[Crónica] Meo Kalorama (Lisboa, 2-4/09/22)
La primera edición del festival MEO Kalorama en el Parque da Bela Vista de Lisboa recibió a más de 112.000 personas durante tres días, informó la organización en rueda de prensa. También según la organización, hubo más de un 30% de público extranjero, procedente de 50 países diferentes. El éxito de la primera edición ha sido tal que antes de terminar ya se ha confirmado una segunda el 31 de agosto y el 1 y 2 de septiembre de 2023. El marco de este primer festival era el enorme Parque da Bela Vista, para muchos conocido por ser el habitual entorno del Rock in Rio Lisboa, dividido en tres escenarios bien distanciados- y al mismo tiempo sin necesidad de hacer grandes caminatas- que permitía moverse con cierta facilidad.
Sin embargo, a Rodrigo Leão, que inauguraba a las 5 de la tarde los escenarios, no le favorecía demasiado su presencia en un decorado exterior, o al menos no se percibían la gran mayoría de los detalles de la gran instrumentación en en el escenario principal MEO, si además tenemos en cuenta la gran altura en la que se situaba a los artistas, para mejor visibilidad desde distintos puntos de vista. El músico portugués interpretó temas de los dos últimos trabajos, O Método y A Estranha Beleza da Vida, aunque lo mejor llegó con la aparición del coro de jóvenes de la Universidad de Lisboa- Leão hasta entonces nunca había tocado con un coro de 50 personas- con versiones como la de A Bailarina de su más reciente disco O Método. En el mismo escenario actuaba una hora más tarde el británico James Blake. Al contrario de lo que uno pueda cavilar tras escuchar su discografía, con canciones que combinan letras dolorosamente minimalistas con una voz abatida y nebulosa, la actuación del músico británico-por otro lado vestido con una alegre camiseta naranja con tirantes- en todo momento invitó más a la celebración que al desaliento. Con apenas dos colaboradores en vivo en el escenario, Ben Assister en la batería y Rob McAndrews en la guitarra y los sintetizadores, Blake ofreció en vivo, ayudado de sus samples, composiciones sorprendentes con un sonido totalmente propio a través de su mezcla de electrónica y R&B deconstruido: Limit to your love sigue siendo una delicia soul-y un clásico atemporal- y Say What You Will, donde Blake invita al público al corear el estribillo, de su más reciente álbum, mantiene la elegancia de sus primeros discos. Tras una hora de duración, el espectáculo terminó con una conmovedora versión para piano de Godspeed de Frank Ocean, que Blake interpretó en solitario. “Agradezco todo su apoyo todo este tiempo que no hemos estado aquí, los extrañé”, comentó cariñosamente el cantante a la multitud portuguesa.
También en el gran escenario principal MEO tenía lugar la actuación de Years & Years, un proyecto prácticamente en solitario del vocalista Olly Alexander, que enganchó a la multitud desde el principio-no a nosotros, aunque no dudamos de la gran voz de su protagonista- sobre todo a su elaborada coreografía y diseño de escenario; tanto él como sus bailarines convirtieron las cabinas telefónicas británicas en un escenario- tampoco demasiado original- para vender su visión de un mundo arenoso y sexy con unas canciones que más bien parecían extraídas, , para bien o para mal, de una gala de Eurovisión. Alexander se lanzó a una versión de piano lenta del éxito de Pet Shop Boys It’s a Sin-también el nombre del popular drama televisivo que mostraba a Londres durante la crisis del SIDA y que protagonizaba él mismo- canción que aceleró el ritmo para alcanzar una interpretacíon disco más cercana a la original.
Nos pareció un poco chocante- aunque no necesariamente insólito en un festival- pasar de este sonido desbordante y recargado, muy enfocado en la imagen, que representa a gran parte de la generación milenial, al minimalismo de los pioneros de la música electrónica alemana Kraftwerk, y además injustamente en un escenario más pequeño, el Colina. Pero al mismo tiempo resultó esperanzador encontrar entre las primeras filas a tanta gente joven preparada con sus gafas especiales para ver a estos dinosaurios. Al fin y al cabo la música que Kraftwerk crearon en los 70 de alguna manera todavía tiene un sentido de modernidad difícil de articular- en aquel momento Eurovisión YA era algo trasnochado- probablemente porque ya en aquellos años el cuarteto hacía la música del futuro, ese mañana que es ahora. Durante la actuación, con los trajes ceñidos a la piel que parecían sacados de Tron, la pantalla emitía un flujo constante de imágenes retro en 3D, rollos de película y efectos mientras la banda recorría casi en orden cronológico su vasto catálogo de canciones que daba a la actuación una experiencia diferente a la de cualquier otra música en vivo.
