Ebrovisión 2004 (Miranda de Ebro, 2 y 3 de julio de 2004)
LORI MEYERS
El cuarteto granadino tenía ante sí una papeleta difícil, ya que sustituían a Delorean, que quince días antes de la celebración del festival anunciaron su renuncia en pro de una gira mejicana. Así pues, el Ebrovisión dio comienzo a su cuarta edición con las canciones de Noni (voz y guitarra), Julián (bajo, teclados y voz), Alejandro (guitarra y voz) y Alfredo (batería). Esta joven banda se está convirtiendo en una de las revelaciones del año con su primer trabajo Viaje de estudios. Aunque durante todo el concierto tuvieron algunos problemas de afinación con los instrumentos (sobre todo con la sexta cuerda de la guitarra de Noni, que estaba maldita y se desafinaba todo el rato), es indudable que supieron sobreponerse.
Con un público aún despistado descubriendo el entorno de La Fábrica de Tornillos, abrieron fuego con el tema homónimo que abre su debut, dejando claro desde el primer momento que las posibilidades de su directo son muy grandes. Siguieron con Ham’a’cuckoo, y demostraron sus habilidades con las armonías vocales en Ya lo sabes. Tras una dedicatoria a sus amigos Bronco Bullfrog, que actuarían más tarde, la pegadiza y aparentemente inocente Parapapá despertó a los aún escépticos gracias a su bello desarrollo de guitarras y su brutal crescendo final volviendo al estribillo.
Ahora los presentes ya sabían a lo que se atenían, y los juegos de guitarras en ¿Dónde están mis maletas? fueron muy bien recibidos. El comienzo de Dos hombres con sombrero, en la que Noni empezaba cantando sólo acompañado por la acústica, marcó un cambio en el ritmo del concierto, aunque hacia el final de esta canción volvió a dar un giro en su intensidad. Tras Mujer esponja, máximo exponente de las inteligentes letras del grupo, comenzó De superhéroes. Todo el mundo vibró con este tema cuando después del segundo estribillo el tempo se aceleraró para llegar a su final.
Un par de canciones de corte powerpop que no se encuentran en el álbum dieron paso al último tema de su actuación. Alejandro intercaló breves fraseos con la guitarra en Tokio ya no nos quiere, primer single del grupo y titulado como una novela de Ray Loriga, con el que dejaron el pabellón muy alto en su eléctrico final. Sin duda, una fantástica manera de iniciar el festival, dejando claro, además, que Lori Meyers son una de las más interesantes atracciones de este año.
BRONCO BULLFROG
El comienzo de los británicos no pudo ser peor. Tuvieron que interrumpir su primera canción en varias ocasiones porque el bombo de la batería no estaba bien sujeto. Incluso Louis, el bajista, bromeó pidiendo a alguien del público que se sentara delante para evitar que se moviera. Tras solucionar el problema, siguieron con un viejo tema del grupo Get to know you, incluido en su disco Seventhirtyeight.
La mayoría de las canciones que siguieron correspondían a su último disco Oak apple day. Entre ellas destacaron las armonías vocales marca de la casa de I don’t need the sunshine o Between here and beyond, tras la cual intentaron comunicarse con un grupo de espectadores de la primera fila que les hacían una peculiar petición que no podían entender (para más información al respecto, ver concierto de La Habitación Roja).
Una de las principales características del grupo son las sólidas lineas de bajo de Louis, que se complementan a la perfección con la guitarra de Michael y la batería de Andy, como dió buena muestra New day way. Aunque las melodías y las armonías de las voces de los tres miembros del grupo destacan por su empaste y son el elemento que más caracteriza al grupo, en sus directos lo que realmente llama la atención es la contundencia de sus canciones más bailables y desenfadados. Una buen ejemplo fue Emporium days. Quizá se echó de menos algún tema más rockero de su último disco como You’re my head.
