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[Crónica] Porridge Radio (Lisboa, 22/03/25)

No encontramos muchos casos análogos en los que una banda en plena efervescencia anuncia su disolución, y mucho menos justo antes de iniciar una gira. A mediados de enero de este mismo año la formación de Brighton Porridge Radio compartió la noticia de su próxima separación junto con el anuncio de su último lanzamiento, un nuevo EP titulado The Machine Starts to Sing y que incluía canciones grabadas durante las sesiones de Clouds in the Sky They Will Always Be There for Me del año pasado. Ni la banda ni su vocalista principal compartieron las causas de disolución, lo cual ha añadido cierto morbo, por no decir cierta desconfianza, a la hora de acudir a esta su última gira prevista. ¿Habría alguna cancelación repentina? Y si no cancelaban, ¿encontraríamos miradas fraticidas entre sus componentes, actitudes inapropiadas, abruptos abandonos del escenario? Todos esas sospechas se evaporaron nada más salir a escena del LAV los cuatro miembros de la formación, su vocalista Dana Margolin, la tecladista Georgie Stott, el baterista Sam Yardley y el bajista Dan Hutchins.

Tal vez puede aportar cierto sentido la explicación que del título de su reciente álbum The Clouds in the Sky dio Margolinen su momento: «Giras extensas que me arruinaron la mente y el cuerpo; nunca pude recuperarme. Pero miraba al cielo y siempre estaba allí, y los árboles también. Dondequiera que vayas, puedes estar seguro de que hay tierra, cielo y pájaros en los árboles, y creo que me salvaron». Si en el formato de estudio la banda muestra una equilibrio de tensión contenida y enajenación catártica, en vivo la ira y el dolor detrás de las composiciones de Margolin tienen tiempo para florecer y estallar. Y efectivamente, la banda muestra una conjunción increíble, mucho más allá de lo imaginable para un grupo que está a punto de romper sus lazos. Se mezclan sonrisas cómplices en canciones llenas de tanta emoción que los cuatro parecen al borde del colapso y, si bien en gran parte de la actuación Margolin aparece sola ante el micrófono, en los momentos álgidos se dirige al otro lado del escenario, a menudo hacia el bajista Dan Hutchins, balanceándose, agitándose y gritando.

Si continuamos escudriñando entre las causas factibles del adiós, es cierto que Clouds in the Sky, aunque aclamado por la crítica, no ha funcionado tan bien en las listas de su país como su anterior trabajo, pero es un dato que no se evidenció en absoluto en su actuación, dado que la familiaridad de su música va más allá de canciones clave. Todas las melodías nuevas, desde Sick of the Blues hasta Anybody o God of Everything Else, fueron igualmente coreadas y aclamadas por la multitud, impulsada por ese in crescendo marca de la casa que convierte las olas en tempestad y que termina prácticamente en cataclismo. La banda cerró su actuación con un bis de tres canciones que comenzó solo con Margolin con la guitarra en la mano en Waterslide, Diving Board, Ladder to the Sky,  se reunió nuevamente para Machine Starts to Sing y finalizó con tal vez su himno más épico, The Rip. “Esta banda ha sido nuestra vida; ahora somos una familia” dejaron claro en su lacónica declaración de despedida de enero. Desde luego en el escenario lo demostraron con creces.

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