El fin de fiesta de la primera noche no podría tener mejor protagonista, The Chemical Brothers, y casi siempre, una apuesta segura. El dúo, a pesar de su veteranía, continúa estando en la vanguardia de la música electrónica después de más de 30 años. Y se nota que disfruta de la experiencia en la multitud: Ed Simons y Tom Rowlands se alejaban ocasionalmente de las mesas de operaciones para levantar las manos al cielo y observar el desarrollo de la fiesta. El set, como viene siendo habitual, lleno de éxitos, desde Block Rockin’ Beats de apertura hasta Hey Boy Hey Girl, Star Guitar está mezclada con Temptation de New Order, y durante Eve of Destruction en la pantalla un clip de la futurista estrella noruega Aurora, antes de Under the Influence y Galvanize. The Chemical Brothers fue, de nuevo, un auténtico festín visual, una pista de baile masiva, que logró cubrir, ante la euforia del público, ganchos pegadizos de sus nueve álbumes, el más reciente, No Geography de 2019. La noche también estuvo marcada por la actuación de 2manydjs y Tiga en el escenario principal, que finalizó pocos minutos después de haber comenzado. En una nota enviada a las redacciones, la organización justificaba lo ocurrido con “conflictos sonoros entre los escenarios MEO y Colina”.
En el segundo día de festival, ya viernes, se comenzaba a notar desde primeras horas la masiva invasión de los fans de Arctic Monkeys. De hecho para ese día se agotaron las entradas, atrayendo a 40.000 personas al Bela Vista Park, según comentaría la propia organización ese mismo día. Nos resultó desde el principio llamativa la gran afluencia de público en la actuación de The Legendary Tigerman, veterano músico portugués, también conocido por su imagen audaz, que comenzó su carrera musical a finales de los años 80 cuando se unió a la banda de psicobilly Tédio Boys, y que ha adoptado ya desde hace años – veinte cumple en 2022 – el antiguo formato del one-band-band nacido en las costas del Delta del Mississippi. Paulo Furtado tiene madera de rockero al uso y no dudó en emplear todas las estrategias pertinentes en el escenario, desde el crowdsurfing a los saltos al vacío.
Blossoms aportaron un poco más tarde la mezcla justa de melancolía y euforia. El quinteto británico, que hoy en día suma ocho músicos en el escenario, ha logrado desde su formación en 2013 colocar sus cuatro álbumes entre los diez primeros, incluidos tres números uno. «¿Se están divirtiendo todos?» pregunta el líder Tom Ogden. «¡El sentimiento es mutuo!» Con guiños al pasado – su versión de Don´t you want me de The Human League– la actuación de la banda concluyó con su mayor éxito hasta el momento, Charlemagne. En el escenario Palco Colina comenzaba Jessie Ware, de gira en apoyo del álbum What’s Your Pleasure de 2020, inspirado en la música disco con cuatro coristas/bailarines en el escenario. Ella, manejando un micrófono conectado a un látigo deslizante, realiza un poderoso sonido pop R&B característico, con numerosas influencias pero, al menos en vivo, por el momento sin la magia o el carisma de artistas que le han influído como Sade, Annie Lennox o Lisa Stanfield. En el caso de la irlandesa Roisin Murphy, que actuaba un poco después en el mismo escenario, es notable el peso – tanto en la imagen como en el sonido funky- de la figura de Grace Jones, sobre todo en su etapa con Nile Rodgers- una puesta en escena con cambios constantes de vestuario, y cuyo momento álgido fue su éxito con Moloko de 1999 Sing It Back que llevó a los fans a la era dorada de la música disco de principios de los 2000.
