[Crónica] Primavera Sound 2014. Y modaba.
Tras cuatro años de ausencia, las ganas de asistir al Primavera Sound eran inmensas. El cartel contaba con más nombres, el recinto se había extendido hasta una explanada conocida popularmente como Mordor y la masiva asistencia de público, según muchos, terminaba agobiando. Pero lo cierto es que en el recuento final pocas quejas tenemos. Un festival de estas características, se mire por donde se mire, siempre es de agradecer. El vértigo que produce meses antes leer todos los grupos y artistas que actuarán en el Parc del Fòrum y la posterior configuración de los horarios, llenos de solapes y sorpresas finales, es parte fundamental de un evento que el año que viene celebrará su decimoquinto aniversario en un envidiable estado de forma.
Así que el jueves, día de estreno para nosotros, aterrizábamos en Barcelona llenos de ilusión. Grupo de Expertos Solynieve resultaron ser buena oferta para un inicio soleado y con buen ambiente en el escenario Sony pese a la temprana hora. Fueron de menos a más, sonido incluido, mientras presentaban las cuatro canciones del EP Colinas bermejas (El Segell del Primavera, 2014) y rescataban temas ya clásicos de la banda como La nueva reconquista de Graná, La balada de Buscando mi destino -versión de The ballad of Easy rider de Roger McGuinn- o la coreada La Reina de Inglaterra. En el escenario contrario -en Mordor se sitúan, enfrentados, el escenario Sony y el Heineken-, Real State desparramaron cálidas melodías que por momentos nos recordaban a los Teenage Fanclub más azucarados. No muerden -¡imposible con esas pintas!- y el volumen tiró por lo bajo, pero es innegable la atracción de unas canciones que muchos disfrutaron tumbados bajo el sol. Nacho Vegas, en el Hidden Stage, ofreció uno de los mejores conciertos que le recordamos. La inclusión a las guitarras de Eduardo Baos (Tachenko, León Benavente) y Joseba Irazoki han renovado los aires de unas canciones que, por lo demás, siguen manteniendo un nivel de aúpa en Resituación (Marxophone, 2014).
Antibalas, ya en el escenario Ray-Ban, ofrecieron lo esperado, fiesta, pese a que con un poco más de tiempo, suponemos, la cosa hubiera terminado de levantar el vuelo hasta convertirse en algo irrepetible. No fue así. De vuelta en el Sony, St. Vincent acaparaba todas las miradas del público. Difícil describir cómo toca la guitarra Annie Clark. Digamos que la retuerce y masturba en movimientos rápidos y secos. Algo así. En cualquier caso, es adictiva. Las coreografías, cuando las hay -y si es que pueden llamarse así- refuerzan una imagen alejada de sus comienzos y en constante evolución hacia no sabemos qué. La pregunta quedaba en el aire mientras volvíamos a constatar que Standstill, independientemente del disco o espectáculo que presenten, siguen abduciendo al personal en sus actuaciones. Pero el grupo del día -y puede que el más esperado del cartel- eran Arcade Fire. Mucho ha llovido y escampado desde su primera visita al Primavera Sound en 2005. Ahora mismo son La Banda, el reclamo, para bien y para mal, de todo Dios. Los sobrevalorados del momento. Y no estuvo mal, no. Sorprendía comprobar, eso sí, cómo las nuevas composiciones –Reflektor, Afterlife– dejaban el listón más alto que unas Laika, Wake up o Haiti que, pese a los constantes y cansinos coros por parte del público, no dieron mucho de sí.
El viernes cerramos la noche con Slint, mejor concierto del festival para muchos, entre ellos también para el que escribe. Recrearon Spiderland y sumaron al repertorio dos temas de su primer y más desconocido álbum. La ejecución fue tensa, oscura, perfecta, aunque por momentos llamaba más la atención el silencio de un público respetuoso y, a su manera, participativo. Gente totalmente consciente de lo que allí estábamos viviendo: una barbaridad, ahora sí, irrepetible. La tarde había comenzado hacía horas con la poderosa actuación de León Benavente -gran cierre con Ser brigada mientras Abraham Boba brincaba sobre el escenario- y un John Grant al que vimos pasados por agua pero por el que seríamos capaces de soportar algún que otro diluvio. Qué voz, ¡qué carisma! Más tarde nos situábamos con cierta ansiedad ante un piano ataviado con una calavera y adornos varios en el escenario Ray-Ban. Poco después, Dr. John hacía su entrada con un bastón en cada mano y entre los vítores de un público expectante. Comenzó con Locked down, de su último disco, pero sonaron también unas Big chief, Let the good times roll y Such a nite regadas de boogie, jazz, blues y rock, definición perfecta para una leyenda como John Rebennack. Él mantuvo su sombrero, nosotros nos los quitamos todos. Con Sharon Van Etten, agradable descubrimiento, tomamos aire. Y ante los problemas de The War on Drugs llegamos a impacientarnos. El retraso -unos veinte o treinta minutos- empañó una actuación que estaba despegando -infalible Under the pressure– justo cuando nos dirigíamos sin prisas al escenario ATP para esperar a Slint.
Y si el viernes terminó de manera inmejorable, el comienzo del sábado apenas disminuyó el nivel. Lo de Sílvia Pérez Cruz y Raül Fernández Miró se recordará mucho tiempo. Nosotros, de hecho, lo recordaremos siempre. Presentaban en el Auditori, a las cuatro de la tarde, granada (Universal, 2014), disco de versiones de Robert Schumann, Albert Pla, Violeta Parra, Llach, Édith Piaf o Morente, entre otros. A Sílvia, todo un torrente de potencia, versatilidad y atracción, se sumaban las pinceladas parcas y eléctricas a la guitarra de un Raül Fernández que continúa sumando colaboraciones y proyectos dispares y siempre interesantes. Todo ello se tradujo en una emoción que, personalmente, llegó a transportarme a la actuación que hace ya algunos años ofrecieron Antony & The Johnsons en el mismo escenario. Gran ovación final, alguna lágrima y una postal para reforzar el recuerdo: la de Sílvia, ya descalza, sentada sobre la caja de percusión, sudando, desgañitándose. Al salir, mi acompañante y yo coincidíamos en un nombre sin antes haberlo siquiera comentado: Jeff Buckley.
El Jack Daniel´s nos vino bien para encarar el concierto de Jonathan Wilson, otro descubrimiento de última hora que agradará a aquellos que sigan las andanzas de la Chris Robinson Brotherhood, por citar a alguien muy querido por aquí. Television le dieron un repaso a Marquee Moon, con un Tom Verlaine intermitente en la parte vocal y algunos problemas técnicos al comienzo de la actuación. Poco a poco todo fue encajando y al final la mayoría terminamos atrapados en una irresistible telaraña de guitarras asimétricas. Marquee Moon sonando a escasos diez metros de ti, sí. Eso es. La recta final de nuestro festival contó con Caetano Veloso, Goodspeed You! Black Emperor y un Seun Kuti al que le sobró palabrería y algo de exhibicionismo. Ya contamos los días para la próxima edición.
Fotos: Pablo Luna Chao