El curioso caso de Benjamin Button
Un hombre que nace viejo y conforme pasan los años va rejuveneciendo. Así, a priori, parece una historia con mucho gancho para llevarla a la gran pantalla. Si además añadimos al director David Fincher, del que hasta el momento no se le recuerda ninguna mala película, y le sumamos a Brad Pitt en el que promete ser el papel de su carrera, las expectativas que se crean son inmensas. Pero como ocurre en la mayoría de casos las promesas no se cumplen y se transforman en decepción, y es que El curioso caso de Benjamin Button es aburrida, larga, lenta, pesada y ñoña.
De toda la producción salvaremos, por salvar algo, el inicio de la cinta, recordándonos las grandes semblanzas que existen entre niños y viejos y su manera de ver el mundo. A partir de entonces la historia cae en la ridiculez, y el exceso de metraje la llega a hacer insoportable con un Pitt más cercano al sosaina romanticón de Joe Black que a la bestia que se comía la pantalla en El Club de la Lucha.
En definitiva: lo que podría haber sido una intersante reflexión sobre el paso del tiempo acaba siendo un mero entretenimiento rosa para las jovencitas, y no tan jovencitas, fans del que fuera chico de oro de Hollywood.