Desde el distintivo riff de guitarra que abre el set con Do I wanna Know?, Alex Turner no perdió ni un segundo de su tiempo en disquisiciones, sabía que los fans estaban allí para bailar y cantar a pleno pulmón. Este set estaba realmente confeccionado para los incondicionales, pero con una variedad de éxitos de su discografía que siempre había algo para complacer a todos. Arctic Monkeys goza de una ventaja, es una banda de generación, ha crecido simultáneamente con una gran parte de su audiencia, una base de fans que se ha mantenido fiel a lo largo de sus ya 20 años de vida. Y a pesar de la mayor sofisticación en cada entrega discográfica – cada vez más cercana al proyecto paralelo de Turner The Last Shadow Puppets– el directo de los Arctic Monkeys no deja espacio a la afectación. Es pura furia y rock en estado puro- sí, parece mentira pero, sin pretenderlo, Arctic Monkeys es la más pura expresión de una banda de rock- que apenas deja espacio a ritmos lánguidos y surrealismo lounge-pop, al easy listening o a Burt Bacharach, aunque Turner siempre se empeñe en mostrarnos su lado crooner. Gracias a esa conexión con los fans de la que carecen otras bandas, Alex Turner, Jamie Cook, Nick O’Malley y Matt Helders se ha convertido, sin quererlo, en «salvadores del rock». Y, a la hora de la verdad, fuimos testigos de que el público (fiel) recibió con el mismo entusiasmo Tranquility Base Hotel + Casino y Why’d You Only Call Me When You’re High?, y si 505 ahora despertó especial euforia es porque en los últimos años, con esta canción como uno de sus estandartes, ha habido un aumento lento y constante de videos en TikTok que recuerdan felizmente los viejos tiempos de la música indie de la década de 2010 y la «música millennial».
En el último día nos encontramos con una mayor participación de artistas portugueses, como el caso de Ornatos Violeta, una de las bandas que mejor acogida tuvo en lo largo del festival- pese a no tocar en prime time – y que, en los últimos años, el grupo se ha reunido solo para conciertos especiales, seguida de la pionera del movimiento electroclash Peaches, que a los 55 años, actúa con tanta energía y descaro como cuando se desató por primera vez The Teaches of Peaches (el concierto llega en el contexto de su 20º aniversario) en el año 2000. Siempre con la provocación como lema, Peaches saber construir ritmos de baile contagiosos, y como una auténtica estrella de rock. Se quita cuidadosamente cada capa, con ritmos completamente sincronizados en una especie de strip-tease entre gritos y aplausos para revelar una camiseta con el agradecimiento «Gracias a Dios por el aborto», una clara alusión al cambio reciente de la ley del aborto en EEUU.
Sin embargo, un concierto de Nick Cave son palabras mayores. La expectación era tal – con poco más de dos horas, era el show más largo de MEO Kalorama- que más de media hora antes de su aparición- al igual que ocurrió el día anterior con Arctic Monkeys– gran parte del público había ocupado su sitio. Nick Cave apareció en el escenario y se confesó feliz de terminar en Lisboa esta enorme gira. Pocos como él consigue trasladar al público su energía y pasión por su vocación, y empatizar de una forma tan grande. Entre los mejores momentos de un setlist ya conocido nos quedamos con la notable y muy emotiva interpretación de O Children– dedicada a una fan del público que cumplía años- y donde el coro de tres voces gospel (Janet Ramus, T Jae Cole y Subrina McCalla) acaparó un merecido protagonismo, que incluso debería haber sido mayor. Cave no dudó en dar la mano a las primeras filas e interactuó mucho con la gente, recogiendo pañuelos para secarse el sudor, haciendo bromas y animando al público a cantar, aplaudir y… llorar. El enérgico Tupelo fue recibido con mucho entusiasmo, mientras Warren Ellis no paraba de balancear su violín y Higgs Boson Blues marcó uno de los clímax de las interacciones de Nick con el público, que lo sujetaba por las piernas mientras el cantante apenas mantenía el equilibrio. Para abrir el bis del concierto Nick Cave trajo Into My Arms, una de las canciones más celebradas de su carrera y donde recordó a Beatriz Lemos, una joven que fue asesinada en 2020 en Lisboa. “Esta canción está dedicada a Beatriz Lebre, recibí una carta muy linda de su mamá, en Red Hand Files [el sitio web de Nick Cave], le gustó mucho esta canción”. Fue, de lejos, la mejor actuación del festival, aunque pocos teníamos pocas dudas de ello antes de su comienzo.