Elliott Smith – From a basement on the hill
Con cierto egoísmo y bastante tristeza, uno no puede dejar de lamentarse por la muerte de Elliott Smith, uno de los más brillantes compositores del panorama musical contemporáneo. Y en vista al más que probable provecho económico que la discográfica sacará de él con reediciones, recopilaciones y versiones de sus canciones, es ciertamente gratificante enterarse de que aún le quedaba algo por ofrecernos, una última muestra de su maestría.
Discos como éste parten de una muy clara premisa. Su escucha no puede ser descontextualizada de los acontecimientos que giran alrededor de su propia elaboración. En base al suicidio de su autor, se evita una plausible crítica de pretenciosidad o superficialidad a las melancólicas y tremendamente pesimistas súplicas que la obra contiene. Pero es su musicalidad, sus melodías, sus arreglos, el sonido minimalista de la guitarra acústica, el intimismo de su voz o las fácilmente perceptibles influencias del pop de los sesenta, la psicodelia o incluso de Nick Drake, lo que sobresale de su póstumo trabajo.
Coast to coast es el fulgurante inicio, poco acorde con el tono del álbum, pero tremendamente acertado para contrarrestar el desconsuelo que en adelante será expuesto. La sigue Let’s get lost, joya que Smith deja como legado, una canción soberbia que destila cierta desesperanza por la que el oyente no puede evitar sentir complicidad y lástima. La deliciosa melodía del piano de Pretty (ugly before), los riffs de Don’t go down o el susurro de The last hour prosiguen sin despertar desconcierto alguno con la heterogeneidad que el disco destila. La canción A distorted reality is now a necessity to be free no sólo destaca por ese brillante título, sino por ejercer de gran y apesadumbrado punto final.
Suena mal decirlo, pero la inestabilidad emocional acompañada de la genialidad artística suele dejarnos obras que devienen intemporales, y From a basement on the hill, a falta de cierta perspectiva, bien podría ser una de ellas.