Pese a los problemas técnicos, Bronco Bullfrog nos enseñaron lo que es un buen directo, sólido y eficaz, y cómo se pueden interpretar en formato trio unas canciones que suenan a clásicas pero que no caen en los típicos clichés y tienen una esencia propia. Y aunque la instrumentación de sus discos a veces se echa de menos, las buenas maneras del grupo las suplen de sobra con su manejo de los intrumentos y sus voces.
LA GRANJA
Llegaba la hora del grupo con más solera de los que se dieron cita en Miranda de Ebro. Tras su éxito a finales de los 80 y su posterior recuperación en el sello Grabaciones en el Mar, La Granja vuelve con cierta aura de dinosaurio musical que se mantiene en buena forma. Atrayeron una importante masa de fieles, jóvenes y no tan jóvenes, y sin duda que todos disfrutaron como locos de su actuación. Los que no comulgamos con el catecismo de la banda salimos con la impresión de que el directo de los mallorquines, si bien tiene mucha fuerza y un sonido excelente, pecaba de plano en sus ideas, dejando de lado aquellos temas que se alejan de una honda pop-rock sin más pretensiones.
Venían presentando Tobogán, y como toda una declaración de intenciones tocaron Aquí estamos otra vez, que se vio afectada por algunos acoples. La alternancia de temas de su último trabajo y sus primeras composiciones fue constante. Así, las guitarras directas y el rock contundente de Qué cerca veo el final, del disco Soñando en 3 colores, dió paso a una de las canciones más importantes de su último lp, Eto’o (su jugador favorito), que dedicaron al futbolista camerunés y durante la cual la banda se movió tratando, con éxito, de meterse al público en el bolsillo. Tras dar un empujoncito a la intensidad del concierto con algunos solos de guitarra, cambiaron a un tempo más lento en Carita de pena, en la que el juego de luces se mostró demasiado excesivo.
A partir de aquí, salvo por la inclusión de Tu droga favorita, el concierto fue todo un homenaje a sus seguidores más acérrimos. Tras una vuelta a su álbum del 88 con ¿Por quién doblan las campanas?, siguió La mala traición, en la que se logró una hermosa conexión con el público en los momentos en que sólo sonaba la voz. Siguieron repasando Azul eléctrica emoción del 89 con Persiguiendo una luz, previo aplauso para su técnico de sonido, que les acompaña desde hace 12 años y que ha ganado un grammy por su trabajo. Desde luego que podemos dar fe de su gran labor, porque los juegos de guitarras se oian con claridad cristalina y el sonido podía calificarse como impecable.
El momento más curioso del concierto fue sin duda la interpretación de Sufro por ti, ya que Guillermo, el cantante de La Granja, se puso una horrible peluca amarilla que acabó lanzando al público. Los delirantes gritos de los fans lograron que aún volvieran para tocar unos bises, Magia en tus ojos y la mítica Los chicos quieren diversión, que fue recibida con entusiasmo y sincero agradecimiento por ambas partes.
LA HABITACIÓN ROJA
Los valencianos dieron un recital en el que demostraron que su directo se aleja bastante de lo que nos tienen acostumbrados en sus discos. Mucha más energía, con guitarras más contundentes que hacen que se pierdan muchos medios tiempos y matices, pero que logran que el público se divierta mucho más. Con la salvedad de que, al menos en esta ocasión, se les fue la mano con el sonido, que pecó de un exceso de decibelios. Tanta saturación impedía en ocasiones saber qué era lo que estaba sonando.
Salieron al escenario con Un día perfecto, primer single de Radio, y se prodigaron en terribles subidas y bajadas con un brutal final. Solaparon Largometraje, en la que disfrutaron jugando con las guitarras, y no cesaron de tocar, iniciando una distorsión prolongada que dió pie a un tema instrumental. En esos momentos tuvieron problemas con el bajo, y la banda se dedicó a improvisar sobre la melodía mientras éstos se solucionaron. Acabaron el tema con un terrible crescendo que mostró cómo vive su música La Habitación Roja.
