[Crónica] Visor Fest 2018 (Benidorm, 02-03/11/18)
Resultamente reconfortante asistir a un festival en el que no te encuentres una inmensidad de personas apostadas en primera fila y empeñadas en ver un concierto a través de sus teléfonos. Es lo que pudimos comprobar el pasado fin de semana en Benidorm, en la primera edición del Visor Fest, cuya primera intención- y creo que lograda en gran medida- era recuperar el espíritu de los festivales de los 90s, con conciertos de más de media hora y sin solapamientos.
La primera de las actuaciones fue de alto voltaje, pese a que el grupo protagonista no tiene el reconocimiento de compañeros de generación mucho más populares. La creación de atmósferas melancólicos de guitarras es propio de los mancunianos The Chameleons, símbolo de la apertura del punk a la melodía y a la poesía, características que convirtieron a la formación en una banda de culto hasta hoy. El hecho de no haber obtenido el éxito que merecía- como contrapunto- también les ha ayudado a envejecer con naturalidad, no han tenido que venderse a los ritmos de los tiempos para captar la atención de cada nueva generación.
Así, retenidos en el tiempo, los de Mark Burguess sonaron nostálgicos y contemporáneos al mismo tiempo. Cualquiera de los más jóvenes allí concentrados (pocos) podría observar la fuerte influencia de la formación en bandas hoy tan – y más conocidas- como The Horrors o Editors. Eso sí, ChameleonsVox, es una encarnación vigente alrededor del cantante y bajista Mark Burgess, sin los talentos de los cofundadores Dave Fielding, John Lever y Reg Smithies, pero sus sustitutos han mantenido la credibilidad en el legado asumido. Dedicando su actuación – algo habitual en sus conciertos- a Sophie Lancaster- asesinada en 2007 en Manchester por vestir de gótica-A Person Isn’t Safe Anywhere These Days– dieron fe de su vigencia en clásicos como Don´t fall, Monkeyland o Perfume Garden.
La exaltación del día fue de menos a más. Con la llegada de Ride– a quienes ya vimos el pasado año en el BIME Bilbao– comprobamos que- al igual que ocurre con Slowdive– nunca es tarde para regresar si se hace con convencimiento y se mantiene viva la llama. Las nuevas canciones de los de Oxford se deslizan sin esfuerzo con sus clásicos – como la apertura con Lannoy point– y pueden permitirse el lujo de quitar las piezas más apreciadas de su setlist actual (Cali, Twisterella) sin aminorar la intensidad del directo. Mark Gardener y Andy Bell alternan voces- o se compenetran de forma perfecta- con la complicidada del martilleo de Loz Colbert- uno de los mejores bateristas del Reino Unido- y dejan espacio a maravillas inmortales como Vapour Trail o Leave Them All Behind, esta última completamente delirante en directo.
La hora culminante de la noche del viernes llegó con la aparición en escena de The Jesus & Mary Chain. El sonido turbio y extremo que la banda de los hermanos Reid dispensaban – a contracorriente- en una década completamente dominada por el pop sigue manteniendo su áspera vigencia en 2018, casi en las mismas circunstancias. Las canciones escogidas en el setlist conformaron una lista bien equilibrada que mantuvo el barco bien a flote. Con un Jim Reid completamente absorto y concentrado en la actuación- prohibidas fotos frontales- las piezas de su clásico Darklands (1987) se sucedieron sin pausa con otras de Psychocandy (Some Candy Talking) o Honey’s Dead (Reverance), con la única incorporación de la ayuda vocal de Madeline Cassidy en la maravillosa Just Like Honey. Gran ruido sin sonar grandiosos. Nunca lo ha pretendido.
Para comenzar el sábado – tras una inesperada soleada mañana de playa- la tarde noche nos encontramos con Ash y un público- el de las primeras filas- que parecía que habían estado con ellos desde sus inicios en 1996. Un setlist de sueño de adolescentes y puro indie-rock de los 90 en el que los hits más antiguos, como Oh Yeah, Shining Light y Girl from Mars se fusionan fácilmente con melodías más nuevas, como Buzzkill, Annabel y Arcadia.
Cat Power se acercó sigilosa al escenario. No se permitían fotos y, sin embargo, un grupo de chicas habían decidido que tenían que contarse sus penas a toda voz – en primera fila!- Habían venido a escucharse con la copa en mano y con el sonido melancólico de fondo de Charlyn Marie «Chan» Marshall y, de paso, fastidiar a todo el que estuviera alrededor. Todo muy tierno. El setlist de la estadounidense mantuvo, un perfil adormecedor y poco entusiasta, que además tampoco cuadraba con el festival. Aun con la inclusión de versiones de Nick Cave o el clásico These Days de Nico/Jackson Browne no consiguión emocionar del todo o, tal vez, no encontró el ambiente propicio. El concierto – con Wayne Coyne de espectador de lujo entre bastidores- duró quince o veinte minutos menos de lo previsto pero la gente tampoco protestó mucho. Por algo será.
Por suerte, Saint Etienne compensaron con rapidez el tedio dominante, con un aperitivo inesperado y su versión de Let’s Kiss and Make Up de The Field Music, que fue su segundo single allá por 1990. El 20º aniversario de Good Humor fue el protagonista principal de su actuación, con la inclusión de Lose that girl, Sylvie, Goodnight Jack o Erica America, intercalado con alguna canción más reciente como Camel Coat y el espectacular cierre con su clásica revisión de Neil Young Only Love Can Break Your Heart, Tonight, Nothing Can Stop Us y He’s on the Phone. Aun sin la artillería de los Flaming Lips, probablemente la de los londinenses fue la actuación más intensa y uniforme del festival.
Los fuegos de artificio de Flaming Lips pocas veces decepcionan. Irónicos, los de Oklahoma dijeron sentirse privilegiados por tocar en el Auditorio Julio Iglesias. Es cierto que la espectacularidad de su actuación se maneja mejor en espacios grandes- la asistencia fue extrañamente escasa- pero las canciones siempre están ahí, y tanto Race for the Prize como Yoshimi Battles the Pink Robots, Pt. 1 , por ejemplo, podrían funcionar perfectamente sin necesidad de cañones de confeti y un robot de color rosa. Hubo, así, momentos memorables en este festín visual plagado de docenas de globos de colores- y suplicio de fotógrafos- como cuando Coyne desapareció del escenario y regresó, minutos después, montado en un unicornio de luces para saludar al público. No faltó su interpretación de Space Oddity metido en el -ya clásico- globo transparente gigante que también paseó entre el público. Lo surrealista y extravagante con The Flaming Lips nos parece normal, y nada parece ajeno. Al final lo que queda es una gran sonrisa de satisfacción.
ESTUVE, y, fue todo un privilegio!! Bien organizado, sonido muy bueno, Dj’s bastante buenos, como Amable y otros, que nos enseñaron que es «mezclar».Los grupos me sorprendieron, pese a los pocos que éramos (lástima para la organización y en contrapunto todo un lujo para el espectador).
Espero se sucedan más como este Visor Fest, porque realmente tienes la sensación de plenitud, te pierdes algo si quieres, no porque exista demasiada oferta al mismo tiempo (Servucción), y eso es de agradecer.
Gracias a todo el personal (organizadores, seguridad, técnicos luz, sonido, pipas y limpiadores ) por su amabilidad y por hacer sentirnos acogidos.
Ole!!!