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[Crónica] The Black Crowes (Mérida, 09/06/24)

Si hacemos una comparativa- nunca hay que distanciarse de la perspectiva – los Black Crowes en 2024 se encuentran, salvando las distancias, en el mismo punto que grandes del rock como los Stones a principios de los 90s, navegando por un panorama musical que ha cambiado definitivamente- tanto en formato como en estilos- y luchando contracorriente en un momento en el que interpretar rock clásico parece más un ejercicio de nostalgia. Y, con todo, la banda debe mantener el difícil equilibrio de contentar a una legión de veteranos fieles y la capacidad de captar nuevos adeptos sin perder su esencia.

Después de una gira por Estados Unidos y Europa y un álbum en vivo en 2013, los hermanos tuvieron otra de sus famosas y dramáticas peleas. Terminaron a principios de 2015 y resurgieron cuatro años después en The Howard Stern Show, reconciliándose y anunciando planes para una gira. Los Robinson disolvieron sus antiguas formaciones- algunos de sus miembros también incluso lo fueron de los originales cuervos- y reunieron a un grupo de músicos de acompañamiento para salir de gira y celebrar el 30 aniversario de su álbum debut. La pandemia de coronavirus retrasó un año la gira. En medio de todo esto, mientras estaban de gira, los hermanos elaboraron docenas de canciones nuevas, de las cuales surgió Happiness Bastards. Durante ese tiempo, la alineación renovada se modificó aún más para incluir ahora al bajista de Crowes, Sven Pipien, y los nuevos reclutas Nico Bereciartua a la guitarra, Erik Deutsch a los teclados y Cully Symington a la batería.

The Black Crowes cerraron su gira europea con su único concierto en España en el Teatro Romano de Mérida, dentro de la programación del Stone&Music Festival, una actuación que se centró en el material de Happiness Bastards, su primer disco de estudio con canciones originales desde 2009.   Por suerte no fue necesario utilizar cojines para amortiguar la dura piedra del Teatro Romano: el público estuvo en pie durante toda la actuación y desde los primeros acordes. Los cuervos iniciaron el espectáculo con el tema de apertura del álbum,  Bedside Manners. A nivel del escenario se situaban los dos guitarristas, el bajista y el cantante, detrás batería, los teclados y dos coristas, Mackenzie Adams y Lesley Grant. Luego llegó Rats and Clowns del disco citado seguido de los clásicos Twice As Hard y Then She Said My Name, esta última canción coescrita por Chris y Rich recuperada en esta última gira y que no se había interpretado en 25 años.

Lejos del mito del estrellato, en el escenario The Black Crowes parece una banda que simplemente quiere empatizar con sus incondicionales, por eso en ningún momento del show creó una apariencia empalagosa, pretenciosa o desesperada por agradar. Bereciartua y Rich Robinson se combinaron bien como equipo de guitarras, si bien el cantante era siempre el punto focal, conoce el negocio, y supo atraer a la audiencia con sus movimientos estilo Jagger y frases oportunas. “Don’t worry, we have some old motherf**kers to play too, like this one”. Efectivamamente, aunque incomprensiblemente no cayó ninguna de Amorica, otro de sus discos esenciales, en su cierre de gira cobró también protagonismo Shake Your Money Maker, con los picos emocionales del álbum como los momentos intensos de Jealous Again y Hard to Handle de Otis Redding frente a canciones lentas como She Talks to Angels, uno de los tours de force vocales de Robinson durante la noche del domingo. Previamente la banda se había lanzado con una versión rockera de White Light / White Heat de Velvet Underground, un punto de inflexión que encendió más el recinto para ceder el momento al nuevo Wanting and Waiting, otro de los momentos aclamados de la noche. Thorn in my Pride, del segundo The Southern Harmony and Musical Companion, se presentaba como un sueño que tenían de formar una banda juntos y que ahora continúa, una pieza extendida completa con armónica, todo un ejercicio de improvisación al viejo estilo de los Crowes. Tras el inevitable cierre de Remedy, la banda regresó al escenario con la voz de Nico Bereciartua para agradecer al público la atención prestada y el único bis God’s Got It, un blues gospel ultrarrápido del reverendo Charlie Jackson ya grabado en la época de Warpaint. Una hora y media de concierto y de clase magistral de rock ‘n’ roll en vivo – certificado nada menos que por Jimmy Page al inicio de su gira- que se pasó demasiado rápida y en el que se echaron de menos canciones de viejo repertorio.

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