Siguieron con un par de temas de 4, Pasarán los días y Cuando te hablen de mí, de la que hay que destacar los momentos en los que el batería entraba cambiando el ritmo. La primera acústica de toda la noche (y ya íbamos por el cuarto concierto) salió para tocar Anónimos, que dedicaron a Pedro Vizcaíno -su descubridor y responsable del sello Grabaciones en el Mar- y a sus amigos de La Granja, a los que llamaron «Maestros». Antes de Dices que no y Universal, presentaron un tema nuevo, Érase una vez que se caracterizó por sus letras y guitarras afiladas. Como nota curiosa, un grupo del público que se congregaba en la primera fila se pasó todo el viernes pidiendo en cada uno de los conciertos que el cantante gritara «Porno duro», y lograron que Jorge, al menos, lo susurrara al micro.
La canción mejor recibida fue Eurovisión, en la que el bajista salió con buen pie mientras le arreglaban la bandolera, que se le había roto. Tras un muy buen final de guitarras, Mi habitación y Crónico ya no podían tapar que el sonido era realmente atronador. En cualquier caso terminaron desatados, moviéndose por el escenario en un final eléctrico, con patada al micro y bajista brincando sobre el soporte de la batería para acabar el concierto. Aún volvieron otra vez, presentando una «Canción que ojalá fuera nuestra, dedicada a todos los euroescépticos», y que no era otra que su versión de la mítica Teenage kicks de The Undertones.
PLEASUREBEACH
Para teminar la primera jornada del festival estaba programada la actuación de PleasureBeach, uno de los grupos que más prometía. Y no defraudaron, sobre todo tras el amalgama de distorsión y exceso de decibelios del concierto anterior. Y lo que ofrecieron los británicos no fue otra cosa que rock ‘n’ roll en estado puro. Oyendo este concierto parecía como si se hubieran juntado a míticas bandas como Ten Years After, Led Zeppelin, Deep Purple, Flaming Groovies… en una sóla.
Si bien no profundizaron en su lado acid jazz, el Hammond de Richard es el epicentro del grupo, aunque tiene que luchar por este puesto con la guitarra de Tristan y la voz de Art. Este enfrentamiento está patente en temas como Soul stole my rock ‘n’ roll, en el que poco a poco cada instrumento iba haciendo su solo solapándose con el del anterior. Es increíble cómo los temas de su disco Those who live by the sword suenan más directos y auténticos en directo, sobre todo gracias a la batería de Euan.
La conexión con el respetable fue total, una relación en la que los británicos daban todo y los asistentes al Ebrovisión recibían impresionados una tras otra sus canciones. Con Face the music pidieron al público que se acercara aún más al escenario, y demostraron que a muchos de los hypes del momento no tienen más que pose y les falta la autenticidad de bandas como ésta. Out of the blues incidía con su afilado riff en el genial ambiente de la Fábrica de Tornillos. Con S.O.S. demostraron su virtuosismo y su capacidad para manejar la reiteración de frases y melodías sin resultar reiterativos. Incluso se atrevieron a bromear empezando a tocar una melosa versión de Lady in red, que finalmente no interpretaron.
Pese a que se echaron de menos sus versiones instrumentales de I feel the earth move o Smells like teen spirit -y en general toda su vertiente más jazzera y bailable-, las muestras de rock que dejaron en Miranda de Ebro durante la hora y cuarenta minutos de duración de su concierto fueron de lo mejor del festival. Podemos afirmar sin equivocarnos que PleasureBeach fueron el mejor directo del viernes y el mejor de los grupos extranjeros del Ebrovisión.
