Cruïlla 2013. Día 1 (Barcelona, 05-07-2013)
Cruïlla 2013. Día 1: Cat Power, Rufus Wainwright, James Morrison, Billy Bragg, Suede, Ramón Mirabet, Toundra, Wyclef Jean & Refugee Camp, Standstill y The Suicide Of Western Culture.
La comparación entre el Primavera Sound y el Cruïlla es inevitable. Puede que sea solo porque se celebran en la misma ciudad y recinto, aunque en este caso sea en un espacio bastante más reducido, pero tal vez también porque el segundo se está posicionando cada vez más en una forma radicalmente distinta de ver, escuchar y disfrutar el hecho musical. Fantásticamente bien representada en su anuncio, esta forma se caracteriza por la apuesta por bandas que, más allá del género que cultivan, se destacan por la universalidad de su sonido. Definitivamente la música se divide en lo que te gusta y lo que no, y las bandas del Cruïlla son de las que sí te gustan. En su mayoría no son el último hype indie, ni la rareza friki etiquetada con cientos de afijos previos a la palabra pop o rock, pero logran conformar cada año un cartel muy ecléctico, de espíritu veraniego y con grandes nombres. Un festival para todos los públicos.
En ese sentido, el segmento más hipster del público más madrugador de la primera jornada, la del viernes, tenía una cuenta pendiente con Cat Power, uno de los grandes atractivos del cartel, debido a la cancelación de sus últimas actuaciones en nuestro país, previstas para las ediciones de Barcelona y Madrid del Primavera Club 2012. Venía Chan Marshall presentando su último trabajo, Sun (Matador, 2012), que ha convencido a muy pocos, y ese nuevo look sofisticado, moderno y más dinámico con el que se ha propuesto salir de su propia y particular crisis; y aunque al principio nos temimos todos lo peor, lo cierto es que acabó marcándose un concierto sobresaliente. Aparentemente nerviosa y con tendencias y tics obsesivo compulsivos, lanzó Cherokee casi al principio, y su voz se arrastró penosamente, como los andrajos de un antiguo vestido de gala, en un tema que acabó siendo casi instrumental. Se me rompió el corazón, y no fui el único.
Pero Chan es una montaña rusa: fue rápidamente de menos a más, y de más a enorme. Su inicial falta de seguridad y fragilidad desaparecieron en seguida, con Silent Machine, revistiendo su coraza a base de aciertos vocales y de una banda que la apoyó concienzudamente. Pero pocas veces apareció esa tierna indefensión latente de su voz de antaño, rasgada y herida, pero nunca de muerte; y es tal vez porque en su último giro se ha encargado de enterrar una parte de sí misma, que ya nunca volverá, y allí se quedó la Cat Power del Jukebox (Matador, 2008) y, sobre todo, la del Moon Pix (Matador, 1998), la preferida de casi todos. Metal Heart fue su propio obituario, una muestra de la especie de suicidio musical de Marshall, y de su posterior renacimiento. Acabó con Ruin, en lo alto de su euforia pasajera, regalando flores, setlists y toneladas de sinceros agradecimientos, y reafirmando con creces su nueva personalidad.
Siempre nos gustó Chan porque parecía en el límite, a punto de romperse. Temas como Back Of Your Head o Moonshiner (por poner dos ejemplos), del Moon Pix, terriblemente tristes, daban a entender sin embargo que su autora mantendría siempre una llama de vida pese a las adversidades, un hilo de integridad y esperanza, y que por muy hundida que estuviera, seguía creyendo hasta las últimas consecuencias en lo que carajo creyera. Pero al final Chan se rompió, y creo que dejó caer a posta para partirse en mil pedazos de una vez y poder reconstruirse desde cero, dejando atrás una parte importante de su vertiente artística. El viernes dio un gran concierto, y deseo que siempre sea feliz, pero cuando la reconstrucción acabe y se afiancen sus nuevas formas, se acabará el rastro de la antigua y amada Chan. Lo bueno es que ya podemos empezar a querer a la nueva.
