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[Crónica] Jack White (París, 22/02/24)

El pasado año se cumplieron 25 años desde que salió el primer álbum de los White Stripes, que ayudó a lanzar el breve renacimiento del garage rock de principios de los 2000. La banda fue nominada al Salón de la Fama del Rock and Roll en 2023, su primer año de elegibilidad, pero no fue incluída; fue nominada nuevamente en 2025. Probablemente se merecía más que otras que están en la lista que ni siquiera presumen del rock como bandera. Tampoco este creo que sea un gran dilema en la siempre afanosa cabeza de Jack White.

La gira actual de White- esta vez una gira calculada y anunciada- sigue al lanzamiento de su sexto álbum de estudio, No Name, que llegó en agosto de 2024. El disco se distribuyó inicialmente a través de un lanzamiento clandestino de etiqueta blanca en las ubicaciones de Third Man Records, donde los clientes recibieron copias de vinilo sin marcar en sus bolsas de compras. No Name resucitaba la simplicidad rítmica y blues-punk de los White Stripes, y, en consecuencia, este material constituye gran parte del material en el set de 90 minutos del pasado sábado, por lo que más que un concierto, fue una experiencia visceral. Si algo bueno tiene esta gira No Name es que White profundiza en su extenso catálogo anterior, sacando joyas que no había tocado en vivo en años. Su actuación en París era la segunda de las tres fechas que iba a dar en la capital para presentar el álbum, las dos últimas en el célebre Teatro Le Trianon. La aparente sobriedad con la que White parece anunciar en esta nueva gira emanaba ya desde su propia vestimenta, completamente ausente de colores: chaqueta y cabello en su negro natural, ondulado y con raya al medio. White cumple 50 en verano y mantiene la fuerza y una arrogancia juvenil no impostada, y viene bien acompañado de una banda que incluye al baterista de Raconteurs, Patrick Keeler, al bajista Dominic Davis y al tecladista Bobby Emmett, conocido por su trabajo con Sturgill Simpson. White, siempre pendiente de los pequeños detalles, introdujo incluso una venta de entradas de 20 € para estudiantes, solo en taquilla, todas las noches antes de la apertura de puertas, e incluso abrió una pop-up store temporal para su propio sello, Third Man Records.

El músico natural de Detroit, que se abstuvo de interactuar mucho con el público salvo para jalear con cada canción, deambuló durante la noche por el escenario haciendo malabarismos al son de su guitarra distorsionada, instando a la multitud a participar con un movimiento teatral de su mano y, eso sí, provocando gritos en todos los rincones de la sala, mientras cambiaba el instrumento dentro de un abanico de diferentes colores. Su nuevo álbum dio el pistoletazo de salida con Old Scratch Blues y That´s what I´m feeling, acogidas por el público como si de canciones de viejo repertorio se tratasen. Junto a estas nuevas aportaciones, se alternaron visiones más relajadas de su discografía personal anterior como What´s done its done o Why Walk a Dog?– ambas del mismo álbum Boarding House Reach de 2018, un disco repleto de juegos sonoros extravagantes e inesperados- para acelerar de nuevo al público de nuevo con los hipnóticos riffs de Black Math, Cannon y Blue Orchids, clásicos de los White Stripes y cerrar con el instrumental High Ball Stepper de su celebrado Lazaretto. Las canciones se entregaban apenas sin interrupción-  o el justo para cambiar la guitarra- y probablemente, en más de un momento, de forma improvisada dentro del setlist. White presentó brevemente a su banda y dio las gracias obligatorias al público, incluso se tomó el tiempo para cepillarse el cabello a mitad del concierto, pero toda la noche dejó que la música hablara. Naturalmente, las mayores ovaciones de la noche llegaron cada vez que White se sumergió en el catálogo de canciones que construyó con su «hermana» Meg a lo largo de los años 2000. Para alegría de todos, aunque ya era esperado, el bis o segunda parte no tardó en llegar, con el comienzo conocido de Steady as she goes de The Racounters, para alcanzar el climax con el punk rock de Fell in Love With a Girl , la necesaria homilía de su reciente Archbishop Harold Holmes, los demoledores Ball and biscuit y The Hardest Button to Button de Elephant – también aparecen de forma consecutiva en el álbum -que crearon una liberación primaria de energía, y su Freedom at 21. Si Seven Nation Army es, hoy por hoy, una de las canciones de rock más emblemáticas de todos los tiempos, cantada en los momentos más imprevisibles de cualquier acontecimiento musical o no, escuchar a la multitud corear su icónico riff de manera jubilosa sí sonaba esta vez especialmente emocionante. Además de maestro de la guitarra, White es, como su público, también fan de la música- fanático de los equipos analógicos antiguos, adicto al vinilo, etc- y eso se percibe claramente por el enorme respeto y la profesionalidad a la hora de presentarse en el escenario como hizo en París el pasado sábado.

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