THE SUNDAY DRIVERS
La jornada del sábado comenzaba con The Sunday Drivers. Empezaron el concierto ante apenas un centenar de personas que, salvo excepciones (entre los que hay que incluir el nutrido grupo de seguidores y amigos que les acompaña en casi todos sus conciertos), estaban más preocupados por el comienzo del concierto de Miqui Puig que por el de los toledanos. Pero poco a poco y a medida que iban desarrollando su repertorio, el público y la atención fueron creciendo de forma exponencial hasta terminar con todos los asistentes de la Fábrica de Tornillos pidiendo más canciones. Y es que, probablemente, asistimos a uno de los mejores conciertos de los Sunday Drivers, en el que la entrega y la conexión con el público fue total.
Empezaron el concierto con On my mind, el primer single de su segundo disco Little heart attacks con el que, gracias a la voz de Jero, consiguieron captar la atención de la mayoría del público presente. A éste le siguió Can’t you see, que a pesar de no contar con las armonías vocales que Lindon Parish arregló para el CD sonó increible. Lo mismo sucedería más tarde con Tears & years, tema con reminiscencias de country-rock americano. La mayor parte del repertorio procedía, como en los anteriores, de su último lp. Así lograron mantener los sentimientos a flor de piel con la interpretación de Love, our love o I should go, dedicada emotivamente a su manager, y amigo, Miguel. Otro de los temas del último disco que mejor respuesta tuvo del público fue Often.
Pero como saben que en sus conciertos suele haber un nutrido grupo de fans que les siguen siempre desde sus comienzos, intepretaron temas de su primer disco homónimo como Happy song o Time time time. También de este álbum, reinterpretaron All is good around me que sonó más funky que nunca gracias a los arreglos con el whawha de Fausto y, sobre todo, a la introducción de Julián al teclado. Precisamente Julián tuvo su mayor momento de gloria con Only in the dark days, una canción que nos hace volver a la mejor psicodelia de finales de los sesenta. Curiosamente, los dos mejores momentos fueron en la recta final del concierto y se trataron de dos «covers»: la primera The weight de los norteamericanos The Band, y la segunda, con la que cerraron el concierto, Your time is gonna come de los británicos Led Zeppelin. Estos dos temas se han convertido en temas propios más que en covers gracias a los arreglos de Carlos a la batería y Miguel al bajo. En el de Led Zeppelin, en el que uno a uno van abandonando el escenario mientras los demás siguen tocando, pudimos ver como ambos se entregaban totalmente antes de despedirse del público.
Cuando el concierto ya se había dado por finalizado, los fans empezaron a cantar los coros del final de Little heart attacks, tema que cierra su último disco y que se ha convertido en su Hey Jude particular. Con directos como el que esta noche nos ofrecieron The Sunday Drivers, uno se plantea cómo funciona realmente el mercado musical. Fue el mejor comienzo posible para la segunda jornada de este festival, aunque muchos pensaron que podría haber sido un gran broche final.
MIQUI PUIG
Un concierto atípico fue el que ofreció el compositor catalán, que venía presentando su nuevo disco Casualidades, y al que sin duda hay que aplaudir por su profesionalidad. Salió a escena acompañado del guitarrista, y empezó cantando con la mano en el bolsillo No, por eso no, a la que siguió Bonito es ya con los demás músicos a bordo, en una versión ligeramente transformada (que perdía algunas armonías vocales). Ambos temas eran de su antigua formación, Los Sencillos, a la que Miqui se refirió como «Una banda que me gustaba mucho».
A continuación aclaró a los presentes que habían sufrido varias bajas y se presentaban con los componentes justos (bajo, samplers, batería y xilófono), pero que habían considerado que debían tocar. Este gesto les honra, porque supieron estar a la altura de las circustancias y tratar de salir adelante a pesar de los contratiempos. A partir de ahí se centraron en las creaciones de Miqui Puig en solitario, tocando Eufórica número 3, de bellas reminiscencias jazzísticas, y a continuación Casualidades, en la que sustituyeron los metales del álbum por samplers.
