El encanto de Blancanieves llega a EEUU
La película de Berger, ganadora de 10 goyas, se estrenaba la semana pasada en EEUU.
Blancanieves se proyectó primero el pasado octubre en un ciclo de cine español en el Egyptian Theatre de Hollywood y más tarde abrió oficialmente el también californiano Festival de Palm Springs. La original traslación del cuento de los hermanos Grimm a la España de los años 20, en blanco y negro y muda, por su parte, puede verse ya en Los Angeles y Nueva York, aunque hay planes de ampliar este estreno en semanas posteriores a otras urbes norteamericanas.
Tal vez las grandes críticas favorables al filme -anteriores y posteriores a su estreno – sirvan como empuje definitivo. The New York Times la aplaude, aunque con entusiasmo limitado: «Aunque el Sr. Berger evoca imágenes preciosas de anticuario – y utiliza la banda sonora de Alfonso de Vilallonga para cambiar la corriente emocional de melodrama en plena ebullición emocional a suave farsa – Blancanieves nunca alcanza la intensidad extraña, inquietante de las películas mudas, que tan meticulosamente y amorosamente imita» . Time Out Magazine, sin embargo, aplaude la actuación de Maribel Verdú, y cómo «la familiaridad (del argumento) permite que el espectador se sumerja por completo en el lenguaje visual de Berger (y la entonación exuberantemente oscura Alfonso de Vilallonga)». Para aquellos que piensen que los críticos americanos la van a comparar con The Artist, algunos medios lo desmienten: «Berger muestra un ingenio oscuro y una fé en el antiguo melodrama que entronca a Blancanieves más con Pedro Almodóvar que con la edad de oro de los pastiches de Guy Maddin (Y además de ser muda y una película de época, no tiene casi nada en común con «The Artist»)» destaca The Playlist. Indie Wire incide en la distinción: «Mientras que «The Artist» recordó la industria del cine mudo, Blancanieves únicamente rinde homenaje al arte».
Los medios que más la aplauden con entusiasmo son The New York Post y The Washington Post. El primero asegura que «la puesta en escena y la fotografía en blanco y negro, por Kiko de la Rica, es tan deslumbrante que limita con lo decadente. Pero el director no se limita después a un mero homenaje: su imaginación se sucede a lo largo de toda la historia». Los segundos ponen el énfasis en que «la música de Alfonso de Vilallonga no es un mero acompañamiento, es una partitura con rica resonancia emocional. Las películas mudas, como sugiere esta película, lograron grandes maravillas estéticas…»