIC, la calidad de la proyección. Si ya estamos acostumbrados a subtitulaciones de baratillo, fallos de sincronización en las mismas, películas que no pueden proyectarse… ahora se suma a la colección de despropósitos el no encuadrar bien la imagen, cortando demasiado arriba y permitiéndonos disfrutar por momentos de la presencia inesperada de los micrófonos, las pértigas y demás instrumentos. En descargo de Egoyan, decir que aún así la película no pierde interés, igual hasta es interesante ver cómo uno tenía que esforzarse para reconstruir el plano original en cada momento…
Día 5
Un belga haciendo cine de género es algo demasiado bonito para ser verdad. Porque claro, ya sabemos que en el cine europeo continental del área de influencia francesa los géneros son menos que parias a día de hoy.
Así que Taylan Barman, en su segunda obra, hace lo que podemos esperar: usar mecanismos del género para contarnos por enésima vez éste Festival una historia de la desintegración de la familia, la pérdida de apoyos y la incomunicación.
Nada nuevo bajo el Sol, aunque hay que reconocer al film su cuidado formal. Es una pena que bajo esa primera capa no haya nada que rescatar y que no nos hayan contado ya en tantas ocasiones que hemos perdido la cuenta.
Es fácil vender Afterschool de manera que te entren muchas ganas de verla. Tienes un internado de Nueva Inglaterra, el despertar sexual de los jóvenes, un protagonista obsesionado con la imagen que parece el heredero del protagonista de El video de Benny de Haneke… ¿A que suena bien?
Pues no lo es. En absoluto. Visualmente resulta interesante a ráfagas, desaprovecha las pantallas que se suponen su centro de interés y tiene un protagonista que es casi insoportable como personificación perfecta del adolescente casi autista obligatorio en toda cinta independiente que se precie.
Si a eso le añades un final sin pies ni cabeza y unos personajes secundarios que no hay por donde cogerlos empezarás a hacerte una idea de lo que es Afterschool. Un gran error, por si acaso hace falta verbalizarlo.
El director Pablo Agüero se jacta de que hace sentir a sus actores lo que sienten los personajes. Si tienen frío, pasan frío mientras se rueda la escena. Si tienen miedo… bueno, no hace falta continuar por ahí, espero.
El problema es que no parece darse cuenta de lo que hace sentir a los espectadores, y que sería más o menos lo que viene llamándose un profundo sopor. Y eso en una película de menos de hora y media es signo de que se está haciendo algo muy mal.
No merece la pena detenerse más en una de las peores películas que vaya a pasar por Gijón este año. Debut totalmente fallido y película a ignorar, avisados están.
Si la Concha de Oro de San Sebastián de éste año no cumplió con las expectativas, no puede decirse lo mismo de la Palma de Oro. Y es que Cannes acertó de lleno al premiar a la película de Laurent Cantet.
Se podría hablar mucho, largo y tendido sobre una de las visiones más realistas y gratificantes que se hayan rodado sobre la enseñanza e, indirectamente, sobre la adolescencia actual. Se nota, sin duda, que François Bégaudeau es profesor en la vida real y ha colaborado en el guión.
De momento baste con apuntar que estamos ante una de las películas imprescindibles de los últimos años. Una de esas extrañas obras maestras que aparecen a veces entre los intersicios del sistema. Falso documental lleno de realidad, una contradicción andante que consigue todos sus objetivos y alienta la reflexión. Toda una clase magistral.