Miqui estaba muy contento con la reacción del público e introdujo La banda sonora de una parte de mi vida diciendo que «Los domingos cuando voy a comer a casa de mi madre, me pregunta por qué me dedico a esto; pues supongo que será por noches como ésta». Con esta frase se ganó una sonora ovación. Los sentimientos se mostraban a flor de piel, ya que se le vio sinceramente emocionado cuando dejó al público cantando sólo el estribillo y los coros del final. Continuaron con una canción en italiano, que sonó realmente mal, lo que tal vez se notó, porque Miqui dijo «A la salida os firmo un papel diciendo que os debo un concierto con toda la banda». Aunque se debió olvidar de dicha promesa bailando al ritmo de La canción de amor en la que el chico gana.
Su momento más rockero llegó en Con un traje de Elvis, finalizando su actuación con Te quiero ahora te quiero luego, tema electro-pop con el que los fans bailaron sin parar. Una pena no poder comprobar cómo es la concepción en vivo de Casualidades, pero la falta de medios (y de suerte) fue contrarrestada con muchas ganas y mucha actitud, a lo que sin duda ayudó la comprensión por parte de los asistentes de la anómala actuación.
BOEDEKKA
Los londinenses Boedekka comenzaron su actuación en la Fábrica de Tornillos ante la casi total indiferencia y desconocimiento de los presentes. Sobre todo fue palpable cuando comenzaron a sonar los primeros samplers de Jet elsker at spille kabale (La gata decía miau), que supuso un comienzo atípico en lo visto hasta entonces, pues la distorsión y la intensidad sorprendieron al público. Terminó con Finn, el cantante, envuelto en humo, momento que dió paso al single de su último disco, The pipper, the devil, the poet & the priest, Carnival of the Anticrist. El guitarrista del grupo, Rob, padecía espasmos cuando tocaba mientras el público empezaba a bailar y a disfrutar con su música.
Con el final de Hangman empezó la locura y la psicodelia, acentuada por el casco militar que lucía Carl, el batería. Y para que la noche no decayera, la guitarra sampleada de Microdot maintenance anunció, junto con la entrada de la batería, que en este concierto uno no podía dejar de moverse. El ánimo de baile confirmó con Forecurt junkie, en el que su envolvente final dió paso a una de las sorpresas de la noche…
Como anunciaron, venía un tema que nunca antes habían tocado en directo: That’s a lie, uno de los mejores del disco, que hizo las delicias de los pocos seguidores del grupo que estábamos entre el público. Ahora era el turno de dos de los temas de su primer disco Happi nightmares (que en realidad es un compendio de varios EPs y singles): el rock emotivo de It doesn’t really matter y Cabin fever (another old one), en la que destacaban por encima de todo las bases y los samplers que James iba desgranando desde los teclados.
Para cerrar su actuación en Miranda, Boedekka escogieron uno de sus mejores postres: Devil on my back supuso un bello final con sus armonías vocales y la emotividad de sus melodías. Para rematar la faena, un pequeño epílogo con diferentes desvaríos (con guitarra reversed incluída), que confirmaron la interesante propuesta de los ingleses. Su directo fue una reminiscencia de concepciones sonoras de grupos como Pink Floyd o Beta Band que dejaron muy buen sabor de boca entre los presentes.
SERAFIN
El cuarteto británico aparecía como la gran atracción foránea del cartel, con un gran apoyo de prensa y público. Pero su actuación fue, sin lugar a dudas, la más decepcionante de todo el fin de semana. Como ya hemos comentado, en alguno de los conciertos el exceso de ruido fue un poco exagerado a pesar de la muy buena acústica de La Fábrica de Tornillos, pero aquí ya fue sencillamente sangrante.
Serafin venían no sólo a presentar su primer larga duración, No push collide, sino que tocarían algunas canciones nuevas, tal y como anunciaron al respetable al poco de comenzar su actuación. Unas y otras se confundieron bajo los muros de sonido que, por impericia de los técnicos del grupo o por alguna idea de éste un tanto desviada, volvieron casi irreconocibles las letras, confundiéndose bajo y guitarras sin llegar a apreciarse en algunos momentos qué es lo que estaban haciendo.
