[Crónica] James Blake (Apolo, Barcelona, 22-08-2014)
Bailar sentados sigue siendo bailar.
¡Qué forma de empezar la temporada de conciertos más legendaria! Lo de James Blake, el mesías de la era 2.0 del reinado de la electrónica, ya lo sabíamos: que genera adeptos, de edades, credos y aspectos transversales, y que su música parece el recado póstumo de una divinidad que nos ha dejado ya por imposibles. Pero lo que no podíamos sospechar, y menos tras doce merecidos días de vacaciones meridionales, es que su concierto estaría precedido por el mismísimo diluvio universal. Todas las moléculas de agua del planeta parecieron concentrarse a eso de las 21h sobre el resbaladizo pavimento de la avenida Paral·lel, propiciando que muchos de nosotros hiciéramos nuestra entrada en Apolo completamente empapados. Menos mal que el británico es infalible, y sin apenas levantarse de su silla rodeada de teclados, hizo que olvidáramos todos nuestros males.
A estas alturas, ni su figura ni el calado de sus dos únicas obras discográficas son ya ningún secreto. A punto de cumplir los 26, Blake ha revolucionado como pocos el mundo de la electrónica, y, por extensión, el de la música contemporánea y el arte en general. Ha elaborado un lenguaje claro y abierto, fiel reflejo de nuestro tiempo, y lo ha hecho combinando géneros tradicionales y talentos evidentes que confluyen en una producción electrónica viva y tremendamente rica. Ayer se enfrentaba por primera vez en Barcelona a la exigencia de una sala como Apolo, y demostró, ante todo, que no es un artista que vaya a caer en el estancamiento o en la autocomplacencia: supo transformar y adaptar su discurso, haciéndolo más corpulento y directo, pero siempre manteniendo ese genuino y desencriptado lenguaje suyo. Acompañado de guitarra y percusión, James Blake dio anoche una auténtica lección recursos.
Puede que parte del público esperara un concierto distinto del que ofreció, pero nadie se marchó de Apolo defraudado. Imprevisible, arriesgada y con una vocación ciega y precisa hacia el baile, la actuación del británico no se pareció a las que dio el pasado verano en el Primavera Sound de Barcelona y en el de Porto, dejando de lado su lado más sentimental y romántico para adoptar formas y ritmos más acordes con la sala y la ocasión. La soberbia y central percusión de Ben Assister, así como las aportaciones desde la guitarra de Rob McAndrews (a.k.a. Airhead), revistieron en casi todo momento el impecable estilo de Blake de un cariz más fiestero, casi como si de una celebración se tratase. En pocos hits pudo apreciarse su inspiración en la soledad y en la melancolía, pero bastaba para eso con leer entre las líneas y melodías que describía su voz, pura o sampleada en loops, al iniciar determinados temas.
En una hora y media exacta y puntual, Blake hizo un desglose ordenado y cronológico de toda su obra. Abrió con Air & Lack Thereof y CMYK, trabajos anteriores a su primer Lp, repasó a continuación aquel sorprendente James Blake (ATLAS, A&M, Polydor, 2011) con el que debutó, mediante media docena de temas, y después hizo lo mismo con Overgrown (Polydor/Republic Records, 2013). En el setlist respetó casi hasta el orden de las canciones en el disco; pero a pesar del aparente exceso de programación tan típica(o tópica)mente inglesa, lo cierto es que el londinense conduciría el concierto de otra manera. Vistió todo su trabajo con una misma estética, elegante y en la que cada cambio de ritmo prometía y remarcaba la profundidad del beat; y su propuesta, más que coherente, demostró que acertar en el discurso es una cuestión de estados de ánimo, pero que acertar en el lenguaje es ya más bien cosa de genios.
Estructurado con los altibajos de una sesión de electrónica, aunque con mayor horizontalidad, el concierto fue siempre un contexto adecuado para el baile, aunque el punto de no retorno fuera a partir de Digital Lion y Voyeur. Ya había engrosado antes temas originalmente más sutiles como Unluck, I Never Learn To Share o Limit To Your Love, pero fue entonces cuando culminó la progresión, y cuando el público se desató. Para el final dejó la versión de Bill Withers, Hope She’ll Be Happier, una sentida interpretación de Retrograde, sin más adorno que su talento en crudo, y unos bises en los que cantó Measurements a capela consigo mismo. Lo que vino a continuación, el desarrollo de su fiesta particular de los 1-800 Dinosaur, pertenece ya a otra historia.
Concierto organizado por Primavera Sound.
Fotos de Pablo Luna Chao.
Escucha el setlist del concierto en Spotify, o míralo aquí.