[Crónica] Sílvia Pérez Cruz (Auditorio Nacional de Música, Madrid, 10/04/16)
La primera vez que vimos a Silvia Pérez Cruz fue en la edición 2014 del Primavera Sound, cuando presentaba su álbum granada junto a Raúl Fernández Refree. Aun por su sobriedad, o seguramente imbuída por ella misma, tenemos aquélla como una de las actuaciones en directo más conmovedoras a las que hemos podido asistir en los últimos años. No por nada, la suya fue la que recibió la mayor ovación de los conciertos programados en el Auditorio.
Este frío y lluvioso fin de semana de abril Silvia se presentó en el Auditorio Nacional de Música- doble cita- con un quinteto de cuerda de instrumentistas acreditados como Elena Rey y Carlos Montfort a los violines, Anna Aldomà a la viola, Joan Antoni Pich al violonchelo y Miquel Àngel Cordero al contrabajo, en un proyecto que no es nuevo, sino que viene realizando en los últimos años con algunos oportunos cambios en el repertorio. En este caso, suponemos que por la edición que tocaba, el proyecto llevaba el nombre de Tres veces cuerdas.
El ritmo comenzó ligero: a la Tonada de luna llena del venezolano Simón Díaz, autor que indiscutiblemente logró que no se olvidase el género y a Mechita, la canción criolla de Manuel Raygada Ballester, le siguieron la más solemne Não sei, que Silvia había escrito en Lisboa, y, por ello, en portugués, en homenaje a su padre.
La cadencia se tornó más alegre con Ai, ai, ai, perteneciente a su más reciente álbum Domus, una arriesgada petición del director de Cerca de tu casa para suplir una canción de Shakira -que la niña protagonista baila en una breve escena – y así evitar los comprometedores derechos de autor. Conforme avanzaba la velada, la complicidad entre la cantante y todos los músicos- y, en consecuencia, con el público- se iba haciendo más evidente, como en Corrandes d’exili, en la que Silvia dice imaginar a los exiliados cruzando los Pirineos y que se convierte finalmente en un amargo diálogo con el violonchelo de Joan Antoni Pich. En medio, coro sorpresa de feliz cumpleaños a Miquel Cordero, el contrabajista, que cumplía años. Fue, sin duda, la canción que más aplausos recibió en toda la noche. Antes había llegado Por tu amor me duele el aire, con letra de Lorca y música de Javier Ruibal y, el tour de force de la noche, Estranha forma de vida de la incomparable Amália Rodrigues.
Siguió un habitual de su repertorio de cuerdas de los últimos años, Folegandros, -canción que nació con su madre, su hermana y toda su familia cantando de fondo- y dos más de Domus: Verde y No hay tanto pan, esta última con ciertas similitudes a Take This Waltz de Leonard Cohen. Silvia entonó con emoción la habanera escrita por su padre, Càstor Pérez y con letra de su madre, Gloria Cruz, Vestida de nit. De nuevo, continuaron los guiños a los ritmos sudamericanos con Cuota da lua, también para su álbum Domus, que enlazó- ahí la nota anecdótica de la noche- con canciones por todos conocidas, desde Rehab de Amy Winehouse a Single Ladies de Beyoncé, pasando, cómo no, por La puerta de Alcalá, a petición popular…
El falso cierre fue para La lambada de Los Kjarkas y que los Kaoma llevaron al éxito durante el verano de 1988, para la cual Sílvia pidió la complicidad del público en sus notas más conocidas. Los aplausos en la sala se prolongaron más de cinco minutos, aunque todos esperaban de pie– y esperaban bien- que todavía no hubiera llegado el fin. Sí, Silvia y sus compañeros aún tenían cuerda para un rato más: volvieron al escenario para deleitarnos con Cucurrucú Paloma y Gallo blanco gallo negro de Chico Sánchez Ferlosio, broche de una hermosa noche de concierto cuyos aplausos finales aún resonaban cuando nos dirigíamos hacia el metro.
Fotos: (c) Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM)
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