Esto no fue óbice para que Ben, el cantante, mostrara unas dotes vocales bastante impresionantes, en los que era capaz de desgarrarse la voz una y otra vez sin consecuencias aparentes. Y hubo momentos bastantes buenos, como la interpretación de Things fall appart, que fuera single de presentación del grupo, o el primer single de su debut, Day by day, que sonó realmente intenso. También cabe destacar Build high tear low, con un bajo con muchísima distorsión y una melodía al teclado que parecía sacada de un videojuego de los 80.
Durante el concierto apenas hubo lugar para matices, con casi todos los medios tiempos que aparecen en el álbum brillando por su ausencia, pero al menos en el último tema se dejó lugar para ciertos toques de psicodelia que la verdad se agradecieron. Todo acabó con el batería colgándose de las barras que había sobre el escenario, saltando y tirando las baquetas al público, que en cualquier caso no dejó de gritar durante todo el show, ajenos a la calidad musical de éste.
EL COLUMPIO ASESINO
El Ebrovisión llegaba a su fin, y los encargados de cerrarlo eran El Columpio Asesino. Los navarros ya han dado mucho que hablar con su álbum del 2003, y aquí dieron pistas más que jugosas que arrojan algo de luz sobre los caminos por los que transcurrirá su próximo trabajo. A pesar de que en el estudio las cosas no tienen por qué desarrollarse de idéntico modo que en directo, tal y como podemos comprobar en la traslación que ha hacen de su debut, parece que El Columpio Asesino seguirá explorando su vertiente más potente, dando rienda suelta a sus letras más opacas -incluso tenebrosas, podríamos decir-. En este sentido pareció preocupante la casi total ausencia del trompetista en los temas nuevos, a pesar de los interesantes matices que aporta al sonido de la banda.
Como va siendo habitual, el grupo al completo se lanzó al ataque con El evangelista, que puso a bailar a todo el mundo a los mandos del bajo de Txibe y la trompeta de David. Los contagiosos gritos de Ye ye yee dieron paso a uno de los temas nuevos, dejando patente su admiración por cierta banda británica, tal y como ellos mismos dejan ver en cada uno de sus recitales. Tras el brutal clímax que lograron en Your man is dead cuando todos los instrumentos juntos repetían idénticas notas sin cesar, dedicaron la instrumental Castigadora a Marlon Brando. «El chaval», como ellos dijeron, había fallecido muy recientemente, y le brindaron así su particular homenaje.
A continuación presentaron otra nueva, La zorra, de letra oscura e instrumentación muy pesada. Motel fue introducida por Álvaro (cantante y batería del grupo) como «Una historia de amor entre fontaneros; sexo entre fontaneros», y desde luego que no es ninguna broma. La joya de la corona, su versión del Vamos de los Pixies, dejó muy buen sabor de boca con su terrible final, aunque damos fe de que los hemos visto desarrollarlo aún más alcanzando cotas épicas. Antes de atacar otro tema nuevo hubo lugar para las bromas, ya que arrojaron una flor a Raúl (guitarra), que se la puso en la oreja, y acabó dándosela al teclista, que en pose gentil se lo volvió a arrojar al público.
Su tema más preciosista, La muerte de un trompetista, dejó fascinados a los asistentes que a esas horas aún combatían el cansancio y tenían ganas de más. Inevitable era el bis, y se desmarcaron presentándolo con un «Vamos a ver si destrozamos una canción de un grupo que se han juntado por dinero». Las cosas claras, y cómo no otra versión de los Pixies, esta vez Gigantic, pero con la característica marca de la casa de hacer versiones aportando nuevas ideas. Sobre la melodía del bajo y con arreglos de trompeta al final, desarrollaron una increible transformación del tema, demostrando una vez más que el directo de El Columpio Asesino no tiene desperdicio.
Texto y fotos: Andrés Cabanes.