Muchos opinaron que ya había merecido la pena, y que el resto del festival no podría mejorar una actuación que, por lo imprevisible, acabaría siendo la más emocionante. El resto de la noche, en efecto, se basaba en propuestas más ortodoxas, y por tanto con menor capacidad de mutación y sorpresa que la demostrada por Cat Power. Rufus Wainwright fue siempre Rufus, en lo bueno y en lo malo; James Morrison no se salió de su papel de blanco con voz de negro al servicio del entretenimiento pop; y los Suede rememoraron la época dorada del brit-pop, que adquiere a través de su memoria un punto más de glamur, si cabe, refinado directamente de la figura, la presencia y la pose de Brett Anderson. Por él no pasan los años, y la energía con la que ha vuelto a los escenarios es realmente admirable. Además, la base de su concierto fue el Coming Up (Nude Records, 1996), y temas como Trash, Filmstar, She o Beauteful One, auténticos hitazos ya clásicos.
Anteriormente nos habíamos acercado al escenario Time Out, el más alejado, para degustar el country comprometido del británico Billy Bragg, que venía presentando Tooth & Nail (Cooking Vinyl, 2013), su último trabajo, en el que sigue homenajeando a Woody Guthrie y luchando, a su manera, contra la injusticia social. Y contra todos estos competía Ramón Mirabet, un treintañero de Sant Feliu de Llobregat, famoso en Francia pero aquí no tanto, que encandiló a unos cuantos durante su prueba de sonido en el pequeño escenario Lounge Estrella Damm. Con una generosa banda que conectaba con el universo sonoro de New Orleans y con las ganas de bailar del público en general, el atractivo cantautor desplegó su vozarrón, imprimiendo la imagen del festival, ‘Mediterráneamente’, en la retina de los allí presentes.
También coincidía con los Toundra, que sorprendentemente tocaban en el escenario El Periódico, el más pequeño de los cuatro principales: una prueba más del tipo de público cliente del Cruïlla, que repara menos en fenómenos emergentes de géneros más bien minoritarios como es, en este caso, el post-rock instrumental, convirtiéndolos de nuevo en rareza. Los madrileños, sin embargo, se curten igual en un escenario que en otro: ponen siempre una intensidad creciente, en desarrollos que tienen cierta lógica espiritual o la de la búsqueda interminable de un tribalismo étnico propio, hecha a base de impresionante batería y de guitarras desafiantes e incisivas. Hicieron, como siempre, un espectáculo de rock hipnótico, poderoso y muy bien definido, demostrando una vez más que su música, descriptiva y enteramente instrumental, es muy capaz de transmitir emociones muy intensas.
Poco después de la 1am, y con algo de retraso acumulado, Wyclef Jean apareció en el escenario Deezer, uno de los dos más grandes, para dar su concierto exclusivo en España en compañía de los Refugee Camp. El haitiano, sabedor de que su fama mundial se debe en gran parte a su obra con los Fugees, tiró de algún que otro sampler con la voz de Lauryn Hill, y, en general, trató de moverse por los mismos parámetros de la música negra por los que se movía cuando integraba el mítico trío de Jersey: rap comprometido de temática política, R&B, raggae; hip-hop de raíces amplias y conciencia limpia. Pero por detalles como el momento versión raggae de Knocking On Heaven’s Door el concierto se fue tornando en un batiburrillo de parches de grandes éxitos, auténticos hitos generacionales, salteados entre piezas de una carrera que tocó cima tal vez demasiado pronto.
Simultáneamente, en el otro extremo del recinto, los Standstill presentaba una propuesta radicalmente distinta a la de Wyclef Jean: Dentro De La Luz (Buena Suerte, 2013) es un ejercicio acústico donde, en efecto, juegan con distintas iluminaciones, siempre líquidas y algo catedralicias, y por lo poco que vimos, fue todo un acierto musical y visualmente. Para el cierre (o casi) quedaba la electrónica de The Suicide Of Western Culture, en la carpa El Periódico, que aportaron la dosis de desenfreno y liberación necesaria para que nos marcháramos a casa satisfechos. El dúo autóctono adoptó su versión más espinosa y ruidosa, confeccionando un directo a medio camino entre el space-rock más radical y feroz, y una especie de electrónica noise, utilizando incluso el bajo de los Toundra y uno de los toms de su batería como refuerzo en alguno de los temas que interpretaron. Remembering Better Times o Love Your Friends, Hate Politicians fueron de las más aplaudidas.
Fotos de Pablo Luna Chao.
2 comentarios